viernes, 4 de marzo de 2011

Guillermo Fernández-Cuartero (y V). Antes de abrazarlos, torpedeé los Cursillos de Cristiandad.


- Otra de sus vivencias fueron los Cursillos de Cristiandad. ¿Cómo llegó a ellos?

- Había llegado, a través de las Congregaciones Marianas, a relacionarme con la Acción Católica, cuando estaba Manuel Aparici Navarro de Consiliario. Estaba yo en el Consejo Superior que había organizado el viaje a Santiago de Compostela y Aparici me propuso que conociera los Cursillos de Cristiandad para organizarlos a nivel nacional desde aquí. Me aconsejó que hablara con Bonnín y con Monseñor Hervás que los habían montado en Mallorca. Me dijo que se trataba de un movimiento seglar muy importante que podía ser un revulsivo para los cristianos españoles. Me apunté a uno y eché un vistazo a los papeles pero no me acabó de convencer. Así que le llevé un poco la contra al Consiliario Nacional. Yo estaba muy liado con la profesión y me pareció que todo eso de cantar “De colores” era un poco monserga. Y los torpedeé. No me gustaba esa palabra de Cristiandad. Pensaba que ya estaba bien de sustantivos grandilocuentes. Así que me hice el rácano. Luego, se lo encargó a otro y funcionó. Diez años después de fallarle, estando yo destinado en Santander, casado y con dos hijos, se dieron unos cursillos de Cristiandad en los que el director de los mismos era el Presidente Nacional de Jóvenes de Acción Católica, Salvador Sánchez Teherán, que acababa de terminar la carrera de Caminos y que más tarde llegó a Ministro de Transportes. Hice esos cursillos y esta vez sí me convencieron.

- Es decir, que la primera vez no le gustan y la segunda, le convencen.

- Los prejuicios impidieron que la primera vez los aprovechara como era debido. Yo había visto las maniobras palaciegas que siempre se dan en todos los sitios. Pero los Cursillos me parecieron muy bien, un movimiento seglar importante. Por ellos pasaron personas muy interesantes a las que tenía un verdadero afecto: el abogado Pastor, director del Museo Municipal de Madrid y presidente de Acción Católica; Miguel García de Madariaga, Ingeniero de Minas; Manolo Sánchez García, catedrático de Derecho Laboral de Madrid...

- Cuándo volvió últimamente a Menorca?

- Hace unos tres años, fui con mi mujer para que la conociera. Ella es segoviana y Menorca le gustó mucho. Cuando mi madre murió, en 1978, comencé a recoger documentos, recuerdos, escritos, canciones, estampas, fotografías... Hablé con la diócesis de Menorca y me dieron documentación. Recopilé nombres y apellidos de pila. Unos, de Menorca; otros, de Baleares; otros, españoles y otros, franceses, así como cosas que mi padre escribió cuando lo procesaron en Jerez de la Frontera. Cosas curiosas, pero sin gran rigor histórico. Y escribí un libro no publicado titulado “Cosas de papá y mamá”. Pero, de hecho, dejé de convivir con los menorquines.

- ¿En dónde le gustaría que le enterraran, una vez muerto?

- Me da igual, en cualquier sitio.

- ¿Ser enterrado o incinerado?

- Me es indiferente. Como crean más cómodo, más sencillo y más práctico. Yo creo en la naturaleza y creo en Dios. Pero amo al ser humano. Y no haría otra cosa que impedir el sufrimiento. El patriotismo que he sentido de niño, el amor a la tierra chica no me coloca en el disparadero de despreciar a nadie por ser de otra cultura, de otra raza, de otra religión. Lo que sea cristiano y no sea humano no es cristiano. La prueba de fuego del cristianismo es la humanidad.
Próximamente: Eusebio Lafuente Hernández. Ingeniero de Caminos e historiador.

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