miércoles, 2 de marzo de 2011

Guillermo Fernández-Cuartero y Pons: (III) “Llegué a controlar 80.000 kilómetros de carreteras”.


Autopistas y carreteras españolas.


- ¿Cuál fue su primer trabajo?

- En una empresa privada en la que me quedé ocho años. Es la misma que había empezado con los trolebuses, en Madrid, Grandes Redes Eléctricas, S.A., que trabajaba para la Empresa Municipal de Transportes. Después me pasé a la división de electrificación de ferrocarriles de toda España. Allí estuve de jefe de Obra en Miranda de Ebro (Burgos), en la electrificación catalana de Reus, en Tarragona, en San Vicente de Galders, y, por último, en Manzanares, (Ciudad Real). Fue un trabajo muy interesante, muy independiente, en el que la empresa depositó en mí toda su confianza. Luego me iban a ofrecer la dirección de la electrificación en Madrid y otros trabajos de la empresa en toda España. Pero yo ya había pedido el regreso al servicio activo, cosa que hice en 1957, y me destinaron a la Jefatura de Obras Públicas de Santander.

- ¿Conoció usted muchas jefaturas?

- Todas. En Santander estuve cuatro años. De allí me marché al Ministerio de la Vivienda, en Madrid, pues cada año trabajaba más y ganaba menos. Ahí estaba como director de proyectos y de construcción de la Gerencia de Urbanización que tenía polígonos en toda España. Recorrí todas las provincias y conocí a gente importante como al arquitecto Julio Cano Laso. En esa época me relacioné con más ingenieros y arquitectos que en toda mi vida. Ganaba dinero porque me pagaban más por los cinco hijos que tenía que por mi trabajo. Esos disparates de la vida...

- A mediados de los sesenta, cambia de nuevo de trabajo y se pasa a las carreteras.

- En efecto, me llamó el director de Carreteras de turno y me propuso ser Subdirector General. Éramos dos subdirectores y fueron siete años muy interesantes. Controlaba los 80.000 kilómetros de carreteras que había en todo el Estado español. En aquel tiempo, el Estado lo hacía todo: las proyectaba, las construía, las conservaba, las explotaba, las ampliaba... Se llevó a cabo la operación Redia que era convertirlas en vías normales pero con mejor trazado, quitando los pasos por las ciudades y ensanchándolas a doce metros, siete de calzada y dos cincuenta a cada lado de arcén, palabra implantada manu militari.

- Y a los siete años, usted va y lo deja todo. ¿Por qué entonces?

- Después de ese tiempo en el mismo puesto y ante la venida de las Comunidades Autónomas ya te aburrías y, además, los dos Subdirectores que había en Carreteras se iban a convertir en cuatro. Perdía valor e interés y se llegó a unos niveles de ordenación y de perfección muy estimables. De manera que no había aquí mucho más que hacer. Y, en 1971, me propusieron un hueco en la Jefatura de Madrid y me nombraron Jefe Provincial de Carreteras, lo que antes se llamaba Jefe de Obras Públicas en dicha provincia. En aquel momento se hicieron coincidir las divisiones de carreteras con las de las Comunidades Autónomas. Cada una de ellas tenía una demarcación de las carreteras del Estado de esa comunidad. En algunas, como en las catalanas, las del Estado se habían cedido en gran parte a la Comunidad Autónoma correspondiente y el Estado se había reservado, además, las grandes líneas de autopistas de peaje o alguna vía muy importante. En otras, había habido una cesión parcial. En cambio, en Álava o en Navarra, el Estado nunca había tenido carreteras.

-¿Aguantó mucho tiempo?

- A los catorce años, me echaron. Me buscaron las vueltas con motivo de la cesión del personal a la Comunidad Autónoma de Madrid. Me quedé apenas sin personal laboral y tenía que atender a los puertos de montaña con dotaciones escasas. Les dije que ya me quedaba poco tiempo de vida activa oficial, ya que se iba a adelantar la jubilación.

Mañana. (y IV). Amante de la filología.

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