martes, 30 de agosto de 2011

Carlos Picornell Darder. Nació y creció entre productos químico-farmacéuticos.



Carlos Picornell conoce a fondo el mundo de las farmacias. No en vano nació en una de ellas, en Esporlas, un 13 de mayo de 1953 y, como hijo de farmacéutico, vivió su infancia entre las muestras y necesidades de una botica. Luego, por exigencias familiares, pasó a vivir en Palma de Mallorca hasta que, en septiembre de 1963, se trasladó con toda su familia a Madrid en donde tres de sus nueve hermanos cursarán Medicina y dos, Farmacia.

Responsable de una importante organización de empresas fabricantes de productos químicos farmacéuticos en Madrid, Carlos Picornell se desplaza a menudo por todo el mundo. Durante tres años, viaja por Hong Kong y cuenta con actividades industriales de investigación y producción en Italia, Estados Unidos y España. Tiene siempre un pie puesto en Madrid y el otro en cualquier parte del globo al que da repetidas veces la vuelta. Pero sus mejores recuerdos siguen estando en Mallorca, en la que pasó íntegramente su infancia.

- ¿Recuerda el colegio en donde estudiara sus primeros años de bachillerato?

- Por supuesto. Era el Luis Vives, un colegio que permitía tener la mente abierta. Había en ese momento un grupo de profesores con formación europea de la Universidad de Lovaina que les dio mucho prestigio. Estudié allí tres años en los que disfruté de la educación que recibí. Era un colegio aconfesional y políglota que trataba de dar una cultura general. Admiraba su calidad de educación. Luego, pasé a los Agustinos, en Madrid, y el cambio me pareció muy brusco.

- ¿Sabía entonces lo que iba a ser de mayor?

- Tuve el ejemplo de mi padre, un farmacéutico que nos decía que no estudiáramos Farmacia porque era lo que más esclavizaba del mundo. Pero, como le veía ejercer su profesión con tanto gusto, me decía que sus consejos no cuadraban con lo que él hacía. En mi misma casa había casos un tanto extraños. Por ejemplo, la primera nevera que tuvimos, al final de los años cincuenta, no era para guardar los alimentos en ella, sino las substancias farmacéuticas que, con el calor, se podían estropear. Yo tuve la suerte de poder vivir aquella experiencia y la ilusión de la pequeña industria farmacéutica con la rebotica y todo eso.

- ¿A qué edad se vino usted a Madrid?

- A los doce años. Seguí estudiando el bachillerato y luego hice la carrera de Farmacia.

- ¿Su primer trabajo de farmacéutico?

- No fue en Madrid, sino en Barcelona. En una empresa que se estaba montando y que no se llegó a establecer por falta de capital. Luego, volví a Madrid y formé otra empresa con unos amigos que se llamaba Viplansa que todavía hoy funciona. Allí conocí a mi mujer, cuyo padre era socio mío. Yo era el único accionista que trabajaba en esa cooperativa de servicios en forma de sociedad anónima. Y, viendo que los socios no entendían el esfuerzo que se hacía, decidí separarme de ellos y vender las acciones. Después estuve en ISISA, empresa dedicada al comercio y aplicación de materiales complementarios para la industria. Más tarde, fui contratado en Chemo Ibérica S.A., en Madrid, como responsable comercial donde fui durante años el Director General y Presidente…

“En un año, he llegado a dar cinco vueltas al mundo”.


Carlos Picornell, al que entrevistamos en el 2001, continúa recordándonos sus viajes de negocios por todo el mundo, especialmente en China.

- Tengo entendido que también vivió cierto tiempo fuera, en el extranjero.

- En 1987, nos fuimos a Hong Kong y volvimos cuatro años más tarde. Allí fundamos la empresa Chemos Internatinal Limited Hong Kong que hoy sigue operando con dos filiales en China y otra en India.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado volando o cuántas vueltas completas dio al Mundo?

- Viajo mucho, siempre en viajes de negocios. El 1997 crucé trece veces el Atlántico. En algunos años, puedo haber dado cuatro o cinco veces la vuelta al mundo. Cuando vivía en Hong Kong, pertenecía al Marco Polo Club de la Catai Pacific, una de las mejores compañías aéreas en servicios, y llegué a hacer 200.000 kilómetros por año.

- ¿Y en qué país le gustaría más vivir?

- Por el trabajo, yo creo que podría vivir en cualquier lugar del mundo. Todo depende de que el trabajo me llene lo más posible. Por calidad de vida, en Mallorca.

- ¿Se acuerda de la isla cuando se halla en cualquier parte del mundo?

- Por supuesto, siempre me acuerdo de Mallorca y de España. Habitualmente, los mallorquines tendemos a comparar los lugares que visitamos con los de nuestra isla. Si, cuando vivía en ella, hubiera pasado penuria o no me hubiera encontrado cómodo, seguramente la hubiera olvidado, porque uno trata de acordarse de las cosas buenas y de olvidar las malas. Pero siempre tuve un gran recuerdo de mi vida en la isla. Hay cosas y lugares que recuerdan por sistema a Mallorca. Por ejemplo, hay trozos de California que rememoran la costa mediterránea, en general. No me extraña que un mallorquín como Fray Junípero se estableciera allí y extrapolase la agricultura mediterránea a aquella zona.

- ¿Se encontró con muchos mallorquines en sus viajes por el mundo?

- La tercera vez que estuve en Filipinas, en Manila, me encontré con unos Picornell. Eran directivos del Grupo Soriano, los de la Cerveza San Miguel, el único que sobrevivió al ataque de los Estados Unidos en su ofensiva en contra de las actividades españolas en Filipinas. Sus orígenes venían de un mallorquín que estaba en la Compañía de Zapadores de Palma y se fue destinado a Filipinas, en 1898. Al repatriar las tropas, se vino a Mallorca. Pero como tenía una novia en Filipinas, se volvió él con sus tres hermanos y dejó una hermana en Mallorca. El que yo conocí, hijo de los inmigrantes, era ingeniero industrial del MIT (Minnesota Institute Technological), el instituto tecnológico más reputado del mundo. En Puerto Rico, hay también una importante comunidad de descendientes mallorquines en los dos pueblos cerca de Ponce, sur de la isla, que cultivaban café, y en San Juan.

Tres años en China

- ¿Viajó usted hasta China?

- Por supuesto. Y, prácticamente, 18 meses de los 36 que estuve de residente en Hong Kong, en los que nació una hija mía, fueron de viajes dentro de China. Siempre íbamos con un chino de Hong Kong que hablaba inglés. Lo malo es que éstos sólo querían viajar durante 15 días al mes por la dureza del viaje. Quiero recordar que no se trataba de viajes turísticos sino de trabajo.

- ¿Y qué me dice de sus comidas? - No había más remedio que adaptarse al medio y comer de todo. Pero había platos muy curiosos. Por ejemplo, en una fábrica de Pekín, me dieron una "comida saludable": una "cama" de unos fideos de arroz con escorpiones fritos. Era la entrada. Luego había algo que, por lo visto da mucho valor, que es "deer sexual organ", los órganos sexuales de los ciervos que los chinos les atribuyen un gran poder para los humanos. Con la excusa de que me dolía el estómago, no quise probarlos. Era la disculpa que utilizaba a menudo cuando no quería tomar algo, un remedio para no quedar mal. Había los "ant cakes", pasteles de hormigas o "see horses", caballitos de mar y cosas de éstas que sí probé, a veces por engaño. También he comido “ranas que mugen”, unas ranas que pesan un kilo y medio y son de origen cubano. Me dijeron que era guiso de pescado para que lo probase y no entendía cómo encontraba espinas ni esqueletos. Por fin, me descubrieron la verdad.

- Pero, volvamos a España. ¿Cree Usted que el Gobierno tiene motivos para apretar las tuercas a los industriales farmacéuticos?

- El Gobierno realmente tiene necesidad y puede solicitar una rebaja de los precios de los productos farmacéuticos de marca que, normalmente, están en manos de grandes multinacionales. Estas abusan de sus ventajas en la investigación. Por eso, es totalmente necesario el fomentar los "genéricos” (entiendo por éstos cuando un producto ha perdido la patente y, en vez de venderse como marca, se da la oportunidad de que otro sea capaz de fabricarlo, poniendo a una sustancia, sin ser marca, el nombre del principio activo). Habría que mantenerlos de verdad, sin dejarse manipular por el loby farmacéutico de las multinacionales y tratando de fomentar la poca industria que queda. La materia prima de los productos farmacéuticos nuevos que salen está en su coste. El resto se justifica para la investigación. Pero, lo cierto es que el precio se dispara en la operación comercial.

- Una operación en la que el cliente juega siempre a gran perdedor. ¿Tan difícil es cambiar su papel?

- Para imaginar lo que se maneja, basta ver que, con la materia prima, el envase puede llegar a un cinco o diez por ciento como mucho. En los productos nuevos es algo horroroso. La Administración necesita un buen conocimiento de lo que es el coste de las materias primas y del coste de manufactura porque el precio está casi siempre, y en desventaja para los menos favorecidos, desproporcionado. El mundo del "genérico" si se hace bien, podría hacer bajar los precios de los medicamentos hasta en un cincuenta por ciento. Si viéramos cuánto se gastan las empresas en el márketing, saldríamos todos escandalizados. Los Estados Unidos, un país con patentes que alberga las principales multinacionales farmacéuticas, fomenta el mercado farmacéutico "genérico", y se puede ver cómo un producto que vale cien dólares, llega a valer, tras caer el precio y la patente, entre cinco y diez dólares. En USA las especialidades farmacéuticas genéricas ocupan entre el 40 y el 60 por ciento del total del mercado.

Gastos farmacéuticos.

- ¿Cómo es posible que el gasto farmacéutico suba cada año una media de un 15 por ciento?

- Es a causa de los nuevos productos y los nuevos precios. Y, si no se establece un sistema para controlar, de alguna forma, el precio de los productos lanzados por los laboratorios multinacionales, seguiremos pagando esta factura. Luego, con la presión que se hace con el médico para la prescripción, fuerzan el volumen de ventas. Todo esta jugada está en manos de un grupo de dos decenas de compañías que controlan el mercado mundial: seis americanas, dos suizas, dos inglesas, dos francesas, tres alemanas y, el resto, japonesas. Entre ellas, se corta el 95 por ciento de todo el bacalao. Algunas de ellas tienen el doble o el triple de presupuesto que algunos ministerios españoles.

- ¿Por qué son tan difíciles de entender los prospectos de los medicamentos?

- Porque tratan de sofisticarlos de cara al médico especialista.

- De manera que el consumidor se queda siempre in albis…

- Tiene toda la razón. Pero hay una terminología establecida de una forma legal para la explicación de la especialidad farmacéutica y tratan de ajustarse a ella. La Administración controla lo que se describe: las prescripciones. Pero el prospecto, que tendría que ser para el enfermo, está más dirigido al médico que al enfermo.

- En España hay unas 8.000 especialidades farmacéuticas. ¿Es esto negativo o positivo?

- Es el resultado de la historia que temíamos. Pero no es tan negativo como pueda parecer porque, si hubiera menos, el poder estaría más concentrado en los grandes. Aquí el problema es que, al ser muchas, ha habido un grupo de laboratorios españoles que han decidido bajar el precio, lo que ha permitido que tratamientos para úlceras gástricas, por ejemplo, pasaran a valer un cincuenta por ciento menos de lo que se estaba pagando. Puede que fueran más cómodos para el prescriptor pero no para el público.

- ¿Cuántas farmacias hay en España?

- Hace unos años había diecinueve mil doscientas.

- ¿Suficientes?

-Pienso que el sector se tiene que liberalizar más. El estado de los farmacéuticos en nuestro país supone un monopolio que limita mucho a todo el profesional que sale. Un farmacéutico que sale cumpliendo una normativa debería poder poner su farmacia donde él considerara oportuno. Y, si en algunas zonas no hubiera, habría que incentivar a que alguien, por algún mecanismo, las abriera. Con la fuerza del mercado que rige, hay farmacéuticos más que de sobra para poder cubrir el doble de farmacias.

“Mi sueño es disfrutar de largas temporadas en Mallorca”.

- Volvamos al plano personal ¿A dónde suele ir de vacaciones?

- El verano pasado estuve en Menorca, pero este año vuelvo a Mallorca.

- Para usted Mallorca se ha convertido sólo en eso: un lugar para veranear.

- Para mí es un retorno a mis raíces y costumbres, de las que me he embebido durante mi infancia y que, por el momento, sólo puedo disfrutar en verano.

- ¿Aparte del inglés que habla corrientemente, utiliza alguna vez el mallorquín en sus conversaciones?

- Sí, con mis hermanos, padres y con muchos de mis colaboradores. Algunos de ellos son mallorquines y la mayoría, con los que hablo el mallorquín, son catalanes.

- ¿Y no piensa volver algún día a su isla para vivir en ella el resto de sus días.

- Este es mi sueño: poder llegar a disfrutar de largas temporadas en Mallorca.

- ¿Un lugar ideal para morir cuando se ha vivido tanto por todo el mundo?

- Eso creo yo.

domingo, 28 de agosto de 2011

Juan José Bestard Perelló. Experto en gestión y planificación sanitaria.



Experto en gestión y planificación sanitaria, Juan José Bestard Perelló, un mallorquín que dejó su isla a los 18 años, ha desempeñado en su dilatada vida profesional cargos relevantes como director general de Organización y Planificación Sanitaria del INSALUD, viceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y Director Gerente de Hospitales. Ha sido profesor en distintas Universidades y miembro del Consejo de la Federación Internacional de Hospitales y del Comité Permanente de Hospitales de Europa. En el 2004, fue seleccionado como Associate Expert (P4 Post No 6244), por la Organización Panamericana de Salud. Le entrevistamos en el 2000 y en el 2006.

Nace en Palma de Mallorca, el 8 de octubre de 1959. Estudia en el Luis Vives, “un colegio innovador –reconoce–, creativo, con una educación de marcado talante liberal y humanista”. Se trataba del primer colegio laico que hubo en España tras la Guerra Civil, creado por Salvador Salas. Y acaba su bachillerato en el Instituto Ramón Llull. “Allí hice grandes amigos. Era un centro con personas excelentes”.

Reconoce que tuvo inquietudes humanistas precoces. A los catorce años, le dio por leer las obras de Aristóteles, J. Locke, Kant, Hegel, Freud, Camus, Kafka, E. From... Afortunadamente, le aconsejaron entretenerse también con otras lecturas. Veraneaba en Puerto de Alcudia cuando aún era un puerto de pescadores. Convertido en puerto deportivo, hoy casi no lo reconoce. “Parece ser que entonces había un tipo de turismo que buscaba la isla por la propia identidad de Mallorca: la isla de la calma. El hotel Formentor fue el primer hotel español que se anunció en los cines de Londres. La gente buscaba lo especial de la isla, su belleza y su luz, mientras que hoy busca otra cosa y el turismo es diferente”.

- En 1977, opta usted por abandonarla.

- Tenía yo 18 años y había acabado el bachillerato. Inicié mis estudios universitarios y me matriculé en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona. Concretamente, me formé en el Hospital de Santa Creu y Sant Pau, en donde tuve la oportunidad de participar activamente como alumno rotario en el departamento de Neurología con el conocido profesor Barraquer.

- El número de estudiantes mallorquines que estudiaban en Barcelona era entonces muy elevado.

- Efectivamente. Y se distribuían entre Barcelona y San Cugat. Era un ambiente muy bonito y entrañable. Había mucho compañerismo y un buen clima cultural.

- ¿Por qué eligió Barcelona?

- Por dos motivos esenciales: porque en Palma no había Universidad y porque formarse fuera de la ciudad en donde has nacido tiene una serie de ventajas. Entre ellas, aprendes otras culturas y tus principios se vuelven menos vulnerables. Aun teniendo la cultura mallorquina y balear una clara identidad propia, eran muchas las cosas que nos unían con la cultura catalana, como lengua, antepasados, instituciones públicas y privadas, comercio, usos y costumbres. Allí estudié Medicina. Luego, me fui a Inglaterra, a Cambrige, en donde pasé un año y volví a Barcelona, quedándome hasta el 87. Estuve en una empresa dedicada a promoción de inversiones, centrándome, entre otros, en el tema de la Calidad, los alimentos congelados.

Experto en alimentos congelados.

- ¿Qué relación tiene la Medicina con las inversiones?

- Algo tiene que ver porque uno de los proyectos de inversiones en los que participé era precisamente el estudio de viabilidad de un Laboratorio de Calidad. A finales del 85, me puse en contacto con ese mundo, al asistir al primer Congreso de Calidad Alimenticia que se hacía en Barcelona. Una de las fases del proyecto era contactar con expertos internacionales en ese Congreso. En aquel momento, preocupaba mucho el campo del frío en la alimentación, dado que la congelación correcta de los alimentos era uno de los elementos que influían en su calidad, y sobre todo, en la restauración del sector del self service o autoservicio, en donde el tema de la calidad alimenticia era extremadamente importante. Fue un proyecto apasionante.

- ¿Qué conclusiones sacó de todo esto?

- Ya había, entonces, sistemas muy buenos que garantizaban que los alimentos congelados prácticamente no perdían ninguna calidad. Hoy en día, las técnicas de congelación ultra-rápidas no dan tiempo a que el producto pierda sus características. No he vuelto a estudiar, en temas de alimentación, otro proyecto con tanta profundidad y calado como aquél.

- ¿Hizo otros?

- Preparamos otro proyecto para el grupo de inversores. Fue una propuesta que se hizo en el campus de Bellaterra de la Universidad Autónoma de Barcelona para construir, justo sobre la plataforma situada a la salida de la estación del tren, un Centro Comercial para Estudiantes y Profesores. Duró casi un año y medio y, durante este tiempo, me empecé a formar en Gestión.

- ¿A qué tipo de formación se refiere?

- Realicé varios cursos, tanto de Gestión Hospitalaria como Gestión Empresarial y llegué a acumular, ya en aquel momento, más de quinientas horas de formación especializada. Me planteé si debía apartarme del mundo de la Gestión Sanitaria y Hospitalaria. Y me decidí por ésta última. Busqué la vía: realizar una especialidad, y elegí Medicina Preventiva y Salud Pública, y continuar mi formación en Dirección y Gestión.

- ¿Dónde y cómo realizó su especialidad médica?

- Me presenté al MIR de enero de 1987 y lo aprobé. Y elegí como centro de formación el Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínico Universitario San Carlos, de Madrid, dirigido por el prestigiado y distinguido profesor, José Fereres Castiel. Al mismo tiempo, hice un Máster de Administración Hospitalaria en la Universidad Autónoma de Madrid. Luego, pasé tres meses en la Universidad de Johns Hopkins, en Estados Unidos, donde realicé parte del Máster de gestión y políticas sanitarias, y tuve la oportunidad de comentar con los profesores J. Johnson y C. Brenner (este último, asesor del Presidente Carter, en materia de economía sanitaria) el desarrollo de mi tesis doctoral.

Diseñador de la Upa (Unidad Ponderada de Resistencia)

- De nuevo en España, ¿en qué medida aplicó su formación y experiencia?

- Me propusieron trabajar en el Insalud, como experto en Gestión Sanitaria, para crear una nueva medida de actividad y presupuesto sanitaria, por lo que diseñé la UPA (Unidad Ponderada de Asistencia). También trabajé en el diseño de una nueva forma de hacer presupuestos, en el diseño de las bases del contrato programa de los hospitales, y realicé otros proyectos como la constitución de la primera comisión para el estudio de los costes de los tratamientos de SIDA, un estudio sobre medio ambiente, etcétera.

- ¿En qué consistía esta nueva medida?

- En lo que hoy en día se utiliza en casi toda España, para el presupuesto hospitalario y que se llama UPA. A través de una serie de datos que se obtienen de los hospitales, se calcula la cantidad de actividad que ha revisado un hospital determinado. Para entendernos, podríamos provocar un símil y decir que la UPA en el Hospital viene a semejarse a los vatios que produciría una central de Energía Eléctrica. Fue una época de intenso trabajo, con pocos medios y escasos recursos. Aún así, seguí profundizando en mi formación y especialización.

- ¿No le parecía ya suficiente?

- Nunca es suficiente la necesidad de aprender. Me matriculé en ICADE durante dos años, por las tardes y noches. Y realicé el Master de Dirección y Administración de Empresas, tradicionalmente llamado MBA o MADE, que me permitió incorporar una serie de técnicas y conocimientos nuevos. Cuando acabé el proyecto del Insalud, trabajé durante tres meses como director financiero, en una empresa de hostelería. Luego, me propusieron irme a Galicia con el equipo de J. M. Romay Beccaría, que en aquel momento era Conselleiro de Sanidade i Servicios Sociais de la Xunta de Galicia.

- ¿Por qué optó por desplazarse desde Madrid a Galicia?

- En primer lugar, por el excelente prestigio del Consejero; en segundo, porque me habían llegado noticias de los excelentes avances que se estaban produciendo en Galicia y me apeteció incorporarme y participar de sus proyectos; y, en último lugar, porque los proyectos en Madrid se habían ya agotado por muchos motivos.

- Y se incorpora a la Consellería de Sanidade i Servicios Sociais de la Xunta de Galicia…

- Fue a principios de 1993. Trabajé directamente con el Director General de Organización del Sergas (Servicio Gallego de Salud) y, entre otros, elaboré un proyecto de diseño de un modelo de Sistemas Multi-hospitales y diseñé el primer plan de empresa sobre la Entidad Pública MED TEC. Más tarde, me encargan diseñar, desarrollar e implantar la primera Fundación Hospitalaria, que fue ubicada en Verín. A los tres años, el antiguo Consejero de Sanidad es nombrado Ministro y se trajo a Madrid al equipo que tenía en Galicia, con lo que vine con ellos.

Director General de Ordenación y Planificación Sanitaria.

- ¿Es entonces, en 1996, cuando le nombran director general de Organización y Planificación Sanitaria?

- Así es. Perseguían varios objetos fundamentales: montar por primera vez una Dirección General de Organización y Planificación en el Insalud; organizar el tema internacional del Insalud; dirigir las nuevas formas de gestión; desarrollar un Plan Estratégico y el Plan de Calidad Total: implantar un nuevo modelo de sistemas de información, etcétera. Se me encarga dirigir las nuevas formas de gestión, impulsar las nuevas formas organizativas en los hospitales y centros de atención primarias, desarrollar y gestionar los sistemas de información del Insalud y un nuevo marco basado fundamentalmente en la acreditación de servicios, es decir, en la acreditación de su calidad.

- ¿Que innovaciones lleva consigo este Plan Estratégico?

- Por primera vez, el Insalud, como el mayor servicio de salud del Estado español, muestra públicamente lo que va a hacer. Hasta ese momento, ningún Servicio de Salud español había publicado lo que quería hacer y por qué. Nosotros, cuando llegamos, analizamos la situación del Insalud, vimos cuáles eran sus puntos fuertes y sus débiles, y propusimos una serie de objetivos y líneas estratégicas para solucionar sus problemas y reforzar sus puntos fuertes. La primera característica de este Plan Estratégico es la de manifestar públicamente un compromiso que se acerca al modelo imperante en la Unión Europea. Es lo que llamamos la separación entre las funciones de compra y de provisión.

- ¿Qué significa exactamente esta separación de funciones de compra y provisión?

- Esta es una forma excesivamente técnica de hablar ¿verdad? En otras palabras, quiero decir que debe haber cierta separación entre la decisión administrativa del reparto del presupuesto y las decisiones que se toman dentro del hospital, lo cual ayuda a identificar responsabilidades, incrementar la eficiencia y motivar la calidad. La responsabilidad del hospital está en utilizar sus recursos de una forma eficiente para que se cumplan los criterios de equidad, eficiencia y asistencia con calidad. Por otra parte, la responsabilidad de quien tiene el presupuesto, es decir, la Administración Central, es repartirlo con criterios de equidad, premiando la eficiencia y la calidad. Esto se hace más fácil y visible cuando el hospital tiene autonomía. Este es un proceso largo y complejo, que está conducido por el Plan Estratégico.

Hospitales con autonomía y normalización.

- ¿Quiere decir que no hay, en este país, ningún hospital con autonomía?

- Independientemente de lo que digan voces interesadas, en España hay más de 80 hospitales con autonomía de gestión. Por ejemplo, en Mallorca está la empresa pública GESMA; en Cataluña hay más de sesenta; en Andalucía, tres; en Galicia, cuatro, etcétera. Sin embargo, en el ámbito de la Seguridad Social y del Insalud sólo hay dos centros con autonomía de gestión: el hospital de Manacor, en Mallorca, y el de Alcorcón, en Madrid. No obstante, tenemos en cartera otros tres hospitales que contarán con autonomía de gestión, entre los que se encuentra el Hospital Palma II. El siguiente paso es impulsar que todos los hospitales vayan obteniendo autonomía. Entre otras mejoras, esto supondrá que el paciente pueda verdaderamente elegir en un futuro.

- Pero ¿cuándo podrá ver el ciudadano los efectos de este nuevo modelo de organización sanitaria?

- Es un largo y complejo proceso de varios años, en el que llegaremos a asimilarnos al comportamiento organizativo normal de la Sanidad en la Unión Europea. Hay que explicar con claridad al ciudadano que este proceso de normalización es necesario o incluso lo mejor para el Sistema Sanitario Español y, desde luego, para él, como legítimo usuario del mismo. En definitiva, es acercarnos a nuestros socios europeos.

- ¿Por qué prefiere hablar de normalización que de reforma?

- España ha tenido un proceso de cambio y reforma política impecable. Incluso diría que nuestro proceso de reforma política es un ejemplo mundial. No obstante, creo que este proceso de modernización y maduración no ha sido acompasado por un proceso similar por parte de la Administración del Estado ni por parte de lo que entendemos por Sociedad Civil. Es decir, la Administración Central sigue con sistemas de comportamientos rígidos y entiendo que poco acompasados con las exigencias de nuestro entorno. Por otra parte, la Sociedad Civil no se ha incorporado plenamente al funcionamiento de un país democráticamente desarrollado. Entiendo que falta participación e implicación directa del ciudadano en el funcionamiento de las instituciones y organismos públicos, como así nos orienta nuestra Constitución en sus artículos 9 y 129. Por tanto, antes de hablar de reformas debemos normalizar lo que hay, es decir, debemos acercar los hospitales a la sociedad y al ciudadano de una forma cierta y eficaz, utilizando el ordenamiento jurídico de nuestro país. Parafraseando al ex presidente de Gobierno, Adolfo Suárez, y utilizando palabras del ex ministro de Sanidad y Consumo, José Manuel Romay Beccaria, entiendo que debemos “hacer normal en sanidad lo que a nivel de sociedad es simplemente normal”, y, si usted me permite, yo añadiría que incluso debemos hacer normal en la sociedad lo que a nivel individual es normal.

Insalud bajo el poder socialista y bajo el PP.

- ¿Qué diferencia ve usted entre el Insalud bajo el poder de los socialistas y el Insalud bajo el PP? (La pregunta se la hacemos al final de la primera etapa del periodo de la derecha en el poder, antes de la vuelta de los socialistas)

- De entre las muchas que podríamos enumerar, yo destacaría cinco. En primer lugar, el Insalud de hace cinco años tenía un solo Director General y ahora tiene un Presidente y cuatro Directores Generales. En segundo lugar, el Insalud de entonces no contaba con un documento público de compromiso, mientras que el de ahora sí: el Libro Azul, que es el resumen del Plan Estratégico del Insalud. En tercer lugar, hace cinco años el Insalud tenía unos objetivos no conocidos por todos. En la actualidad no es así, dado que la participación de los médicos, facultativos y profesionales de la sanidad y de los ciudadanos en los asuntos de la sanidad es patente. Por iniciativa del Presidente Ejecutivo del Insalud, las organizaciones de consumidores participan por primera vez en el Consejo General, máximo órgano de participación y control de la institución. Pensamos que tiene que ser así porque es lo que ocurre en los hospitales de la Unión Europea. En cuarto lugar, el Insalud de ahora tiene dos fundaciones: una, en Manacor, con 200 camas, inaugurada en 1997, y, otra, en Alcorcón, con 600 camas, que empezó a trabajar a finales de 1998, en donde se aplican técnicas de gestión más modernas y flexibles, más adecuadas con las necesidades y el sentir de la sociedad. Estos dos proyectos han permitido demostrar que, para abrir un hospital, antes Insalud tardaba aproximadamente entre doce y veinte meses. Ahora los abre entre uno y tres meses. Y, en quinto y último lugar, el Insalud de hace cinco años parece que se preocupaba tan solo del día a día o a veces incluso del día de ayer. Hoy podemos afirmar que nos preocupamos por el ciudadano en el día de hoy, el de mañana y el de pasado mañana.

- Borrel, en una intervención en el Parlamento, habló de un déficit que no se había contabilizado.

- Eso suena muy raro y Borrell, que es economista, lo sabe. Él es una persona extremadamente inteligente y sabe perfectamente que una cosa son los asientos contables y la otra, como se explica, la realidad. Entiendo que, como político, pueda decir lo que estime oportuno, pero es un clamor popular que un criterio contable no se pude establecer como debate político. Será, en todo caso, un debate técnico entre contables. Debatir los principios de devengo y de crédito en el Parlamento es complicado y aventurado. Hay unos foros académicos, universitarios, de asociaciones de profesionales o de economistas del Estado en donde se puede dirimir cuál es el mejor. Los principios de asientos públicos deben ser independientes de los criterios políticos. Los altos funcionarios del Estado tienen sus criterios y funcionamientos propios y son los mismos ahora que hace cuatro o cinco años. Pero no me cabe la menor duda de que, en el fondo, el señor Borrell podría estar de acuerdo con mi postura.

Entre Galicia y Mallorca.

En una última relación de preguntas que le hacíamos a Bestard en el 2000, indagábamos asuntos más personales.

- ¿Cuántos idiomas habla usted?

- El inglés, el catalán, el castellano y un poquito el gallego. El francés solo lo entiendo, pero no lo hablo.

- ¿Con quién habla el catalán en Madrid?

- Con las personas que quieren hablarlo. Mi mujer es gallega y, con ella, solo hablo castellano, y algo de gallego, dado que lo entiendo bien y lo hablo un poquito.

- ¿Hijos?

- Ninguno.

- ¿Tiempo de ejercitar algún deporte?

- Sí, hago gimnasia dos días a la semana. Y suelo jugar al tenis. Aparte, me gusta ejercitar la amistad, la tolerancia, el diálogo, e intento ejercitar el acto de aprender y escuchar.

- ¿Qué otras aficiones tiene?

- Me gusta leer. Lo hago siempre que puedo, sobre todo, ensayos. Me encanta el ajedrez, la música clásica y el jazz. Y, en especial, compartir tertulias con amigos.

- ¿Qué obras ha leído últimamente, por ejemplo, en este último año?

- Los últimos títulos son: “Búsqueda sin término”, de Karl R. Popper, “Una sociedad mejor”, de J.K. Galbraith, “Dos ensayos sobre el Gobierno Civil”, de John Locke, “La esfera pública y la sociedad civil” y “El retorno de la sociedad civil”, de Víctor Pérez Díaz. Durante este periodo he releído “La reinvención del Gobierno”, de don Osborne y T. Gaebler, y debo reconocer que me ha vuelto a impresionar.

- ¿Vuelve de vez en cuando a Mallorca?

- Suelo visitarla dos veces al año. Aprovecho algún puente o el mes de septiembre.

- ¿Piensa volver un día definitivamente a la isla?

- No lo sé. Dado que también me gusta mucho Galicia, me costaría elegir entre Mallorca y Galicia. No obstante, tengo que reconocer que en Mallorca me siento como en casa. Por lo general, suelo encontrarme en donde vivo. Mi integración, y, por tanto, mi satisfacción, no dependen de la tierra que piso, sino del enriquecimiento que surge de la comunicación con personas diversas y distintas, de mis proyectos personales y profesionales.

- ¿Tiene familia en la isla?

- Sí, mis padres, un hermano, una hermana y un hermanastro. Tengo otra hermana trabajando como economista en Londres en donde se quedó después de estudiar en Cambridge. Además, en Mallorca, tengo tíos, primos y buenos amigos

Juan Bestard Perelló y su nueva imagen

- ¿Cómo ve económicamente Mallorca?

- Muy bien. Sobresaliente. Tenemos excelentes empresarios y buenos políticos. Pero también debo decir, como mallorquín de a pie, que en Mallorca echo de menos una mayor ordenación en el mundo turístico, tal vez, una apuesta más ambiciosa por la calidad de la demanda, por la búsqueda de nuevas alternativas y nuevos servicios. También me preocupa la ordenación urbanística, aunque tengo que decir que, gracias al Gobierno Autonómico Balear, se ha trabajado y avanzado mucho en estos campos. Me consta que hay un gran interés y preocupación por el medio ambiente.

- ¿Qué le aconsejaría al joven mallorquín que está cursando sus estudios universitarios?

- En primer lugar, que aprenda a aprender, que entienda su formación como una actitud frente a la vida, como un proceso continuo y no como un periodo determinado; en segundo lugar, que no descuide las costumbres y valores de su sociedad; en tercer lugar, que busque un lugar en la tolerancia y en el diálogo, que aprenda a escuchar; en cuarto lugar, que entienda el esfuerzo como un valor personal, dado que sin éste es difícil avanzar; en quinto lugar, que no se obsesione por su seguridad laboral formal, que si bien es importante, más lo es la seguridad que dan los buenos proyectos y sus buenos resultados; en sexto lugar, que entienda, cuanto antes, que una sociedad se construye y progresa con su esfuerzo, que no espere que los demás hagan lo que él pueda o deba hacer. De él depende que a todos nos vaya bien. Y en último lugar, que sin ilusión, imaginación y motivación, es más difícil progresar.

- Un sexteto, sin duda de una buena composición. Pero dígame, para terminar, cuando se muera ¿en dónde le gustaría ser enterrado?

- A mí me da absolutamente lo mismo. La decisión de dónde enterrarme o la de ser incinerado corresponde a las personas que quedan vivas. No me gusta ser un problema, ni ahora ni una vez muerto. Todo lo contrario, me gustaría que me recordaran con simpatía y, si es posible, incluso con agrado.

En el 2002, por una discrepancia profunda con su jefe, Juan Bestard abandona el cargo de viceconsejero de Sanidad de la Comunidad Autónoma de Madrid. Dirige “El observador de la actualidad médica”, revista que cierra en julio del 2003. Participa en proyectos de salud de Sudamérica (Venezuela, El Salvador, México, Ecuador y Perú). Gana una plaza de experto en sistemas de Contabilidad de la Organización Panamaricana de Salud, pero no llega a incorporarse.

Seis años después de esta entrevista, le reencontramos. Tiene una nueva imagen aunque, en el fondo, sigue siendo el mismo. “Me sigue gustando hacer cosas –nos confiesa–, crear proyectos, no estar parado”. Separado de su mujer, se ha vuelto a casar con una cubana y ha tenido un niño, Juan, y una niña, Ana María.

viernes, 26 de agosto de 2011

De Menorca a Madrid. Eusebio Lafuente Hernández. Ingeniero de Caminos e historiador.



Eusebio Lafuente nació en Mahón el 6 de septiembre de 1920. Su padre, militar, fue asesinado en la Guerra Civil. A finales de 1939, consiguió una prórroga para estudiar en Madrid la carrera de Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.

Eusebio Lafuente conoció, a lo largo de su vida, a personalidades isleñas revelantes que vivieron en Madrid, como Paco Sintes Obrador, artillero y secretario del Instituto de Cultura Hispánica, coronel director de la Academia de Artillería y director general de Archivos y Bibliotecas; Tejera Victori, abogado del Estado y director general de lo contencioso, o Nicolás Tudurí, de Mahón, almirante de tradición marinera que había hecho estudios en Bélgica y estaba muy impuesto en electricidad y mecánica. “A éste último, le encargaron las primeras fragatas que se hicieron en España”. Mucho antes, conoció a los Prieten Caules, uno de ellos, diputado y el otro, Ingeniero de Caminos y director del Puerto de Málaga. O a otros, como el general Ponte, gallego, marqués de Bóveda de Línea, casado con una menorquina.

Lafuente fue un gran aficionado a la bibliografía sobre Menorca e historiador en sus ratos libres. Escribió, entre otros opúsculos, “Perfil humano del doctor Orfila”, “Lady Hamilton, Lord Nelson y Menoría” y “Demasiadas trampas”, un estudio sobre el crecimiento de la Deuda Pública.
Cuando le conocí y entrevisté, en 1999, me contó sus experiencias, su vida y sus batallitas en el franquismo y en una democracia que había cambiado de nombre y trayectoria, pero no de signos de identidad. Tres años después, me enteré de su desaparición definitiva. Hoy, me permito recordar aquella larga entrevista.

“Un turismo no a cualquier precio”.

- ¿Cómo era Menorca en su juventud?

- Muy diferente a la actual. Después de la Guerra Civil, la isla tenía aproximadamente un tercio de su renta producido por la agricultura; otro tercio, por una industria ligera, tipo calzado y bisutería, y, el otro, por el turismo. La agricultura fue decayendo y representaba sólo un diez por ciento; la industria del calzado, la de bisutería y los plásticos, continuó desarrollándose, mientras que el turismo subió mucho, hasta alcanzar la mitad del producto local de la riqueza generada cada año. Menorca también se alineó a favor del turismo, que ha producido un incremento de la riqueza media, pero sin llegar éste a desequilibrarse tanto como en Mallorca. La isla quedó más retrasada por dos razones: porque lo que no queríamos los menorquines era tener un turismo a cualquier precio y de cualquier manera. Y porque siempre nos tomamos las cosas con más calma y fuimos menos agresivos.

- ¿Qué quiere decir?

- Los mallorquines siempre han tenido más condiciones para explotar la economía. En los años cuarenta, en Mallorca se ofrecían cosas similares, pese al estado en que nos dejó la guerra, en que faltaba de todo, y ellos se espabilaron mucho. Recuerdo que, cuando iba a Palma, me llamaba la atención la capacidad de captación de dinero que tenían para el que venía de fuera. Menorca, en este sentido, hemos sido menos agresivos. Eso, unido al sentimiento de querer conservar mejor la naturaleza de la cual formo parte, hace que el turismo se haya desarrollado más despacio y menos desequilibradamente.

- Tengo entendido que algún alcalde impidió los abusos con mucha energía.

- A mi juicio, cuando el movimiento hippie empezó en Ibiza, hizo más mal que bien a la isla. Entonces hubo unos intentos similares en Mahón. Y sin embargo, el alcalde de entonces, Gabriel Seguí Mercadal, compañero mío de curso y de guerra, se presentaba en la explanada del aeropuerto, y al empezar bajar hippies de los aviones, decía al guardia municipal, que era toda su fuerza armada: “Este, p'atrás”. Algo totalmente ilegal, pero él lo hacía. Y los reexpedía sin dejarles desembarcar. Así, se corrió la voz de que había un señor muy radical que mordía, si le dejaban. El caso es que, y lo digo como una alabanza a él, se consiguió eliminar esos abusos que ha padecido Ibiza. Las pocas veces que estuve allí, oí muchas quejas de la gente del campo, de los restaurantes etcétera.

- Tras doctorarse como Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, ¿cuáles fueron sus primeros trabajos profesionales?

- En aquella época, la Escuela no pertenecía a Instrucción Pública sino a lo que entonces se llamaba el Ministerio de Obras Públicas y nosotros ya salíamos destinados. Era una escuela al servicio del Ministerio para cubrir sus necesidades. Pero, en determinados casos, se dejaba salir para acudir a las empresas privadas. Yo fui destinado al puerto de Barcelona. Antes, hice unos meses de prácticas en Renfe, en espera que saliera la vacante que me interesara. Allí estuve cuatro años porque entonces se consideraba muy importante llegar a jefe de Obras Públicas y, para ello, se precisaba un mínimo de cuatro años al servicio del Estado. En este tiempo, me casé y tuve los dos primeros hijos. En total, llegamos a tener siete.
Diez años en Marruecos.

- En 1950, usted pasa a la empresa privada, siendo contratado en Marruecos.

- Allí estuve casi diez años, hasta 1959. Estaba en Inimex, una empresa española que se dedicaba a la construcción, a materiales de construcción y a la mecánica. Fabricábamos cerámica e importábamos, entre otras cosas, madera. Otra rama de esta sociedad era la mecánica y teníamos representaciones de automóviles, camiones medianos, pesados, y maquinaria para obras de construcción y para la industria. Éramos los agentes de la marca Austin Motor Corporation, y teníamos una serie de representaciones. Había un taller en donde prácticamente todos los mecánicos eran españoles.

- ¿Hubo mucha diferencia en el Marruecos de antes y el de después de la independencia?

- Por supuesto. No quiero decir que ahora no vaya mejor, pero sí que la transición se hizo mal. Si se hubiese hecho con menos brusquedad, el pueblo habría pagado menos. Con la independencia, en 1956, se marchó una gran cantidad de europeos. En la época en que yo estaba en Tánger, había 200.000 habitantes de los cuales 100.000 eran europeos. De ellos, la mitad eran españoles. Hubo una crisis muy grande pagada por los que no tenían opción ni dinero para resistir. Yo viví esa crisis y considero que eso se hizo muy mal, porque se hubiera podido suavizar mucho más. A ningún industrial le habría importado que la bandera fuera la marroquí. Nadie discutía la soberanía de Marruecos, llegada en 1967, ni que las fuerzas de Policía fueran marroquíes. Pero no se fijaron los años convenientes de transición para que la economía, que es una estructura como de cristal, resistiera el golpe. Si se hubiera hecho la transición con menos brusquedad y demagogia, otro gallo hubiera cantado.

- Aquello fue, me imagino, una experiencia inolvidable para usted.

- La verdad es que he pasado por una escuela muy dura. Porque los años de Marruecos no fueron nada fáciles. No hay que olvidar que, durante la independencia, en un pueblo de Marruecos se ha jugado al fútbol con cabezas de europeos. Una vez me fui a Rabat y me llevé a mi mujer, en un cochecito Austin. Íbamos a un restaurante de cocina indochina propiedad de los que habían venido del Viet nam con los militares franceses. Era el momento en que se estaba gestando la independencia. Y, al cruzar uno de los arcos de la muralla, nos paró la Policía francesa y nos preguntó a dónde nos dirigíamos. Les contesté la verdad, que íbamos a ese restaurante a comer. Entonces nos indicó que podíamos dar la vuelta pues hacía veinte minutos que el restaurante había sido volado por una bomba. De modo que, si mi mujer hubiera sido más puntual, que no lo ha sido en la vida, habríamos volado con él.

- Pero, en los últimos años de su estancia en Marruecos, no se limitó sólo al campo empresarial.

- En efecto, fui presidente de la Cámara Española de Comercio en Tánger, la más antigua que se creó en el extranjero. Y representante de España en la Asamblea legislativa de la zona internacional de Tánger que se regía por una régimen especial hasta que llegó la independencia de Marruecos. Para mí, la base espectacular de Tánger en los años cincuenta fue un desarrollo tremendo que se apoyaba en la libertad económica que había, lo que hacía que los tributos fueran muy bajos.

- ¿Por qué abandonó Marruecos y se vino de nuevo a España?

- Porque un año antes de terminar con mi trabajo en Tánger, la casa March me pidió que colaboraba en Copisa (Constructora Pirenaica). Me hicieron vicepresidente de ésta y pasaba parte de mi tiempo en España, unos diez días al mes. Pero, un año más tarde, me ofrecieron la subdirección de FECSA (Fuerzas Electricas de Cataluña). Entonces liquidé todo lo de Marruecos y me vine para España.

- ¿FECSA pertenecía ya a los March?

- Esa compañía internacional no pagaba a los obligacionistas españoles que la instaron, con el influjo de don Juan March, y la llevaron a la quiebra. El Grupo March la adquirió en pública subasta y la ofreció a quienes no pagaban, por el mismo precio con que la había obtenido. Pero éstos se negaron a aceptarla. Hubo el pleito de la Barcelona Traction y, definitivamente, fue ganado por el Grupo. Cuando yo llegué, convertido en subdirector general, la situación ya estaba estabilizada y controlada. Estuve siete años y medio y, de paso, era el vicepresidente de la Casa de Menorca en Barcelona.

Director de la Trasmediterránea.

- ¿Qué pasó después? Porque tengo entendido que su final en FECSA coincide con la jubilación del director general de Trasmediterránea, cuya central estaba ubicada en Madrid.

- Efectivamente. Me propusieron si quería pasar a esta compañía y, como a mí Madrid me gustaba, como me gustaba Barcelona, Marruecos y Menorca de donde soy, acepté. Por cierto que tengo presentada una instancia para que me den siete vidas. Y todavía no me han dicho que no... El caso es que me vine a Madrid en donde, entre otras cosas, fui desarrollando una empresa mixta con Marruecos para navegación en el estrecho, la Ligne Maritime du Detroit, una compañía a medias con Marruecos cuyo vicepresidente era yo, como director de Trasmediterránea. Lo cual hizo que volviera a tener relación con Marruecos, encontrándome de nuevo con alguno de los amigos que había tenido allí. Había una aportación menor del INI y del Banco Exterior de España. Al mismo tiempo era el presidente del Hogar Balear en Madrid. Estuve en Trasmediterránea hasta que el Estado compró la mayoría de las acciones, con lo cual el Grupo March se retiró totalmente.

- ¿A dónde llegaban en ese momento los barcos de la Trasmediterránea?

- Prácticamente a todos los puertos españoles. Eran líneas de soberanía. Incluidas las del estrecho que iban a Ceuta y a Tánger. Había una línea de Málaga a Melilla y otra a Guinea Ecuatorial, que entonces se consideraba territorio español. Llegaban del Cantábrico y del Mediterráneo hasta Canarias, de la costa española a Guinea, a parte de las interinsulares y del Estrecho.

- ¿Por qué el Estado absorbió totalmente la Trasmediterránea?

- A mí me parece que fue un error gordo porque yo, que soy un funcionario del Estado, no creo para nada en la capacidad del mismo para administrar empresas económicas porque no está preparado para hacer estas cosas. Además, si hay alguien que cubre esas líneas ¿para qué tiene que cubrirlas el Estado? Para mí estabilizar es un error. El Estado tiene que preocuparse de una serie de cosas de las que no sé si se preocupa bastante, y en cambio, no debe hacerlo en lo que le sale mal y que es una tentación para algunos desaprensivos. No puede ser que el Estado funcione mejor que una empresa privada y la prueba es evidente. Desconfío del Estado como gerente de empresas, quizás porque soy un funcionario del Estado.

- Al dejar la Trasmediterránea, en 1978, ¿abandona del todo al Grupo March?

- No, porque ingresé en el Banco de Progreso que también pertenecía a este grupo. Fui el adjunto al vicepresidente ejecutivo, Rogelio Minobis, que había nacido en Figueras pero que estaba muy relacionado con Mallorca, al ser su mujer mallorquina. Había sido consejero de Trasmediterránea cuando yo era director general y era una persona de una eficacia tremenda. Me llevaba muy bien con él. Murió, desgraciadamente, antes de lo que era presumible, de cáncer. En este Banco estuve hasta que me jubilé, a los 65 años.
A caballo entre Madrid y Menorca.

- Desde entonces ¿a qué se dedica?

- A sobrevivir. Entre mis hermanos, tenemos unos intereses pequeños en Menorca. Se trata de una sociedad de la que soy presidente y cada mes y medio paso ocho o diez días en la isla. En verano, dos meses y medio. En fin, que distribuyo la vida entre Madrid y Menorca. Pero no de vacaciones, sino trabajando. Luego, tengo la manía de escribir sobre cosas de Menorca y de recoger todos los libros aparecidos sobre esta isla.

- Y sus hijos, ¿hablan el menorquín, como usted?

- De todos ellos, sólo Margarita, que vive en Palma, es la única que lo habla correctamente.

- ¿En qué se diferencian los menorquines de los mallorquines y de los ibicencos?

- Yo creo que, en el fondo, es lo mismo. Muchos de los apellidos de Menorca proceden de Mallorca, aunque a su vez tengan otro origen. Mi padre se llamaba Lafuente Vanrell, nombre que viene de Mallorca y a la vez éstos vienen de Valencia y de Catalunya. Otros vienen directamente del Rosellón. El menorquín es igual que el mallorquín, con un poco más de influencias de otros lados. Pero, al contrario de los menorquines, los mallorquines no tienen, en su lengua ninguna palabra inglesa. Básicamente el menorquín se diferencia un poco del mallorquín en la forma de hablar, pero la raza es la misma.

- La raza tal vez, pero no el queso. Por cierto ¿qué ha pasado con el famoso queso mahonés parte de cuya empresa ha sido vendida a una empresa de fuera de la isla?


- Una empresa extrajera, la Craft, compró El Caserío, un queso fundido en porciones y algunos otros productos derivados. Pero luego está Coinga, una cooperativa completamente independiente e insular que vende un queso excelente y que está remontando. Mi hermano es el presidente, con lo cual yo estimo que va muy bien. Sus socios son los campesinos y los propietarios agrícolas menorquines. Luego está la tercera rama que es la fabricación artesanal de quesos en las fincas.

Bibliófilo de Menorca.

- ¿Cuántos libros de Menorca ha conseguido reunir?

- Los he contado por un procedimiento no muy exacto. Que es coger el fichero y ver cuántos caben en un centímetro. Es muy difícil averiguarlo porque uno no sabe dónde acaba el libro y dónde empieza el folleto. La verdad es que no lo sé. Son de todas las épocas y abarcan todas las materias. Como miembro de la Asociació de Bibliofils de Barcelona, compuesta por unos 150 miembros, siempre me he relacionado con esa clase de libros. El que fuera presidente y ahora es vicepresidente, Motobio Jover, un abogado que está casado con una señora de Ciudadela, hace igualmente colección de libros de Menorca.

Cuatro años y medio después de esta entrevista, Eusebio Lafuente moría en Madrid, el 1 de octubre del 2002. Su cuerpo fue conducido al panteón familiar de Mahón, en donde deseaba reposar. De nuestra entrevista aún recordamos sus palabras a nuestra última pregunta:

- ¿Un epitafio para su tumba?

- Que no me pongan nada. De todas formas se van a olvidar. En Catalunya había una costumbre según la cual, cuando una persona se moría, después de amortajarla, la dejaban sola y la población se iba a la Iglesia a rezar por él. Porque consideraban que aquello ya no era él, sino los restos mortales físicos de una persona que ya no estaba allí. Los que se preocupan mucho de su posteridad, a mi juicio, harían mejor en preocuparse de su futuro, que de ese sí me estoy preocupando. Igual que me preocupé de ingresar en Caminos, creo que mucho más importante para el día de mañana es poder ingresar en donde yo quiero ir allá arriba. Eso sí me preocupa. No, mi epitafio, que ni está redactado ni lo estará.

jueves, 25 de agosto de 2011

Guillermo Fernández-Cuartero y Pons, ex Director General de Carreteras.




Es hijo de un capitán cordobés de la Guardia Civil que estuvo destinado en Cáceres y de una menorquina empeñada en recorrer la Península en tren y en surcar parte del Mediterráneo en barco hasta llegar a su isla. Allí nace Guillermo el 9 de noviembre de 1924, justo el mismo día en que llega a Mahón en el vientre de su madre. Sus nueve hermanos sufren idéntico proceso. Todos ellos nacen en Mahón, a donde su madre se dirige cada vez que está embarazada y a punto de dar a luz. Sólo su hermana lo hace en la Provincia de Cádiz.

Guillermo Fernández Cuartero y Pons estudia Ingeniería de Caminos y, a mediados de los sesenta, es nombrado Subdirector General de Carreteras, cargo que desempeña durante siete años. En los sesenta, controla los 80.000 kilómetros de rutas que cruzan la España de esa época y conoce las Jefaturas de Obras Públicas de todas las provincias. Luego, es nombrado jefe Provincial de Carreteras de Madrid, cargo que mantiene durante 14 años. Le entrevistamos en junio de 1998, cuando se halla retirado no del todo y confirmamos cómo conserva sus hobbies preferidos: la filología, que estudió por libre, y la música.

- Muchas raíces isleñas le veo yo a usted, pese a haber vivido apenas en Menorca.

- Tenga en cuenta que mi abuelo, médico, era igualmente de Mahón.

- Su madre fue menorquina, pero su padre ¿se identificó con la isla?

- Menorca fue más su patria que Córdoba, en donde había nacido, o Écija, en donde fuera malcriado.

- A pesar de haber nacido en la isla menorquina, sólo un año, el 1933, lo pasa usted excepcionalmente en Mahón. ¿Recuerda usted esta experiencia?

- Por supuesto. Fue inolvidable. Recuerdo que mi padre quería que ingresáramos en un grupo escolar muy moderno pero, cuando vimos lo que decían los maestros, se nos pusieron los pelos de punta. Comentaban que las monjas eran todas unas putas y que los sacerdotes, unos ladrones que envenenaban a los niños. Y nos buscaron un sitio en el colegio de las Doctrinas Cristianas en donde hice excepcionalmente un curso. Mi padre deseaba que estudiáramos en colegios seglares y no quería que los conocimientos científicos, técnicos, gramaticales, se vincularan nunca a la piedad. Tampoco quería que ninguno de nosotros fuera militar. Era, según nos decía, el mayor disgusto que le podíamos dar.

- ¿Tan desengañado estaba de su carrera?

- En Jerez de la Frontera, en donde pasé mi segunda infancia, mi padre, capitán entonces de la Guardia Civil, tuvo un percance político misterioso por supuestas influencias masónicas. Fue en 1932 y estaba muy bien considerado y tratado. Era la autoridad máxima de la ciudad, pero lo detuvieron al ser denunciado anónimamente. Coincidió con la sublevación del General Sanjurjo contra la República. Mi padre se puso en contra de los sublevados. Al poco, se emitía una orden de detención contra él por su “actuación en contra de la República el día de la sublevación de Sanjurjo”, cuando había sido ensalzado en el Ayuntamiento por su actuación republicana. De ahí esa aversión a que sus hijos siguieran su camino militar.

- Lo extraño es que no se hayan podido descubrir a los instigadores de esta acusación.

- En “Memorias de un moderno Abel”, escritas por él mientras estuvo dos meses condenado en El Castillo, en Fuenterrabía, dice que sus propios hermanos le hicieron la traición. Escribió este libro, inédito, de doscientas páginas, para que, cuando sus hijos tuvieran uso de razón, descubrieran que hay que tener las miras más altas que las ordinarias. Pero no nos enteramos de esta obra hasta mucho después de su muerte.

Sus estudios.

- ¿En dónde desarrolló sus estudios?

- Primero, en Vitoria, en donde, a los nueve años, me preparé para el ingreso en el Instituto. Hice segundo curso y parte del tercero. Luego, una vez la guerra comenzada, fui a Lugo, en donde acabé tercero, cuarto, quinto y sexto. Allí me di cuenta de lo que era la ciencia, las matemáticas, la literatura, la gramática etcétera. Me coloqué en cabeza de toda la clase y después de cuarenta años de profesión ejercida, ya no sé qué he hecho, si letras o ciencias.

- ¿Cómo ve usted la separación entre los estudios de letras y ciencias?

- Disparatada. Enseñarle a un niño de tercer curso de bachillerato lo que son las derivadas, trigonometría, qué es un coseno o un radián es una barbaridad y no lo puede entender. Yo, que era el mejor de la clase, a duras penas lo entendía.

- Tras terminar el bachillerato, en Lugo, ¿a dónde se dirigió?

- Fuimos a Barcelona en donde destinaron a mi padre. Allí lo terminé, en el Instituto Balmes. El mejor profesor era el de literatura, don Guillermo Díaz Plaja. Yo disfrutaba en clase, tanto en matemáticas como en literatura. Cuando terminé la reválida, en el año 41, y me planteé el problema de elegir carrera, mi padre me dijo que podía hacer lo que me diera la gana, pero me aconsejó un mentor o preceptor, el doctor Roquer, un profesor de la Universidad Central quien me orientó y recomendó que estudiara o Arquitectura o Ingeniería de Caminos. Y decidí esto último. Mi padre consiguió el traslado y yo estudié en Madrid a partir de 1941. En dos cursos conseguí el ingreso. La carrera se desarrolló muy bien y acabé a los 23 años.

“Llegué a controlar 80.000 kilómetros de carreteras”.

- ¿Cuál fue su primer trabajo?

- En una empresa privada en la que me quedé ocho años. Es la misma que había empezado con los trolebuses, en Madrid, Grandes Redes Eléctricas, S.A., que trabajaba para la Empresa Municipal de Transportes. Después me pasé a la división de electrificación de ferrocarriles de toda España. Allí estuve de jefe de Obra en Miranda de Ebro (Burgos), en la electrificación catalana de Reus, en Tarragona, en San Vicente de Galders, y, por último, en Manzanares, (Ciudad Real). Fue un trabajo muy interesante, muy independiente, en el que la empresa depositó en mí toda su confianza. Luego me iban a ofrecer la dirección de la electrificación en Madrid y otros trabajos de la empresa en toda España. Pero yo ya había pedido el regreso al servicio activo, cosa que hice en 1957, y me destinaron a la Jefatura de Obras Públicas de Santander.

- ¿Conoció usted muchas jefaturas?

- Todas. En Santander estuve cuatro años. De allí me marché al Ministerio de la Vivienda, en Madrid, pues cada año trabajaba más y ganaba menos. Ahí estaba como director de proyectos y de construcción de la Gerencia de Urbanización que tenía polígonos en toda España. Recorrí todas las provincias y conocí a gente importante como al arquitecto Julio Cano Laso. En esa época me relacioné con más ingenieros y arquitectos que en toda mi vida. Ganaba dinero porque me pagaban más por los cinco hijos que tenía que por mi trabajo. Esos disparates de la vida...

- A mediados de los sesenta, cambia de nuevo de trabajo y se pasa a las carreteras.


- En efecto, me llamó el director de Carreteras de turno y me propuso ser Subdirector General. Éramos dos subdirectores y fueron siete años muy interesantes. Controlaba los 80.000 kilómetros de carreteras que había en todo el Estado español. En aquel tiempo, el Estado lo hacía todo: las proyectaba, las construía, las conservaba, las explotaba, las ampliaba... Se llevó a cabo la operación Redia que era convertirlas en vías normales pero con mejor trazado, quitando los pasos por las ciudades y ensanchándolas a doce metros, siete de calzada y dos cincuenta a cada lado de arcén, palabra implantada manu militari.

- Y a los siete años, usted va y lo deja todo. ¿Por qué entonces?

- Después de ese tiempo en el mismo puesto y ante la venida de las Comunidades Autónomas ya te aburrías y, además, los dos Subdirectores que había en Carreteras se iban a convertir en cuatro. Perdía valor e interés y se llegó a unos niveles de ordenación y de perfección muy estimables. De manera que no había aquí mucho más que hacer. Y, en 1971, me propusieron un hueco en la Jefatura de Madrid y me nombraron Jefe Provincial de Carreteras, lo que antes se llamaba Jefe de Obras Públicas en dicha provincia. En aquel momento se hicieron coincidir las divisiones de carreteras con las de las Comunidades Autónomas. Cada una de ellas tenía una demarcación de las carreteras del Estado de esa comunidad. En algunas, como en las catalanas, las del Estado se habían cedido en gran parte a la Comunidad Autónoma correspondiente y el Estado se había reservado, además, las grandes líneas de autopistas de peaje o alguna vía muy importante. En otras, había habido una cesión parcial. En cambio, en Álava o en Navarra, el Estado nunca había tenido carreteras.

-¿Aguantó mucho tiempo?

- A los catorce años, me echaron. Me buscaron las vueltas con motivo de la cesión del personal a la Comunidad Autónoma de Madrid. Me quedé apenas sin personal laboral y tenía que atender a los puertos de montaña con dotaciones escasas. Les dije que ya me quedaba poco tiempo de vida activa oficial, ya que se iba a adelantar la jubilación.

Amante de la filología.

- Usted contribuyó también en la elaboración de varios libros, como en el del Diccionario Técnico Vial de la Asociación Técnica de las Carreteras.

- Contribuí a la realización de la versión de ese diccionario, presidiendo la Comisión Delegada al efecto por la Junta Directiva de la Asociación. Lo dirigí y participé en la búsqueda e investigación de las definiciones y en la selección de las palabras aceptadas. Además ayudé en la exploración que se podía hacer con el español en América.

- ¿A qué se dedicó durante su jubilación?

- He dado clases como tutor telefónico para personas que trabajan en empresas constructoras que se dedican a hacer la conservación de las carreteras tanto del Estado como de las Comunidades Autónomas. Hay una fundación que se apoya en empresas privadas para hacer unos cursos COEX (conservación y explotación) por correspondencia y por teléfono. El año pasado tenía más de 600 alumnos en toda España. Era un trabajo muy agradable, con muy buenos libros y una comunicación telefónica fluida. Luego tengo colaboraciones personales privadas, especialmente de la costa de Levante, de amigos que me llaman.

- ¿Es cierto que uno de sus hobbies es la filología?

- Eso empezó en Lugo. Yo era el mejor alumno del profesor don José Filgueira Valverde. Cuando se marchó, vino un profesor que era muy soñador, también gallego, y nos explicaba la etimología de las palabras. A mí me gustaba. Cuando fui a Barcelona, en séptimo curso teníamos un profesor de latín tan bueno que, con 16 años, entendí lo que era la sintaxis. Entendí cómo se articulaba un lenguaje, para qué sirven las preposiciones, las conjunciones, los adverbios. Lo único que tiene sentido es el verbo, el sustantivo, el adjetivo. Son cosas llenas de contenido y, semánticamente, tienen peso. Es lo que da la verdadera faz a las lenguas. Todo eso me caló mucho: el origen, la etimología, el parentesco de las palabras... La verdad es que me hubiera gustado tener una sección en alguna revista. Pero nunca me dediqué a escribir. No tenía inspiración y sí manías perfeccionistas que nunca me dejaban satisfecho. Lo único que escribí es la vida de Jesús para mis hijos.

"Antes de abrazarlos, torpedeé los Cursillos de Cristiandad".

- Otra de sus vivencias fueron los Cursillos de Cristiandad. ¿Cómo llegó a ellos?

- Había llegado, a través de las Congregaciones Marianas, a relacionarme con la Acción Católica, cuando estaba Manuel Aparici Navarro de Consiliario. Estaba yo en el Consejo Superior que había organizado el viaje a Santiago de Compostela y Aparici me propuso que conociera los Cursillos de Cristiandad para organizarlos a nivel nacional desde aquí. Me aconsejó que hablara con Bonnín y con Monseñor Hervás que los habían montado en Mallorca. Me dijo que se trataba de un movimiento seglar muy importante que podía ser un revulsivo para los cristianos españoles. Me apunté a uno y eché un vistazo a los papeles pero no me acabó de convencer. Así que le llevé un poco la contra al Consiliario Nacional. Yo estaba muy liado con la profesión y me pareció que todo eso de cantar “De colores” era un poco monserga. Y los torpedeé. No me gustaba esa palabra de Cristiandad. Pensaba que ya estaba bien de sustantivos grandilocuentes. Así que me hice el rácano. Luego, se lo encargó a otro y funcionó. Diez años después de fallarle, estando yo destinado en Santander, casado y con dos hijos, se dieron unos cursillos de Cristiandad en los que el director de los mismos era el Presidente Nacional de Jóvenes de Acción Católica, Salvador Sánchez Teherán, que acababa de terminar la carrera de Caminos y que más tarde llegó a Ministro de Transportes. Hice esos cursillos y esta vez sí me convencieron.

- Es decir, que la primera vez no le gustan y la segunda, le convencen.

- Los prejuicios impidieron que la primera vez los aprovechara como era debido. Yo había visto las maniobras palaciegas que siempre se dan en todos los sitios. Pero los Cursillos me parecieron muy bien, un movimiento seglar importante. Por ellos pasaron personas muy interesantes a las que tenía un verdadero afecto: el abogado Pastor, director del Museo Municipal de Madrid y presidente de Acción Católica; Miguel García de Madariaga, Ingeniero de Minas; Manolo Sánchez García, catedrático de Derecho Laboral de Madrid...

- Cuándo volvió últimamente a Menorca?

- Hace unos tres años, fui con mi mujer para que la conociera. Ella es segoviana y Menorca le gustó mucho. Cuando mi madre murió, en 1978, comencé a recoger documentos, recuerdos, escritos, canciones, estampas, fotografías... Hablé con la diócesis de Menorca y me dieron documentación. Recopilé nombres y apellidos de pila. Unos, de Menorca; otros, de Baleares; otros, españoles y otros, franceses, así como cosas que mi padre escribió cuando lo procesaron en Jerez de la Frontera. Cosas curiosas, pero sin gran rigor histórico. Y escribí un libro no publicado titulado “Cosas de papá y mamá”. Pero, de hecho, dejé de convivir con los menorquines.

- ¿En dónde le gustaría que le enterraran, una vez muerto?

- Me da igual, en cualquier sitio.

- ¿Ser enterrado o incinerado?

- Me es indiferente. Como crean más cómodo, más sencillo y más práctico. Yo creo en la naturaleza y creo en Dios. Pero amo al ser humano. Y no haría otra cosa que impedir el sufrimiento. El patriotismo que he sentido de niño, el amor a la tierra chica no me coloca en el disparadero de despreciar a nadie por ser de otra cultura, de otra raza, de otra religión. Lo que sea cristiano y no sea humano no es cristiano. La prueba de fuego del cristianismo es la humanidad.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Miguel Fe Serra. General y director ingeniero de Construcciones.


Nace accidentalmente, el 30 de julio de 1926, en Mahón, cuando su padre, de Inca, un comandante de Intendencia, estaba destinado en Menorca. A los cinco años pasa a vivir a Mallorca de donde en realidad se siente. Cursa sus estudios de bachillerato en las escuelas de los Hermanos de La Salle. Uno de sus hermanos, veterinario, muere, y el otro, general de división retirado, reside en Son Sardina. El ha vivido casi siempre fuera de Mallorca. Cuando le entrevistamos, en marzo de 1998, vive apartado de Madrid, en un chalé de Santo Domingo, una urbanización residencial. En el despacho donde nos recibe, una serie de metopas cuelgan del muro. Representan los lugares por donde ha pasado. En sus años de Ingeniero Geógrafo estuvo de Subdirector General de Investigación en el Instituto Geográfico Nacional. Sobre otro muro, su título de bachillerato, el de Ingeniero Geógrafo y el de Doctor Ingeniero de Construcción. Cuenta con una pequeña biblioteca de libros mallorquines. Entre ellos, la colección de “Illes d'Or”, utilizada en contra de los que él llama “los nuevos ricos de la lengua”.

- ¿A quiénes se refiere con esta expresión?

- A los que, en su vida, no han tenido ninguna ilusión ni pretensión de hablar más o menos bien el mallorquín y ahora están inventando o introduciendo palabras catalanas que no hemos empleado nunca.

- ¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Mallorca?

- Los recuerdos de infancia son siempre maravillosos. Recuerdo con nostalgia los compañeros de bachiller, los amigos con los que todavía me reúno un par de veces al año y a los mismos profesores. No hace mucho estuve comiendo con dos hermanos de La Salle que habían sido profesores míos.

- ¿Qué estudios hizo usted?

- En Mallorca me preparé para ingresar en la Academia General Militar. Ingresé en la de Zaragoza y desde entonces no he vivido habitualmente en la isla. He mantenido todos los contactos que se pueden tener, pero pasé los cuatro años en la Academia. Y, tras un lapso de seis meses en la isla, me vine a Madrid a estudiar en la Escuela Superior Politécnica del Ejército. Soy Ingeniero de Construcción e Ingeniero Geógrafo y ya no me he movido de aquí.

- ¿En dónde estuvo destinado?

- En el Servicio de Construcciones Militares, una empresa para estatal que se dedica a hacer obras para el Ejército; en comandancia de obras, que es el organismo proyectista y director de las obras militares, y en la Escuela Politécnica del Ejército, como profesor de Vías de Comunicación, durante ocho años. Obviamente, en Mallorca no estuve, por ser mi Cuerpo muy reducido. Allí había dos ingenieros de mi especialidad. De manera que, pasados varios años, ya no me interesaba moverme de aquí.

- ¿Es muy diferente esta asignatura impartida en el Ejército, de la que se da en la vida civil?

- Nuestra teoría era la misma que la de la Escuela de Caminos y no había diferencias. Tal vez la puede haber en la orientación que se le da a la aplicación práctica. Los ingenieros militares no tenemos que hacer grandes autopistas, sino habilitar lo que está más o menos destruido o ampliar algunas carreteras de segunda categoría necesarias para la viabilidad de nuestros vehículos.

- ¿A qué edad consiguió usted el grado de general?

- A los 59 años, una edad normal en nuestro Cuerpo. Un coronel de infantería a esa edad pasa a la reserva y no puede ascender. Pero nosotros, por pertenecer al Cuerpo y no al Arma, tenemos tres años más de vida activa.

- ¿Y por qué prefirió el Cuerpo a las Armas?

- Mi vocación desde bachillerato era ser ingeniero. En aquella época esto representaba trasladarse a Madrid, vivir en pensión durante cuatro o cinco años para ingresar y era más gravoso de lo que permitía la economía de mi familia. Fue una manera de conseguir mi vocación sin ser gravoso para la economía familiar.

- ¿O sea, que se hizo militar más por necesidades económicas que por vocación?

- Sí, aunque tampoco me era tan ajena la profesión militar. Mi padre era comandante.

“El mallorquín no es belicoso”

- ¿Ha habido muchos militares mallorquines que hayan llegado a generales en España?
-Conozco a unos cuantos, pero no muchos. Cuando yo era teniente, dos de los capitanes mallorquines fueron posteriormente generales.

- En la Historia de Mallorca hay más bien políticos y, sobre todo, hombres de letras. Pero muy pocos militares...

- Pienso que el carácter mallorquín no es belicoso, sino más bien tranquilo y pacífico. Y, si se ha dedicado a la vida activa, ha sido a través del mar. El estar tan limitados les ha obligado a defenderse siempre que ha habido alguna necesidad de ello. Pero, en general, no han salido afuera a combatir. Es algo inherente a la influencia de la naturaleza sobre el individuo.

- Más que defenderse, el mallorquín ha asimilado cualquier conquista o cualquier derrota.

- Por supuesto, desde los fenicios, y pasando por todas las invasiones del Mediterráneo. Ahora absorbe a los alemanes. Aunque éstos no son fáciles de absorber. Si se agrupan, terminan constituyendo un ghetto que ya son.

- Un autor mallorquín como Ramón Llull ha escrito que no hay arte mejor para resolver cuestiones y destruir errores por razón natural que el Arte General, mediante el cual se pueden saber todas las cosas naturales...

- Es una frase de una gran verdad. Las guerras no han resuelto ningún problema a lo largo de toda la Historia. La manera de resolver problemas es discutir, convencer y enseñar.

- ¿Cree usted que esto es más difícil que el guerrear?

- Según para quién. El poderoso se cree que todo lo puede resolver con sus armas. El inteligente pretende resolverlo de otra manera.

- Se dice que quien posee muchas armas suele ser más belicoso que el que no las posee.

- El otro día estaban aquí unos sobrino míos de esa diáspora de los mallorquines que emigraron a los Estados Unidos, y los chicos me preguntaban: “Tío, ¿tú has estado en la Guerra?” Les decía que, afortunadamente, en España hace más sesenta años no hemos tenido ninguna guerra. Cosa que no se puede decir de los americanos, que han pasado por seis o siete. Me preguntaban por la razón de las mismas. Y les contestaba que seguramente estaban provocadas por los intereses económicos de sus empresas y por el hecho de vender armas.

La mejor defensa

- ¿Cree usted que la mejor defensa es el ataque?

- Si le contesto según las teorías militares, sí. Pero, si me atengo a mi opinión personal, debo decirle que la mejor defensa es tener razón y hacerla llegar al adversario.

- ¿Sabe usted si el presupuesto para Defensa es, en nuestro país, más elevado que lo que se destina al paro?

- No le puedo contestar a eso porque lo ignoro.

- Algunos países que no cuentan con Ejército opinan que cuanto más indefensos más seguro pueden sentirse.

- Yo, en cambio, pienso que la política del pacifismo pasa por un Ejército poderoso o por meterse en un bloque en el que alguien le defienda. En este mundo actual hay que estar en condiciones de repeler al que no piensa que lo mejor es convencer. O tengo armas, o soy la sombra de alguien que las tiene.

- Pero ¿hay bloques de defensa de este tipo?

- Pensemos que sí. Porque yo no creo que, si se hace algún día, el Ejército europeo, tenga ánimos de expansión ni de atacar, sino de protegerse de otros poderes ambiciosos.

- Ramiro de Maeztu escribe en “El sentido reverencial del dinero” que “la vida no es el verano de San Sebastián, sino perpetua centinela, y ser es defenderse, y dejar de defenderse es ya como dejar de ser”.

- Ramiro de Maeztu tal vez tenía un sentido algo militar de la vida, y quizás este fuera el leiv motif de su ideario político de aquellos años. Yo lo encuentro demasiado rígido y estricto.

- ¿En qué año se retiró usted?

- Me retiré o me retiraron en 1989, pero sigo siendo general.

- General, en todo caso, sin tropa ¿Qué hace, desde entonces?

- En este momento estoy muy ocupado con una promoción de viviendas. Gestiono un bloque y estamos en el momento más interesante. Durante años, he estado ocupado en la gestación de este proyecto.

Los mallorquines venden hasta su misma alma.

- ¿Va usted a Mallorca de vez en cuando?

- Siempre que puedo. Un par de veces al año. Cuando mis cuatro hijos eran pequeños, íbamos todos los veranos pero ahora que ya se han emancipado vamos cuando queremos. Generalmente, aprovechamos cuando no hay tantos turistas. Por ejemplo, en enero, en la época de calma. Nos pasamos quince días o un mes, y hacemos un turismo un tanto sui géneris. Como por ejemplo, visitando las ermitas de Mallorca o los monumentos megalíticos.

- ¿Cómo ve usted, desde la distancia, la situación social y económica de la isla?


- Muy bien, siempre que los mallorquines no se dejen llevar por el ansia del dinero. En mi opinión, venden demasiado. Una cosa es prestar servicios y la otra, que es lo que está ocurriendo, vender sus fincas, sus casas y su misma alma. Les dan demasiada importancia al dinero contante y sonante y han perdido en este momento el sentido de la propia propiedad. Ahora se habla mucho de las culturas, de las raíces. Pero las raíces son también las tierras que pisamos. Y muchos las están vendiendo.

- ¿Piensa usted volver algún día a Mallorca?

- No. Pienso que mis cuatros hijos, y mis cinco nietas son suficiente atadura. Además, me encuentro muy bien en esa casa que tengo. En Mallorca tengo a todos mis parientes y sigo un poco la actualidad por medio de conversaciones telefónicas y la televisión.

- Cuando usted muera, ¿le gustaría que le llevaran allí para ser enterrado en su isla?

- No lo tengo decidido, pero, desde luego, no quiero dar la molestia de que me lleven allí. No soy tan trascendente. Una vez muerto, se acabó mi cuerpo. Sí tengo fe en la otra vida, pero no en la pervivencia de mi cuerpo.

lunes, 22 de agosto de 2011

Manuel Elices Calafat. Catedrático y director del departamento de Ciencia de Materiales en la Politécnica de Madrid.



Nace el 2 de abril de 1938, en Mahón, en plena Guerra Civil. Se cría en Menorca de la que no sale hasta que tiene que pasar su examen de reválida de bachillerato, en Barcelona. Es hijo único y sus padres le apoyan en todo momento. Se desplazan con él a Madrid, en donde estudiará Ingeniería. Saca el número 1 de la Promoción de Ingenieros de Caminos, en 1963, y se licencia, un año más tarde, en Ciencias Físicas, con sobresaliente. En 1966, consigue el doctorado en Ingeniería, con sobresaliente Cum Laude y Premio Extraordinario.

Nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Navarra y por la de Carlos III, es el único balear que forma parte como Académico de número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Física y Naturales. Miembro de la Academia Europea y académico de número de la Academia de Ingeniería, desde 1995, es el promotor y director de la carrera Ingeniero de Materiales de la Universidad Politécnica de Madrid. Dirige el Departamento de Ciencia de Materiales y crea el Grupo Español de Fractura. Posee innumerables condecoraciones y premios como la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Caminos (1995), la Medalla de Oro de la Real Sociedad Española de Física (2006), el Premio Ramón Llull (2000) y el Ministerio de Educación y Ciencia le otorga el máximo reconocimiento con el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología, Leonardo Torres Quevedo (1998). Desde el 2004, es Académico de la National Academy of Engineering (de momento el único ingeniero español) y, desde 2008, Académico de la Real Academia de Doctores de España.

Pero Manuel Elices sigue siendo un menorquín que añora su isla y el mar que la rodea. En 1994, recibe la Medalla de Oro de la Ciudad de Mahón. Y, entre sus hobbies, sobresale el de la fotografía submarina. Las paredes de su despacho y de su departamento están decoradas con hermosas vistas y paisajes del fondo del Mediterráneo que él mismo ha captado en sus horas de ocio.

Ha colaborado en Universidades de Europa, América y Asia. Ha cosechado premios nacionales e internacionales y ha trabajado en diversos campos (Física, Química e Ingeniería). Sus actividades se reflejan en trescientos artículos y en diez libros publicados, habiendo colaborado en otros ocho. Elices ha ido más allá de la docencia y de la investigación, habiendo realizado una labor creativa con contribuciones significativas al progreso de la ciencia. Le entrevistamos en julio de 1998, en su despacho de la Universidad.

- ¿Cómo fue su infancia y adolescencia, en Menorca?

- Nací en Mahón. Viví muy feliz, en Alayor, con mis padres, desde los tres hasta los nueve años. Después, nos trasladamos a Mahón para que pudiera estudiar el bachillerato. Cursé el bachillerato con buenas notas y mis padres decidieron apoyarme para que estudiara una carrera universitaria de ingeniería en Madrid.

- ¿Tenía usted claro qué ingeniería iba a estudiar?

- Al principio, no. Tenía predilección por la Física, las Matemáticas y sus aplicaciones. Creo que fue la herencia de los magníficos profesores que tuve en el Instituto de Enseñanza Media de Mahón. Llegué a Madrid con una beca para estudiar Ingeniero Aeronáutico, de dos o tres mil pesetas al año, que era más una ayuda moral que económica. Al poco tiempo, después de varias conversaciones que tuve con profesores y compañeros, decidí estudiar Ingeniero de Caminos en la única escuela abierta en aquella época en España.


Número 1 de la promoción.

- ¿Nunca tuvo dudas?

- A mediados de la carrera, tuve algunas, como tantos estudiantes. Me gustaba la parte artística de la Ingeniería y quise explorar la carrera de Arquitectura; pasé dos años dibujando en la Academia López Izquierdo y aprobé el dibujo pero no continué por falta de tiempo y porque la atracción por los aspectos más básicos fue más fuerte. Me matriculé en la Facultad de Ciencias Físicas y simultaneé las dos carreras. No fui mal estudiante; acabé Caminos en 1963 con el número 1 de la Promoción.

- ¿Recuerda el nombre de alguno que haya terminado con usted?

- Varios compañeros de promoción son catedráticos en la Universidad Politécnica y en la Universidad Autónoma de Madrid, como Fernando Flores Sintes, catedrático en esta última. Otros han sido Directores Generales y la mayoría ocupan altos cargos en empresas de Construcción.

- ¿Y la carrera de Ciencias Físicas?

- La terminé al año siguiente, en 1964. De esta promoción sí hay nombres conocidos: Javier Solana, ex ministro de Asuntos Exteriores y ex Secretario General de la OTAN; Juan Rojo, ex secretario de Estado; Félix Vidal, al que le concedieron el Premio Nacional de Investigación; Miguel Ángel Aguilar, conocido periodista, y muchos otros que son catedráticos de Universidad y científicos prestigiosos.

- ¿Qué hace en 1964, recién terminadas estas carreras de Caminos y de Físicas?

- Recuerdo que, a los pocos días de acabar esta última carrera, recibí una generosa oferta de trabajo de don Eusebio Lafuente, otro isleño en Madrid que era director de FECSA. Le agradecí su oferta y le comenté mis proyectos de acabar Físicas y encarrilar mi vida por otros derroteros. No sé muy bien lo que le dije, pero él siempre recuerda con cariño mi carta.

- ¿En dónde empezó a trabajar?

- En el Laboratorio Central de Obras Públicas, por pura casualidad. En aquellos años, el director del Laboratorio también era el director de la Escuela de Ingenieros de Caminos. Al acabar los estudios, fui a despedirme de él y, al agradecerle las atenciones que había tenido conmigo durante la carrera, sorprendentemente, me ofreció un puesto de profesor ayudante en su Cátedra de Resistencia de Materiales y un puesto de trabajo en el Laboratorio Central, con la tentadora proposición de que podía estudiar lo que quisiera. No lo dudé y quedé atrapado en Madrid a pesar de mi añoranza por las islas.

-Seguía teniendo usted una gran tendencia a volver a ellas.

- La tenía y la tengo, pero los acontecimientos se desarrollaron con tanta rapidez durante estos primeros años que mi vida profesional se ha fundido en este gran crisol que es Madrid. A los 30 años obtuve, por oposición, la Cátedra de Física en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid. Durante algún tiempo, me fue posible simultanear la docencia en la Universidad y la investigación en Obras Pública, pero, a partir de 1975, opté por quedarme en la Universidad, con dedicación exclusiva, en el departamento de Ciencia e Ingeniería de los Materiales.

Pionero en la Ciencia de los Materiales.

- Otros hubieran cortado con la Universidad, quedándose con su trabajo en Obras Públicas. Pero usted no lo hizo, aún sabiendo que perdía dinero. ¿Por qué?

- Fue una decisión vocacional, ya que difícilmente podría darle otra justificación. Los primeros años fueron muy duros; en las Escuelas de Ingeniería no había una tradición investigadora y tuve que enfrentarme con la incomprensión y con la ingente tarea de levantar un Departamento Universitario en un ambiente que no era propicio. Después de casi 30 años, tenemos un departamento cuyo prestigio está reconocido internacionalmente y que ha irradiado profesores por toda la geografía española. Lo mejor del mismo es el capital humano. En el equipo, hay presencia balear: Tengo la suerte de contar con un colaborador excelente, Jaime Planas, mallorquín, catedrático e Ingeniero de Caminos. Un investigador de gran prestigio internacional. Igualmente, se incorporó Cristina Roselló, mallorquina e Ingeniero Industrial, que estuvo realizando la tesis doctoral. Pero, una vez que hubo terminado, se inclinó por la gestión empresarial. En estos momentos trabaja en el Banco de España.

- ¿Cuál es la línea desarrollada durante estos treinta años en su departamento?

- Hemos trabajado en casi todos los campos; experimentamos con aleaciones para la industria nuclear, aceros para la construcción civil, hormigones, materiales cerámicos de altas prestaciones, materiales compuestos para usos espaciales, y estudiamos el comportamiento de biomateriales para implantes, en colaboración con el Hospital de La Paz. La característica de nuestras actividades es la Mecánica de la Fractura, disciplina en la que hemos sido pioneros en España, y se ha alcanzado un reconocimiento internacional.

- ¿Y en la actualidad?

- En estos momentos dedico gran parte de mis esfuerzos a promocionar una nueva carrera que he gestado: Ingeniero de Materiales. Es una carrera superior, de carácter horizontal que, sin duda, será muy provechosa para el sector industrial. Se ha dicho que el bienestar económico y social de un país depende de su nivel de ingeniería de Materiales. No hay duda de que esta ingeniería tiene un gran protagonismo en las industrias del automóvil, de la construcción y de la electrónica.

- Una carrera que también se estudia, suponemos, en otros países.

- El departamento no sólo ha irradiado profesores por toda la geografía española, también en Argentina, Chile y Egipto. Estos estudios se han iniciado, recientemente, en Inglaterra, Alemania y Francia. También en algunas universidades de los Estados Unidos y Japón.

- ¿Y cuentan con muchas solicitudes para poder cursarla?

- En el año 1998, empezó la tercera promoción y recibimos unas cien solicitudes. Se limitó la matrícula a cuarenta alumnos, debido a la falta de recursos en la Universidad Politécnica. Sin embargo, debo indicar que todos los egresados se han colocado. Nuestro país difícilmente será competitivo en la industria aeroespacial o en electrónica avanzada, pero lo podemos ser en los materiales más usuales, si sabemos producirlos más baratos y con más calidad que nuestros competidores. Esto requiere unos conocimientos muy sólidos que tratamos de impartir a los futuros ingenieros. Hemos redactado el Libro Blanco de la Titulación de Ingeniero de Materiales y empezado el nuevo Grado, siguiendo las directrices de Bolonia. En 2009, se matricularon 50 alumnos. En 2010, cien. Esta carrera ya se imparte en doce universidades.


Experimentos sobre los hilos de las telas de araña.

- ¿Cuáles son los descubrimientos más importantes que se han llevado a cabo en su departamento?

- Desde el punto de vista experimental, hemos medido propiedades en condiciones extremas que han permitido descubrir nuevos aspectos del comportamiento de los materiales. Desde el punto de vista teórico, las contribuciones más interesantes se han producido en el campo de la Mecánica de la Fractura. Hemos contribuido a que se conozca mejor este fenómeno y hemos proporcionado herramientas de cálculo para que los ingenieros hagan los coches, los aviones, las presas, los puentes o, simplemente, los objetos cotidianos más seguros. Entre los logros a destacar en el campo de la Ingeniería, aparte de haber fomentado el área de la seguridad estructural mediante la creación de la Sociedad Española de Seguridad Estructural hace ya 28 años, cabe destacar las investigaciones realizadas sobre el comportamiento de los depósitos de hormigón pretensado para almacenar gas natural licuado, que se han plasmado en normas internacionales para el control de estos materiales, y los estudios sobre fractura de hormigones, que también se citan en las normas internacionales.

- ¿En qué está trabajando en estos momentos?

- Con un material fascinante: el hilo de la tela de araña. Una red de pesca con las propiedades del hilo de la tela de araña podría “cazar”, sin romperse, un avión en vuelo. Estos hilos poseen propiedades extraordinarias y su fabricación es un prodigio de ingeniería. En este proyecto estamos colaborando con la Universidad de Oxford y con el centro de DuPont, en Delaware, EE.UU.

- Cuando se habla de materiales, la gente piensa enseguida que se trata del acero o el hormigón. Pero, por lo visto es mucho más amplio...

- El progreso conseguido en la Ciencia de Materiales permite abordar el estudio de materiales aparentemente muy distintos, porque ya se conocen los fundamentos de esta Ciencia y se ha visto que los principios básicos son los mismos para todos los materiales. Los materiales más complejos son los biológicos. Los biomateriales están destinados a desempeñar un importante papel en los próximos años en todos los campos de la tecnología –no sólo en el área de la salud– debido a sus propiedades excepcionales. En julio del 98, organizamos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo un curso sobre biomateriales, con especial énfasis en la reparación de tejidos humanos: piel, vasos, tendones y huesos. Conté con la ayuda de prestigiosos científicos de EE.UU., de Inglaterra y de España.

- ¿Colaboran ustedes también con el Ministerio del Ejército?

- Para fomentar la Investigación y el Desarrollo, la Comisión Interministerial decidió integrar, hace varios años, las actividades de doble uso de I+D del Ministerio de Defensa con las actividades de I+D de los Ministerios de Industria y de Educación. Para ello formó una Comisión Interministerial de la que fui secretario y que luego se disolvió por razones que desconozco.

- ¿Cuál era el objetivo de esta Comisión?

- Fomentar la sinergia entre los tres ministerios para tecnologías de aplicación civil. Por ejemplo: los sofisticados sistemas de detección de infrarrojos que llevan los misiles pueden utilizarse, con provecho, en las torres de vigilancia para evitar incendios forestales o en sistemas de alarma. Otros ejemplos: algunas tecnologías electrónicas de tratamiento de imágenes, usadas por el Ejército, se pueden traspasar a la biomedicina para el diagnóstico precoz de enfermedades.

Turismo e ingeniería.

Cuando nos entrevistamos con Elices Calafat, nos extrañó la falta de colaboración de la Universidad Balear con su larga experiencia científica, pericia y erudición. Su respuesta fue la siguiente:

- Mi relación con la Universidad Balear debería matizarse. He intentado acercarme en repetidas ocasiones. En el 2000, organicé un curso internacional, patrocinado por la Unión Europea, sobre fibras de altas prestaciones. He intentado establecer cursos de doctorado. He ofrecido mi ayuda en temas de investigación, pero siempre sin éxito. Además, desconozco la situación de la Universidad Balear con la que no he tenido contactos. Para contestar a su pregunta hacen falta datos sobre el empleo, sobre la industria balear y sobre qué sectores piensan desarrollar los políticos durante los próximos años, sólo así se podría explorar la necesidad de implantar alguna ingeniería. Pero, con el despertar de las Autonomías, las universidades proliferaron como setas por toda España y se han creado carreras más por presiones políticas que por necesidades reales.

- De cara al turismo, ¿se podría añadir alguna carrera más?

- Recuerdo que, hace unos años, El País publicó un editorial pesimista donde decía que, para el año 2000, la mitad de los españoles se dedicaría al turismo (era más crudo. Decía: serán camareros) y la otra mitad estaría en el paro. Sólo una planificación inteligente, basada en datos reales, puede alejar este futuro sombrío. Debería ser una ingeniería relacionada con las infraestructuras o como soporte de los servicios.

- Durante muchos años usted ha sido consejero del CDTI (Centro para el Desarrollo Técnico e Industrial del Ministerio de Industria) y ha podido pulsar, mes a mes, la realidad industrial de nuestro país. ¿Se atrevería a analizar algunos hechos como la venta de compañías españolas a multinacionales extranjeras?

- He visto, con tristeza, cómo prósperas empresas de alimentación, de farmacia, de materiales, etcétera, que se habían creado con un gran esfuerzo y, algunas veces, con dinero público, se cerraban o vendían a compañías multinacionales. Analizar estas situaciones no es simple, pero, en algunos casos, estas decisiones se tomaron después de haber seguido una política de I+D equivocada. Por cierto, durante mis primeros años en el CDTI, el director era Jaime Vallori, un ingeniero aeronáutico mallorquín que tuvo una visión muy clara, y, para mí, muy acertada, de cómo dirigir una política de I+D.

Más tarde, al confirmar que el Índice Doing Business, dependiente del Banco Mundial, medía detalladamente desde hacía años el grado de facilidad para hacer negocios en 183 países, en el que los datos de España no eran nada halagüeños, ni por la evolución de nuestro país, ni por su posición actual respecto a países de nuestro entorno, comprendimos el alcance de las palabras de Elices Calafat. Hoy, a nivel global, España está clasificada en el número 62 en facilidad para hacer negocio en 2010, habiendo perdido 11 posiciones respecto a la edición anterior (en la que ya teníamos una clasificación más que discreta), muy lejos de la posición que nos correspondería, siendo nuestro país una de las principales economías del mundo. Esto quiere decir que para los analistas del Banco Mundial hoy es preferible emprender un negocio en países desarrollados como Estados Unidos, Reino Unido, o Japón. Pero también otros países como Corea, Suráfrica, Chipre, Tonga o Mongolia están por delante de nuestro país en la clasificación de la facilidad para emprender y hacer negocios.

“Bucear es como estar en otro mundo”

- Me decía usted que siempre le ha gustado volver a la isla en donde nació.

- Y vuelvo siempre que puedo, varias veces todos los años. Desde que acabé la carrera, no he faltado ningún año. Trato de agrupar varias fiestas y algún puente para viajar a Menorca. No voy de vacaciones, sino a vivir días de mi vida. Aprovecho que resido en el campo y que no tengo teléfono para escribir, preparar clases y, en fin, para trabajar con la calma que no tengo en Madrid. Además, desde que era estudiante, practico mi gran afición: la fotografía submarina. Todas las fotografías que ve en mi despacho las hice en los fondos de la costa menorquina. Tengo el Departamento colonizado con fotos submarinas.

- ¿En dónde se sumerge? ¿En los alrededores de Menorca?

- Como Menorca es pequeña, cuando sopla viento de Tramontana, puedo bucear en la costa sur y al revés. No tengo barca y me acerco a la costa en coche. Lo más pesado, a mi edad, es transportar todo el equipo –botellas, plomos, cámaras, focos– hasta la orilla. Una vez dentro del agua, es como estar en otro mundo. También tengo buenos amigos buceadores que me ayudan. Fotografío peces e invertebrados marinos que han servido para la Enciclopedia de Menorca, que dirige mi buen amigo José M. Vidal Hernández. La flora y fauna submarina se van degradando de año en año y las autoridades deberían tomarse más en serio su protección, como han hecho en Cataluña con las islas Medas, antes de que sea demasiado tarde. Con la moda del buceo, los turistas arrancan las pequeñas estalactitas en las cuevas sumergidas, haciendo un daño irreparable. En pocos años, he visto maravillosas cuevas completamente expoliadas y que nunca más volverán a ser como antes.

- ¿Es usted soltero o casado?

- Estoy casado y tengo tres hijas; dos, médicos y la tercera acabó Ingeniería de Telecomunicación y me ha dado tres nietas. Mi mujer es casi farmacéutica y casi menorquina. Aunque nació en Madrid, la familia de su madre es de raigambre menorquina. En Mahón vive mi madre y dos hermanas.

- ¿Nunca ha pensado en la posibilidad de ganar un Premio Nóbel de Materiales?

- Iba a ser difícil porque este premio no existe, como tampoco existe un Nóbel de Matemáticas.

“Me gustaría morir con las botas puestas”.

Desde hace dos años, Manuel Elices Calafat vive jubilado, pero sigue trabajando con la misma ilusión que en años anteriores.

- ¿En dónde le gustaría morir?

- Esta pregunta me deja un tanto perplejo... La verdad es que hasta ahora no me lo había planteado. No lo sé..., pero, de contestarle algo, le diré que desearía hacerlo trabajando, es decir, con las botas puestas. Si, además, puedo estar contemplando el Mediterráneo y nuestro cielo, con sus nubes o sus estrellas, mucho mejor.

- Morir trabajando: un bello y utópico final.

- Le cuento lo de seguir trabajando porque, en estas épocas, un científico raramente trabaja en solitario, sino en equipo. La jubilación, en la Universidad, puede significar el aislamiento y en la Ciencia de los Materiales es difícil avanzar inmerso en la soledad. Un artista puede seguir siendo creativo frente a un papel en blanco –con su pluma, sus pinceles o su piano– pero el científico no puede estar solo y necesita un cierto entorno para producir.

Manuel Elices nos enseña, orgulloso, el Laboratorio y lugar de trabajo, con sus equipos para ensayos mecánicos, microscopios, ordenadores... Fue el introductor en España de la Mecánica de la Fractura que estudia la fisuración y la rotura de los materiales (hormigón, roca, cerámica...). Muchos dispositivos se han fabricado en el Taller del Departamento para ensayos muy específicos. Observamos un cañón de gas junto con una cámara fotográfica donde se pueden hacer varios millones de fotografías por segundo; hornos para ensayar materiales a 1.400 grados y aparatos láser para medir las deformaciones dentro de ellos; criostatos para ensayar temperaturas bajísimas, a más de 200 grados bajo cero, como en el espacio exterior...

“No es fácil adaptarse a la vida sacrificada del científico –reconoce Elices–. Y, para sobrevivir, hace falta una fuerte vocación. Esta realidad está agudizada en nuestro país donde el científico tiene un escaso reconocimiento social. Sus logros contribuyen al bienestar de todos, pero no gozan de la misma popularidad y menos con la misma renta que los artistas o futbolistas de moda”.

Siete años después estas declaraciones, la Academia de Ingeniería de Estados Unidos le nombra miembro de número, en la sección de académicos extranjeros. Lo que le honra y llena de satisfacción, entre otros motivos por ser el primer (y, hasta la fecha, el único) español (y balear) que lo recibe. Pese a ello, ni la Universidad Balear y ni el Consell habían contacto hasta esta fecha con Manuel Elices.

Tras diez años como carrera superior de segundo ciclo, hoy, la nueva carrera de Ingeniero de Materiales ya se imparte en trece universidades españolas. En estos momentos ha entrado en la recta final; la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) ha encargado a Elices que estudie su transformación en un titulo de grado, en sintonía con las directrices de Bolonia. “Confío en que así sea, pues se trata de una carrera interdisciplinar, propia del siglo XXI, que reforzará el tejido industrial y creará muchos puestos de trabajo ya que contempla no solamente los tradicionales materiales estructurales, sino, también los materiales funcionales, nanomateriales y biomateriales”

Hace dos años, La Enciclopedia de Menorca publicaba un volumen sobre Peces, (Tomo V, Vol. 1 y 2) en el que Elices colaboró con el biólogo Luis Cardona Pascual, menorquín y autor del texto. En dicha enciclopedia hay más de 250 fotografías submarinas, seleccionadas entre las más de 2.000 que Manuel Elices hizo personalmente, durante los últimos años.