jueves, 3 de marzo de 2011

Guillermo Fernández-Cuartero y Pons (IV), amante de la filología.



- Usted contribuyó también en la elaboración de varios libros, como en el del Diccionario Técnico Vial de la Asociación Técnica de las Carreteras.

- Contribuí a la realización de la versión de ese diccionario, presidiendo la Comisión Delegada al efecto por la Junta Directiva de la Asociación. Lo dirigí y participé en la búsqueda e investigación de las definiciones y en la selección de las palabras aceptadas. Además ayudé en la exploración que se podía hacer con el español en América.

- ¿A qué se dedicó durante su jubilación?

- He dado clases como tutor telefónico para personas que trabajan en empresas constructoras que se dedican a hacer la conservación de las carreteras tanto del Estado como de las Comunidades Autónomas. Hay una fundación que se apoya en empresas privadas para hacer unos cursos COEX (conservación y explotación) por correspondencia y por teléfono. El año pasado tenía más de 600 alumnos en toda España. Era un trabajo muy agradable, con muy buenos libros y una comunicación telefónica fluida. Luego tengo colaboraciones personales privadas, especialmente de la costa de Levante, de amigos que me llaman.

- ¿Es cierto que uno de sus hobbies es la filología?

- Eso empezó en Lugo. Yo era el mejor alumno del profesor don José Filgueira Valverde. Cuando se marchó, vino un profesor que era muy soñador, también gallego, y nos explicaba la etimología de las palabras. A mí me gustaba. Cuando fui a Barcelona, en séptimo curso teníamos un profesor de latín tan bueno que, con 16 años, entendí lo que era la sintaxis. Entendí cómo se articulaba un lenguaje, para qué sirven las preposiciones, las conjunciones, los adverbios. Lo único que tiene sentido es el verbo, el sustantivo, el adjetivo. Son cosas llenas de contenido y, semánticamente, tienen peso. Es lo que da la verdadera faz a las lenguas. Todo eso me caló mucho: el origen, la etimología, el parentesco de las palabras... La verdad es que me hubiera gustado tener una sección en alguna revista. Pero nunca me dediqué a escribir. No tenía inspiración y sí manías perfeccionistas que nunca me dejaban satisfecho. Lo único que escribí es la vida de Jesús para mis hijos.
Mañana: (y V) "Antes de abrazarlos, torpedeé los cursillos de cristiandad".

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