jueves, 30 de junio de 2011

Victoriano Anguera (IV) “Para ser banquero o poeta se tiene que nacer como tal”.


- Usted también trabajó en varios bancos. ¿Cómo fue esta experiencia?

- Estuve muy vinculado con Banesto, antes de la llegada de Mario Conde. Siempre tuve con ese banco unas responsabilidades culturales y un part-times, porque a lo que me he dedicado y de lo que he vivido siempre es de nuestro despacho de abogados. Durante cierto tiempo, fui vicepresidente del Banco Comercial Paraguayo, en Sudamérica, en el que participaba Banesto. Me pasaba cuatro semanas aquí y una allá. Tenía que visitar parte de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Al principio, me gustaba mucho porque viajaba y veía países hermosos. Pero, a los ocho años, me llegó a cansar. Es la diferencia que hay entre una obligación y una devoción. Aunque a mí la banca siempre me ha interesado. Es un mundo curioso en el que hay que estar muy anclado profesionalmente. Es como la profesión de poeta que, para desarrollarla, se tiene que nacer. Hasta tal punto que, durante unos años, estuve representando la banca intermedia, pero siempre dentro de los temas jurídicos.

- Usted sostiene que, para ser banquero, se tiene que nacer. ¿También para ser abogado o político?

- Tanto el político como el profesional se hacen. Los caminos son muy distintos, pero, concretando, yo creo que la política, quiérase o no, con mayúsculas o con minúsculas, es un arte. En una frivolización del término, es lo que los franceses dirían “le grand jeu”. Es un juego que tiene que ser enormemente noble, con una dedicación muy importante, y en el que la gente que tiene responsabilidades tiene que estar imbuida en un concepto de responsabilidad con mayúsculas. Y eso comporta un gran sacrificio. Yo no sé si la política se puede transformar en profesión, pero, en Europa, ya se acepta sin ningún desdoro que un político llegue a ser un profesional de la política. No puedes estas en ambas partes. Y, en muchas ocasiones, he oído lamentaciones de que se deberían mejorar mucho los cuadros políticos, contando con buenos profesionales y empresarios. Pero mucha gente no quiere o no puede dar un paso que le comportaría grandes sacrificios y renuncias.

- Veo en su biblioteca un tema que se repite: la relación Catalunya España.

- Me interesa muchísimo. Como muestra, estoy leyendo un interesante trabajo de Jordi Pujol en un número de Cuadernos de Política Exterior sobre el futuro de las naciones

- Desde su punto de vista personal, ¿cómo ve usted los nacionalismos?

- Me parece que es Porcel en “Mediterráneo” quien habla, en uno de sus últimos libros publicados, del historiador Braudel. Éste nos indica que el no definir te abre horizontes inesperados. Sería cómodo no definirse. No es que rehuya la definición, pero me basta con el artículo 2 de la Constitución. Ésta se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades que la integran. De todas formas, reconozco que la terminología es confusa y que se puede proceder a una clarificación. Algunos confunden Nación con independencia, al interpretar que el fin del nacionalismo es la independencia y, en este sentido, la acción política de algunos partidos nacionalistas es como poco ambigua. Eso siendo ingenuos y bien pensados, cosa no aconsejable en política. Pero nosotros somos espectadores de la “mundialización” y este fenómeno comporta como poco el problema de armonizar la “voluntad de mantener la identidad nacional con la voluntad de integración en entes supranacionales”.

- Y todo esto, proyectado en los nacionalismos, ¿cómo se come?

- Es difícil y complicado de digerir. Por ejemplo, en el caso de Catalunya, veo una dinámica de doble lenguaje. Quizás mi percepción sea provisional, pero me parece que Pujol –político muy dotado e inteligente– adoptó últimamente posiciones de Cambó, cosa que, si es así, sería, a mi modesto juicio, muy positiva. Creo que el esfuerzo de avenencia de Pujol se contrapone con una mala presentación fuera de Catalunya. Y esto que seguramente es injusto, es real y nocivo para la imagen de Catalunya, y tensa innecesariamente las relaciones de gobernabilidad. Dentro de Catalunya hay que reconocer los grandes logros políticos, económicos y culturales. Sin embargo, existe una sensación de crecer hacia adentro y de empequeñecer lo que siempre fue país abierto. Como ejemplo, algunos amigos de la Universidad de Barcelona –que no son precisamente antinacionalistas– me comentaban que había disminuido la calidad de la selección de profesores y catedráticos. Antes era una selección en base de treinta y muchos millones y ahora lo es en base de sólo siete millones.

- ¿Y la lengua catalana?

- Pienso que la revitalización del catalán y del mallorquín por sí mismos es positiva. Lo que me parece negativo es caer en imposiciones por vía normativa. El Boletín Oficial de turno no puede crear hábitos y obligaciones de lenguaje.

Mañana: Victoriano Anguera (V) Dalí y Miró

miércoles, 29 de junio de 2011

Victoriano Anguera. (III) El instinto del cambio y su etapa política.


El Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de Gerona, Victorino Anguera, inaugura el 19 de septiembre de 1972 el abastecimiento de agua potable en Cadaqués.


Si en algo están de acuerdo quienes trataron a Anguera Sansó fue en que murió como vivió: con discreción. Tras la victoria de la UCD, el ministro de Sanidad, Enrique Sánchez de León, su amigo del alma desde los tiempos del Colegio Mayor José Antonio, en Madrid, le nombró subsecretario de Seguridad Social y le encomendó la tarea de reestructurar el organismo con las tres figuras que aún hoy, con ligeras variaciones, se mantienen: el Insalud, el Instituto Nacional de la Seguridad Social y el Imserso. Anguera tenía tablas para acometer la tarea. Antes de llegar a Asturias como gobernador civil, este mallorquín se había recorrido buena parte de la geografía española en distintos puestos. Fue inspector de Trabajo en Guipúzcoa, Ceuta y Melilla; delegado de Trabajo de Castellón, Valencia y Barcelona y gobernador civil de Gerona (1969-1974). Durante su estancia en Asturias, quienes le trataron aseguran que no se arrugó ante las dificultades en aquellos años de la Transición. Subrayan que se preocupó por conocer los problemas de aquella Asturias de los setenta, y si un término definía a aquel joven de aspecto atlético, era el de «suarista». Lo corrobora el abogado asturiano, Francisco Ballesteros, en 1974 subsecretario general del Movimiento. Ballesteros era devoto del asturiano Torcuato Fernández-Miranda y el mallorquín apoyaba ciegamente al avileño que capitaneó la Transición.

Quienes le conocieron de cerca aseguran que trató con mano izquierda a quienes alteraban el frágil equilibrio social. Era hombre tranquilo, de despacho, de exquisitos modales, que ganaba en las distancias cortas. Simpático con sus amigos, pero algo distante en público. Así lo definen Enrique Sánchez de León y Jesús Ladero, jefe de Recursos a la sazón en el Ministerio de Trabajo. Florentino Quirós, el hostelero ovetense y actual propietario de la Cava de Floro, le sirvió más de una fabada en un anterior negocio. Al personal del restaurante le fascinaban las buenas formas del matrimonio Anguera-Gual, padres de cinco hijos. En Madrid la familia se instaló en la colonia de El Viso. En 1978, una crisis de Gobierno obligó a Sánchez de León a cesarle. Anguera se retiró de la política y se dedicó a la abogacía en un despacho abierto en Madrid. Una vez a la semana acudía a la cita con el club Rotario de Madrid-Puerta de Hierro. A él se le debe que, en 2009, el Ministerio del Interior separase en el Registro a rotarios y masones, como señala Bernardo Rabassa. A esas reuniones de rotarios no faltaba Sánchez de León, que recibió como un mazazo la muerte de su amigo. “Tuvimos vidas paralelas. Nos casamos el mismo año, hicimos la misma oposición, igual número de hijos”... En la entrevista que mantuve con él en el 2000, le preguntaba por su etapa política.

“La política –me contestaba–, en la época en la que yo viví, nació con el Frente de Juventudes. A mí me cazaron por el fútbol. Jugaba de defensa cuando estudiaba con los Jesuitas y luego tuve oportunidad de seguir jugando en unas competiciones. El fútbol me sigue gustando pero ya no juego. Los médicos me presionan para que haga cierto deporte. Lo político y la política me siguen fascinando. Ahora estoy, como Ortega, de espectador. Pasé catorce años en la vida pública. Pienso en ello y ahí están. Pero ni estoy anclado en el pasado ni renuncio a nada".

- ¿De qué manera contribuyó usted a la Reforma?

- Personalmente, siempre me he sentido un reformista. Por ello aprecio en todo su valor el periodo histórico de la Transición. Pienso que es bueno que la gente se sienta alguna vez servidora del Estado o de la sociedad, aunque, en algún momento, hay que decir: “Ahí termina un ciclo vital y empiezo otro”. Sobre todo porque creo que esto que se llama el “instinto del cambio” tiene que operar activa y pasivamente. De la misma manera que creo que la sociedad tira a los gobernantes que ya duran mucho. Una vez aprobada la Constitución y prácticamente embocada la Transición, yo quería ocuparme de las cosa profesionales y lo he hecho plenamente, sin llegar a padecer nunca el llamado síndrome de abstinencia política. Se podrá o no estar de acuerdo, pero La Corona, Adolfo Suárez y muchas personas que estuvimos colaborando honestamente y después nos marchamos voluntariamente a casa, a nuestras profesiones y a nuestros trabajos, contribuimos a la gran Reforma en la que se asienta la sociedad democrática de la España del siglo XXI.

- ¿Cuándo comenzó propiamente su carrera política?

- En noviembre de 1969, al pasar de Delegado de Trabajo de Barcelona a Gobernador de Girona. Era joven, con ese entusiasmo que te hace trabajar con ilusión y también cometer errores. Es el momento en que surgen en mi vida personajes como Dalí, Pla, Miguel Mateu o Joan Pons, cuyo conocimiento y trato es enriquecedor. Allí pasé cinco años y después, me dirigí a Asturias

- ¿También de Gobernador?

- Efectivamente. Tuve la suerte de encajar con el temperamento asturiano. Eran unos años complicados en los que las formas dialogantes te permitían tender puentes, estar informado y conocer los puntos de vista no coincidentes de mucha gente que después fue actora importante en la Transición. Allí estaban Carlos Arias, presidente en aquellos momentos del Gobierno; Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes; Sabino Fernández Campos, secretario de la Casa Real; el Ministro Alejandro Fernández Sordo; Alfonso Álvarez Miranda, Antonio Valdés y otros ministros y personajes que, en aquellos tiempos, definían el tempus político. De Asturias guardo unos recuerdos muy agradables. Fueron unos años en que ser joven te ayudaba mucho. Y procuré, con mayor o peor fortuna, ser equidistante de cualquier ideología. Algo muy difícil y a veces no era comprendido. Pero, el paso por la vida pública siempre fue muy gratificante. Algunos me dicen que a mí las cosas me han ido profesionalmente muy bien. Por eso no tengo rencores ocultos.

Mañana: (IV) Para ser banquero o poeta se tiene que nacer como tal.

martes, 28 de junio de 2011

Victorino Anguera. (II)“La patria de uno es su infancia”


- ¿En dónde y cuándo nació usted?

- Nací hace muchos años, demasiados, en Palma, ciudad a la que quiero mucho y, quizás por ello, me siento en relación a ella en una posición crítica permanente. Afortunadamente creo que se va reencontrando a sí misma, va mejorando la calidad, se cuida más el patrimonio artístico y el cosmopolitismo convive aceptablemente con lo nuestro. Me siento muy satisfecho por ello.

- ¿Hijo de familia numerosa?

- Mis padres, Guillermo Anguera y Antonia Sansó, tuvieron cuatro hijos. Yo soy el mayor. Nuestros padres creyeron siempre en que ser es más importante que tener. Se sacrificaron para que nuestra formación pudiera ser la mejor de la que nos podían ofrecer. Para mí este es el legado que intento transmitir a mis hijos y un agradecimiento a mis padres

- ¿Qué recuerdos guarda de su infancia, en Mallorca?

- Cuando estalla la Guerra Civil tengo tres años. Por tanto, mis recuerdos son los de un niño que es espectador de cosas que no interpreta. Recuerdo la guerra muy vagamente. Tengo algunos flasches de sirenas y de gente que corría pero poco más. Es una infancia plagada de recuerdos claros. Yo siempre digo que soy un producto de lo que se sacrificaron mis padres. Empecé a estudiar en un colegio de monjas que se llamaba “Los jardines de la infancia”. Y mi juventud estuvo muy ligada, en los estudios del Bachillerato, con los jesuitas, en Montesión. Creo que ha sido un crisol de formación para mucha gente. Y, personalmente, la agradezco de veras. Allí encontré a “mis amigos del alma”. Eran tiempos de risas, estudios, fútbol, guateques. ¡Recuerdos agradables! Los años te van haciendo ver un poco lo mucho que debes a tus raíces. Alguien dijo que la Patria de uno es su infancia. Estoy de acuerdo.

- ¿De dónde procede su vocación jurídica?

- De una inicial afición al mundo del Derecho. Después, los “cátedros” te forman, te moldean, y nace la vocación. El doctor Font y Trías, en Palma; la Facultad de Derecho, en la Universidad de Barcelona, y el Colegio Mayor José Antonio, en mis oposiciones, contribuyen de forma importante en la vocación. En mi caso tengo dos tiempos muy diferenciados. El público, funcionarial, y el privado, empresarial y profesional. Mi paso por la Inspección de Trabajo me llevó desde San Sebastián a Ceuta Rabat. Desde Castellón a Valencia, Barcelona y Madrid. Me siento orgulloso de este tiempo. Personalmente, creo en la idea del servicio al Estado, aunque temo que, actualmente, sea un valor devaluado. Posteriormente, mi etapa privada, en la que sigo instalado, me ha supuesto un desafío muy reconfortante del día a día. Casi veinticinco años de despacho de Abogados, en Madrid, y mi paso por el Grupo Banesto y Petromed, para mí, es un bien preciado.

Mañana: Victoriano Anguera. (III) El instinto del cambio y su etapa política.

lunes, 27 de junio de 2011

Victorino Anguera_Sansó. Abogado, ex gobernador civil y ex subsecretario de la Seguridad Social.

Victorino Anguera en 1969, al tomar posesión como Gobernador de Gerona.


Nace, en 1933, en Palma de Mallorca, bajo el signo de Aries y, como tal, le gusta competir para ganar. Y fallece el pasado 28 del 2010, en Madrid. Pese a su tranquila huella mediterránea, es persona siempre atareada. “No sé si para bien o para mal –nos comenta en una entrevista que mantenemos a principios del 2000–, el hombre depende de su agenda!” Desde sus primeros años, vive permanentemente fuera de la isla. Se licencia en Derecho por la Universidad de Barcelona. Oposita con éxito al Cuerpo de Inspección de Trabajo. Complementa su formación en Seguridad Social –fue uno de los redactores de la Ley del 63– y está destinado en San Sebastián, Ceuta Rabat, Castellón, Valencia y Barcelona. Siendo Delegado de Trabajo de Barcelona, es nombrado Gobernador Civil de Gerona, en donde permanece hasta su designación como Gobernador de Asturias.

Llega a la región en los años finales del franquismo para lidiar con huelgas mineras y un floreciente ramillete de partidos opositores, por la izquierda y por la derecha. Después vuelve a cruzar el Pajares, rumbo a Madrid, para formar parte, como subsecretario del ministro de Trabajo, del Gobierno anterior a las elecciones democráticas que gana su admirado Adolfo Suárez. En la transición, fue Subsecretario de la Seguridad Social y, más tarde, Subsecretario de Sanidad y Seguridad Social. De esta época son el “Libro Blanco de la Seguridad Social y Problemas de la Seguridad Social Española 1981, aportaciones a una modernización del sistema de la Seguridad Social”, dirigidos ambos por él. Fue miembro de la Comisión de Trabajo y Seguridad Social del Consejo de Europa. Posteriormente, representa a España en la Asociación Internacional de la Seguridad Social (A.I.S.S. OIT), con cometidos de asesoramiento técnico jurídico. A partir de 1982, pide la excedencia y se dedica a la iniciativa privada desde su despacho de Abogados, en Madrid.

Victorino Anguera ha estado vinculado a Banesto, representando la Banca Intermedia en el Consejo Superior Bancario. Como director de la Asesoría Jurídica de Petróleos del Mediterráneo, ha sido Consejero Secretario de las Empresas del Grupo hasta su venta a British Petroleum. Fue, asimismo, Vicepresidente del Banco Comercial Paraguayo.

Durante esta entrevista Victorino recuerda momentos como flashes instantáneos tan próximos en la memoria y tan lejanos en el tiempo, que relativizan la situación. Entre sus cajones, encuentra una fotografía de su admirado Josep Pla y recuerda a la vez su voz payesa y cosmopolita en las cenas tertulias de Casa Neus, en la Escala, sin acertar a temporalizarlo. “Yo relativizo mucho el tiempo –piensa en voz alta–. Los antiguos chinos dicen algo así como: ‘A los hombres a quienes los dioses estiman les hacen vivir tiempos de cambio’. Los años pasados han sido vividos intensamente. Son una película muy movida, cuyas secuencias se suceden tan rápidamente que, de alguna forma, pueden al argumento. Es esa tesitura, uno se sitúa instintivamente fuera de los años que tiene y lucha contra el tiempo, trabajando todo lo que puede. Son como vuelos constantes, ciudades distintas, todas ellas conocidas...

Mañana: Victorino Anguera. (II) “La patria de uno es su infancia”

viernes, 24 de junio de 2011

Mateo Bosch Salas. Fue el director más joven de un hotel de cinco estrellas



Es oriundo de Esporlas, un pueblo que fue muy industrial y algo conflictivo durante la Guerra Civil. Nace el 12 de diciembre de 1933 y, casualmente, no pudieron sacarle de casa para bautizarlo en la fecha prevista porque, excepcionalmente, había caído un metro de nieve y no se podía andar por las calles. Es el mayor de tres hermanos, uno de los cuales murió con apenas cuatro años. Su padre, encargado de materias primas de una fábrica textil, era hermano de Francisco Bosch, quien fuera famoso barítono.

Estudia Comercio y comienza a trabajar de aprendiz en el Hotel Alcina, situado en plena Bahía de Palma. A lo largo de su amplia experiencia en hostelería, no conoce en ningún momento el fracaso empresarial. A los 28 años, (en 1961), es el máximo responsable del Hotel Nevada Palace de Granada, de cinco estrellas, el director más joven de España en un establecimiento de esta categoría. Dicho Hotel, junto con el Bahía Palace, en Palma de Mallorca, y el Córdoba Palace, en Córdoba, además del Motel El Hidalgo, en Valdepeñas, fueron los primeros eslabones de la hoy mundialmente famosa marca Meliá.

En el año 1964, es nombrado Director Gerente del Meliá Don Pepe, en Marbella, y, cinco años después, se traslada a Madrid para crear, entre l969 y 1972, el gran complejo hotelero Eurobuilding. Dieciséis años después, entra a formar parte del equipo ejecutivo del Grupo Sol, que unos años después compra los Hoteles Meliá. En el momento de entrevistarlo, en el 2001, colabora con el Meliá Avenida América, la primera propiedad franquiciada por Sol-Meliá. Mateo Bosch lleva treinta y seis años en Madrid, ciudad que confiesa no conocer por falta de tiempo, pero es un isleño que ha viajado por todo el mundo. Comenzamos por su infancia.

- ¿Cómo se desarrolló su infancia en Esporlas?

- A los siete años empecé a ayudar a mis padres en las tareas de una huerta que cuidaba la familia. Mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en ella, antes de entrar en su fábrica, cuya sirena sonaba a las siete. Mis primeros pasos fueron con las monjas. Luego, pasé a la escuela pública. Mis padres me pagaban clases particulares de matemáticas, música y otras. A partir de los diez años, ingresé en el Colegio de La Salle de Palma para estudiar Comercio. Durante cinco años, hice el recorrido de Esporlas a Palma y viceversa en bicicleta. Éramos tres o cuatro compañeros que pedaleábamos cada mañana dieciséis kilómetros durante casi una hora, y regresábamos por la tarde. El autobús de línea no coincidía con nuestros horarios y, además, era muy caro para nosotros.

- A los quince años ya trabajaba. ¿Por qué razón empezó tan pronto?

- Porque no era muy buen estudiante y porque las circunstancias económicas de aquella época no daban para más. Tenía familiares trabajando en hostelería y, gracias a uno de ellos, mi tío Antonio, tuve la oportunidad de formar parte de la plantilla del Hotel Alcina. Era el 10 de agosto de 1949. El Alcina, además del Mediterráneo y del Victoria, eran en aquellos años los hoteles emblemáticos de la Bahía de Palma; los tres, juntamente con el Alhambra, el Príncipe Alfonso y el Formentor, fueron las verdaderas cunas de formación de grandes profesionales isleños. Luego, entre los años 1952 y 1955, empezó el boom turístico.

- ¿Y su Servicio Militar?

- Lo hice como voluntario. Ello me obligaba a permanecer tres años en filas, pero me permitía seguir trabajando por las tardes. Mi destino durante dichos años fue de mecanógrafo del secretario particular del Capitán General, que en aquellas fechas era el General Castejón. Fueron tres años de verdadero esfuerzo y sacrificio, pero, gracias a ello, pude comprarme una motocicleta que me permitía moverme, naturalmente, con más rapidez que en bicicleta.

- ¿Cuál fue su primer trabajo?

- Fregaba vasos a mano –no había máquinas– en el Restaurante del Alcina. Permanecí ocho años en este hotel, saliendo con un certificado que me llenaba de satisfacción, y que acreditaba mi permanencia en ese establecimiento con la categoría de secretario adjunto a la dirección. Mi verdadero trabajo era escribir y ocuparme de toda la correspondencia en varios idiomas, tanto de clientes como de agencias de viaje, y era el responsable de reservas y ventas, lo que equivaldría hoy a una categoría de director comercial.

- A los ocho años, cambia usted de hotel y de ambiente.

- Efectivamente, recién terminado el Bahía Palace, al que luego se le llamó Meliá-Mallorca, embrión de lujo de los Meliá de hoy, fui llamado para un puesto de recepcionista que acepté sin dudarlo. A los pocos meses, me nombraron jefe de recepción y subdirector. Fue realmente mi cuna de aprendizaje como director bajo la tutela de Enrique Cabré, un hombre que todavía hoy admiro, un enamorado de la Isla, formado en Alemania. Sus íntimos le llamaban Herr. Tuve luego otros directores que me apoyaron y me ayudaron a consolidar mis conocimientos y mi formación.

- ¿Se había casado ya?

- En Inca, poco antes. Mis suegros eran industriales del calzado, y recuerdo que se llevaron un disgusto cuando fui nombrado director Gerente, en Granada, puesto que ello suponía un alejamiento de su hija y su primer nieto. Ellos, como es natural, lucharon para evitarlo hasta ofrecernos llevar el negocio en Inca, pero yo era hotelero de vocación y para todo. Mi mujer, además, apoyaba nuestro proyecto común. Después de Granada y, en 1964, tuve el privilegio de ser nombrado gerente de un flamante hotel del gran lujo de la época, famoso todavía hoy en el mundo entero, llamado Don Pepe de Marbella, en honor de Don Pepe Meliá, gran pionero del turismo español de calidad.

- Y entretanto, usted tuvo hasta cuatro hijos.

- El mayor es economista y está trabajando en banca. El segundo, desgraciadamente, murió con 18 años. El tercero es hotelero y acaba de regresar, para un nuevo destino, después de tres años en Asia con el Grupo Sol-Meliá. El cuarto, también economista y especialista en Marketing, trabaja en una de las primeras marcas del automóvil.

Director General de Erubuilding, en Madrid.

- Curiosamente, usted jamás siguió los estudios de Director de Hotel.

- En ese tiempo, ya existían las Escuelas de Hostelería suizas y alemanas. Eran muy caras y cualquiera no podía acceder. No obstante, tuve la suerte de contar con el valioso apoyo de todos mis anteriores directores que me permitieron pasar épocas de prácticas en el extranjero, además de concederme las horas libres necesarias para estudiar idiomas y completar mi formación, trabajando, por supuesto, de 12 a 14 horas diarias.

- ¿Qué pasó luego?

- Que un financiero catalán me llamó para ofrecerme un proyecto en Madrid que sería el Eurobuilding. Yo estaba, en la época, muy motivado. Recuerdo que uno de los motivos principales de nuestra toma de decisión de trasladarme a Madrid fueron los cuatro niños, ya que, en el año 68, Marbella era todavía un desierto comparado con lo que es hoy. Apenas había escuelas primarias y nuestros hijos no contaban con la formación adecuada. Tardamos más de un año en decidirnos y, sólo después de muchas reflexiones y un serio planteamiento de futuro, terminé por aceptar el puesto de director general de la sociedad para el desarrollo del todavía hoy famoso complejo hotelero, lo que fue un reto muy importante que culminó de forma exitosa. Mi mujer y yo teníamos muy claro que, si el proyecto fracasaba, regresábamos a Mallorca. La isla pesaba y tiraba mucho de nosotros. Tenía, además, la suerte, de que algunos empresarios amigos mallorquines querían que colaborase con ellos. De hecho, lo hice en algún proyecto y sigo con ellos con las grandes ventajas que representa tener que visitar nuestras maravillosa isla con frecuencia.

- ¿Usted no parece conocer el verbo fracasar?

- No tengo en la conciencia ningún fracaso profesional importante. En el camino, vas aprendiendo a andar. He vivido problemas y situaciones que hoy, con más experiencia, trataría de distinta manera, pero siempre con el mismo fondo y la misma conciencia. La experiencia es lo que nos da la luz y la seguridad en las decisiones. Entiendo que cualquier responsable, como humano, puede equivocarse en algún tema profesional o de negocios, pero el fracaso es algo que un profesional no puede permitirse. La voluntad, el espíritu de sacrificio y de lucha para vencer obstáculos y evitar tropiezos, son valores básicos para conseguir llegar a las metas que uno se proponga, sano y salvo.

- ¿Cuánto tiempo estuvo en el Eurobuilding?

- En la primera etapa, existía por ambas partes un compromiso firme para dos años, pero luego fue prologándose hasta una duración total de dieciséis.

- ¿Cuál es el secreto del éxito hotelero?

- En mi vida profesional, siempre ha prevalecido un mismo criterio en cuanto a fórmulas de éxito: la calidad, un servicio profesionalizado y adecuado a cada segmento de demanda, y un logro de satisfacción plena por parte de los clientes y consumidores. Ello crea fidelidad y negocio, y, por lo tanto, también éxito. Pero, lo más importante es saber rodearse de un equipo humano adecuado, conseguir que se sienta implicado, aprender constantemente de nuestros errores y aplicar fórmulas nuevas exitosas. El equipo directivo es pieza clave en todo negocio, ya que los hoteles no son como la gente suele imaginarlos desde fuera, ni siquiera como el cliente los imagina desde dentro. Los hoteles influyen, como es lógico, en el consumidor. Famosas novelas o películas de Mac Dermond enseñan bonitas y divertidas historias, cuyos protagonistas son siempre, como es lógico, los clientes o las relaciones con ellos de los directores y sus colaboradores. En realidad, se trata de negocios difíciles, basados en organizaciones humanas de servicios con sus ilusiones y sus problemas. La hostelería es hoy una industria de prestación de servicios muy diversos y a muchos niveles diferentes que requiere de una formación sólida, puesta en personas con mucho entusiasmo y vocación de servicio. Un director hoy y, sobre todo, para el futuro más inmediato, no sólo requiere de una formación técnica y académica adecuada, sino que debe poseer las cualidades mínimas de liderazgo reconocido por sus colaboradores para conseguir el mayor grado de motivación y vocación por el oficio, y conseguir unos resultados económicos adecuados a la inversión de su negocio. Sólo ello le puede avalar como tal ante cualquier colectivo empresarial.

En el Grupo Sol y en el Meliá Avenida América.

- En 1984, el Grupo Sol compra Otasa y usted inicia una nueva etapa. ¿Cómo le fue?

- Tuve la suerte de poder entrar en ese Grupo que contaba, en aquel año, con un número de hoteles urbanos muy reducido –nueve, en total–. Colaboraré con los llamados hoteles urbanos que se nutren de una demanda formada por clientes cuya mayoría viaja por obligación profesional o por necesidad. Antes, en los años sesenta, cuando un hombre de negocios llamaba para reservar habitación en un hotel de Madrid y pedía una habitación individual, le contestaban normalmente o que estaba completo o que no les quedaban individuales libres. La mayoría de los hoteleros de ciudad no tenía demasiado interés en que una sola persona ocupara una habitación doble. La filosofía del negocio consistía en ocupar las dos camas o la cama doble de la mayoría de las habitaciones de todos los hoteles. Raras veces los buenos hoteles contaban con más de un diez por ciento de su capacidad en habitaciones individuales –de una sola cama–. Yo siempre atribuí el éxito del Eurobuilding en Madrid a la no discriminación entre habitaciones para una o dos personas, a pesar de que eran todas del mismo tamaño y para dos personas, salvo suites, etcétera. En el Grupo Sol, y desde el principio, se aplicaron las mismas políticas comerciales para los hoteles de ciudad de no discriminar, admitiendo como base la reserva de habitación, ya fuese para una o dos personas, estableciendo unas tarifas adecuadas.

- Tuvo usted la suerte y el privilegio de vivir la década de expansión del Grupo Sol.

- Para mí fue, posiblemente, la época más enriquecedora de mi trayectoria profesional. Trabajé mucho y muy a gusto, regresando a una cultura empresarial muy mallorquina y muy de acuerdo con mis orígenes profesionales. Renové, de forma muy activa, todos mis esquemas, y me sentí tremendamente útil como parte de un equipo

- Un grupo que se expandió en Latinoamérica y en el resto del mundo.

- Sol inició esa fase de despegue a nivel internacional en 1983 84. Fue un primer lance asiático, cuya iniciativa capitaneaba un hotelero mallorquín, Gabriel Escarrer. Éste se lanzó a una aventura muy arriesgada que culminó con un sonado éxito internacional, el Balí, más tarde Meliá Balí.

- En Mallorca ha sucedido algo que llama mucho la atención. Muchos hoteles y, sobre todo, cadenas, han optado por invertir en otros lugares allende los mares, tanto en España como en países extranjeros.

- Después de Escarrer, otros empresarios mallorquines, hoy conocidos y reconocidos en el mundo entero, optaron, en efecto, por exportar también tecnología y “know haw” de forma seria y ejemplar, contribuyendo de manera excepcional en el crecimiento y consolidación de la España europea.

- Pero ¿es normal que se cierren hoteles o se estanque una cadena en las Baleares o en España a costa de crecer en otros lugares del extranjero?

- Cuando la demanda en Baleares está saturada, es lógico que el empresario, si es emprendedor, piense en exportar sus experiencias a otros lugares, en una época en que la globalización se impone para las empresas. Es una forma de diversificar el riesgo, de implantarse y de crecer en donde existe la demanda. Hay dos factores que hacen que una empresa crezca o se quede donde está: el contar con un líder emprendedor, con ambiciones, espíritu de trabajo, capacidad de riesgo, etcétera; y el disponer de los recursos económicos adecuados. La pasión empresarial es hoy más importante que el dinero. Los resultados de las empresas con éxito se prodigan rápidamente pero, sin embargo, se habla poco de las que se quedan en el camino, ya sea por falta de empuje, de salud financiera o de capacidad de análisis y visión del riesgo.

- Sin embargo, algunos empresarios fracasan en su empeño por crecer. Me refiero, por ejemplo, a Ruiz Mateos, con Rumasa...

- Yo no diría que Rumasa o Ruiz Mateos sean un fracaso, sobre todo si analizamos el que, después de todas las tormentas que han pasado empresas y empresario, sigan ahí luchando. No sé cuál es todavía el factor que mantiene vivo en este caso al empresario, pero sí puedo intuir que, en su actuaciones, legales o ilegales, hubo una visión de reservas para resistir.

- ¿Tuvo mala suerte o no actuó correctamente?

- No soy quien para juzgar, ni siquiera para opinar.

- ¿Recuerda algún cliente famoso que haya pasado por alguno de sus hoteles?

- Como puede imaginar, podría confeccionar una lista interminable de ellos, pero hubo un visitante que fue el Sha de Persia, allá por el año 1958 ó 1959, que me impactó, con un séquito tremendo que bloqueó prácticamente el Bahía Palace mallorquín, y cuyos componentes, equipos de seguridad, etcétera, fueron tremendamente exigentes.

- Por cierto, ¿en cuántos idiomas se comunica usted?

- En realidad, hablo y escribo algo de todos. Domino el inglés y el francés. Me entiendo en alemán y me desenvuelvo en italiano.

La relación calidad-precio

- ¿Qué diferencias puede haber entre la hostelería de hoy en día y la que se inicia con el “boom” turístico?

- Lo que va cambiando es la clientela porque las generaciones pasan y los hoteles se adaptan constantemente a la demanda. El cliente hoy valora una actitud positiva de la persona que le atiende. Debemos crear confianza para que el cliente plantee los problemas y solicite los servicios que requiere. Debemos ser eficaces y obrar con prontitud. Además, hoy debemos conseguir que la relación calidad precio sea adecuada y también, ¿por qué no?, ofrecer más por menos.

- ¿Han subido mucho los precios?

- Comparando con el extranjero, los precios de los hoteles en España no han subido. Es más, llevamos unos años muy estabilizados y, en todo caso, a la baja. Hemos pasado por una crisis tremenda que todavía hoy sufren los hoteleros. Hoy existen inversiones en grandes edificios hoteleros que, como tales, no son rentables, si se tiene en cuenta que los edificios hoteleros requieren de constantes inversiones, renovaciones, y puestas al día de sus instalaciones. Desgraciadamente, las realizaciones y edificios para hoteleros no tienen un presente ni un futuro demasiado claros.

- Pero a un cliente ¿hoy le cuesta más una habitación en un hotel de tres o cuatro estrellas que hace diez años?

- Un cuatro estrellas en la línea de un Meliá Avenida América, en Madrid, ingresaba a finales de la década 1990 entre 12 y 15 mil pesetas por habitación ocupada por noche. Diez años antes, los hoteles de cuatro y cinco estrellas situados en ciudades europeas importantes costaban entre 18 y 20.000 pesetas. Y a principios de los 2000 existía una oferta amplísima en el mercado de “tour operators”, agencias de viajes, mayoristas, con programas para grupos –colectivos especiales, congresos, conferencias– a precios muy reducidos por debajo de las 10.000 pesetas. El consumidor ha aprendido a valorar ese producto y a utilizarlo a su medida, obteniendo unas condiciones excepcionales, tanto en transporte como en hoteles.

- ¿Y no pierden los inversores al bajar tanto los precios?

- Un negocio hotelero que no consigue un mínimo nivel de rentabilidad a su inversión muere rápidamente. Si su proyección no prevé resultados claros, o se reestructura, lo cual sigue siendo arriesgado, o se le da alguna salida inteligente que permita por lo menos hacer frente a las cargas financieras y a su autofinanciación, o acaba siendo una carga insostenible para quienes se hubieren equivocado. En esos procesos, siempre resulta difícil que el consumidor no sufra las consecuencias.

- La oferta turística mallorquina ¿sigue siendo importante?

- Los mallorquines tienen ya un terreno ganado, una experiencia y un desarrollo cuya distancia, del resto de los países del Mediterráneo que pudieran competir, es considerable. Aparte del turismo tradicional, personalmente veo un gran futuro basado en una nueva demanda en cierta línea de calidad, tanto hacia el segmento náutico, cuya oferta de infraestructura no tiene hoy competencia en nuestros mares, como por los escenarios naturales, playas y belleza natural de las islas. Son igualmente importantes los atractivos que ofrece cualquier inversión para cierta clientela europea que le permita tener un pie en tierra y disfrutar de fines de semana y escapadas a las islas, y utilice los vuelos económicos que ofrecen la mayoría de compañías aéreas europeas. Esos segmentos de demanda fomentan una muy diversa oferta de restauración, además de los hotelitos rurales de gran calidad que van creciendo paulatinamente en las islas y que tanta aceptación tienen entre una clientela económicamente privilegiada.

Disfrutar del momento, sea donde fuera.

- ¿Va usted a menudo a la isla?

- Siempre que puedo. Tengo una casa en el Puerto de Pollensa. Todavía me queda familia en ella y muchos amigos.

- ¿A qué edad piensa usted retirarse definitivamente?

- Cuando cumplí los 60, decidí bajar el ritmo pero sin dejar la vida activa. Ahora trabajo de una forma que me aporta muchas satisfacciones. Se trata de desarrollar colaboraciones esporádicas que siempre me divierten y llenan esa necesidad lógica de todo profesional que ha trabajado toda la vida a un ritmo muy acelerado, y que, según los médicos, no es bueno cambiar de repente.

- ¿Qué hará cuando se retire definitivamente a los cien años y pico?

- Je, je, je... Yo creo que no nos retiramos definitivamente nunca. Mis nueve nietos, además, me mantienen muy ágil y activo. Puesto que la vida profesional nos ha brindado tantas relaciones personales y amigos, siempre queda algo por hacer. Yo viajo con frecuencia y esto es también un importante estímulo y un privilegio que valoramos más todavía los que hemos vivido fuera de la Isla que los que han permanecido siempre en ella. Al cabo de los años, uno se da cuenta, además, de que lo importante es disfrutar del momento, sea donde sea. No ir a donde sea para disfrutar.

- Lo malo es que siempre llega un momento, con la muerte, en que todo termina. Por cierto, ¿en dónde le gustaría ser enterrado, en Mallorca o en Madrid?

- En ningún sitio. Je, je, je... Y eso de ser enterrado, ni se me ocurre. Espero que sea dentro de mucho tiempo, con la condición de que uno pueda auto-controlarse y no dependa de otros. En todo caso, pienso que cuando Dios quiera, y le pido poder seguir con la misma ilusión de siempre, aunque admito que el cuerpo no siempre aguanta, sobre todo, cuando hay que competir. Por el momento, yo sigo autorizado para hacer ejercicio, montar en bicicleta y viajar frecuentemente. De todas formas, no puedo seguir mi ritmo de hace diez años que me permitía levantarme a las seis de la mañana para practicar la marcha a pie, eso sí, después de haber dormido un mínimo de siete horas. Deporte que sigo practicando ahora.

jueves, 23 de junio de 2011

Mateo Bosch. (y V) “Disfrutar del momento, sea donde sea”



- ¿Va usted a menudo a la isla?

- Siempre que puedo. Tengo una casa en el Puerto de Pollensa. Todavía me queda familia en ella y muchos amigos.

- ¿A qué edad piensa usted retirarse definitivamente?

- Cuando cumplí los 60, decidí bajar el ritmo pero sin dejar la vida activa. Ahora trabajo de una forma que me aporta muchas satisfacciones. Se trata de desarrollar colaboraciones esporádicas que siempre me divierten y llenan esa necesidad lógica de todo profesional que ha trabajado toda la vida a un ritmo muy acelerado, y que, según los médicos, no es bueno cambiar de repente.

- ¿Qué hará cuando se retire definitivamente a los cien años y pico?

- Je, je, je... Yo creo que no nos retiramos definitivamente nunca. Mis nueve nietos, además, me mantienen muy ágil y activo. Puesto que la vida profesional nos ha brindado tantas relaciones personales y amigos, siempre queda algo por hacer. Yo viajo con frecuencia y esto es también un importante estímulo y un privilegio que valoramos más todavía los que hemos vivido fuera de la Isla que los que han permanecido siempre en ella. Al cabo de los años, uno se da cuenta, además, de que lo importante es disfrutar del momento, sea donde sea. No ir a donde sea para disfrutar.

- Lo malo es que siempre llega un momento, con la muerte, en que todo termina. Por cierto, ¿en dónde le gustaría ser enterrado, en Mallorca o en Madrid?

- En ningún sitio. Je, je, je... Y eso de ser enterrado, ni se me ocurre. Espero que sea dentro de mucho tiempo, con la condición de que uno pueda auto-controlarse y no dependa de otros. En todo caso, pienso que cuando Dios quiera, y le pido poder seguir con la misma ilusión de siempre, aunque admito que el cuerpo no siempre aguanta, sobre todo, cuando hay que competir. Por el momento, yo sigo autorizado para hacer ejercicio, montar en bicicleta y viajar frecuentemente. De todas formas, no puedo seguir mi ritmo de hace diez años que me permitía levantarme a las seis de la mañana para practicar la marcha a pie, eso sí, después de haber dormido un mínimo de siete horas. Deporte que sigo practicando ahora.

miércoles, 22 de junio de 2011

Mateo Bosch (IV) La relación calidad-precio.



- ¿Qué diferencias puede haber entre la hostelería de hoy en día y la que se inicia con el “boom” turístico?

- Lo que va cambiando es la clientela porque las generaciones pasan y los hoteles se adaptan constantemente a la demanda. El cliente hoy valora una actitud positiva de la persona que le atiende. Debemos crear confianza para que el cliente plantee los problemas y solicite los servicios que requiere. Debemos ser eficaces y obrar con prontitud. Además, hoy debemos conseguir que la relación calidad precio sea adecuada y también, ¿por qué no?, ofrecer más por menos.

- ¿Han subido mucho los precios?

- Comparando con el extranjero, los precios de los hoteles en España no han subido. Es más, llevamos unos años muy estabilizados y, en todo caso, a la baja. Hemos pasado por una crisis tremenda que todavía hoy sufren los hoteleros. Hoy existen inversiones en grandes edificios hoteleros que, como tales, no son rentables, si se tiene en cuenta que los edificios hoteleros requieren de constantes inversiones, renovaciones, y puestas al día de sus instalaciones. Desgraciadamente, las realizaciones y edificios para hoteleros no tienen un presente ni un futuro demasiado claros.

- Pero a un cliente ¿hoy le cuesta más una habitación en un hotel de tres o cuatro estrellas que hace diez años?

- Un cuatro estrellas en la línea de un Meliá Avenida América, en Madrid, ingresaba a finales de la década 1990 entre 12 y 15 mil pesetas por habitación ocupada por noche. Diez años antes, los hoteles de cuatro y cinco estrellas situados en ciudades europeas importantes costaban entre 18 y 20.000 pesetas. Y a principios de los 2000 existía una oferta amplísima en el mercado de “tour operators”, agencias de viajes, mayoristas, con programas para grupos –colectivos especiales, congresos, conferencias– a precios muy reducidos por debajo de las 10.000 pesetas. El consumidor ha aprendido a valorar ese producto y a utilizarlo a su medida, obteniendo unas condiciones excepcionales, tanto en transporte como en hoteles.

- ¿Y no pierden los inversores al bajar tanto los precios?

- Un negocio hotelero que no consigue un mínimo nivel de rentabilidad a su inversión muere rápidamente. Si su proyección no prevé resultados claros, o se reestructura, lo cual sigue siendo arriesgado, o se le da alguna salida inteligente que permita por lo menos hacer frente a las cargas financieras y a su autofinanciación, o acaba siendo una carga insostenible para quienes se hubieren equivocado. En esos procesos, siempre resulta difícil que el consumidor no sufra las consecuencias.

- La oferta turística mallorquina ¿sigue siendo importante?

- Los mallorquines tienen ya un terreno ganado, una experiencia y un desarrollo cuya distancia, del resto de los países del Mediterráneo que pudieran competir, es considerable. Aparte del turismo tradicional, personalmente veo un gran futuro basado en una nueva demanda en cierta línea de calidad, tanto hacia el segmento náutico, cuya oferta de infraestructura no tiene hoy competencia en nuestros mares, como por los escenarios naturales, playas y belleza natural de las islas. Son igualmente importantes los atractivos que ofrece cualquier inversión para cierta clientela europea que le permita tener un pie en tierra y disfrutar de fines de semana y escapadas a las islas, y utilice los vuelos económicos que ofrecen la mayoría de compañías aéreas europeas. Esos segmentos de demanda fomentan una muy diversa oferta de restauración, además de los hotelitos rurales de gran calidad que van creciendo paulatinamente en las islas y que tanta aceptación tienen entre una clientela económicamente privilegiada.

Mateo Bosch Salas. (y V) “Disfrutar del momento, sea como sea”.

martes, 21 de junio de 2011

Mateo Bosch: (III) En el Grupo Sol y en el Meliá Avenida América.

NH Eurobuilding.






- En 1984, el Grupo Sol compra Otasa y usted inicia una nueva etapa. ¿Cómo le fue?

- Tuve la suerte de poder entrar en ese Grupo que contaba, en aquel año, con un número de hoteles urbanos muy reducido –nueve, en total–. Colaboraré con los llamados hoteles urbanos que se nutren de una demanda formada por clientes cuya mayoría viaja por obligación profesional o por necesidad. Antes, en los años sesenta, cuando un hombre de negocios llamaba para reservar habitación en un hotel de Madrid y pedía una habitación individual, le contestaban normalmente o que estaba completo o que no les quedaban individuales libres. La mayoría de los hoteleros de ciudad no tenía demasiado interés en que una sola persona ocupara una habitación doble. La filosofía del negocio consistía en ocupar las dos camas o la cama doble de la mayoría de las habitaciones de todos los hoteles. Raras veces los buenos hoteles contaban con más de un diez por ciento de su capacidad en habitaciones individuales –de una sola cama–. Yo siempre atribuí el éxito del Eurobuilding en Madrid a la no discriminación entre habitaciones para una o dos personas, a pesar de que eran todas del mismo tamaño y para dos personas, salvo suites, etcétera. En el Grupo Sol, y desde el principio, se aplicaron las mismas políticas comerciales para los hoteles de ciudad de no discriminar, admitiendo como base la reserva de habitación, ya fuese para una o dos personas, estableciendo unas tarifas adecuadas.

- Tuvo usted la suerte y el privilegio de vivir la década de expansión del Grupo Sol.

- Para mí fue, posiblemente, la época más enriquecedora de mi trayectoria profesional. Trabajé mucho y muy a gusto, regresando a una cultura empresarial muy mallorquina y muy de acuerdo con mis orígenes profesionales. Renové, de forma muy activa, todos mis esquemas, y me sentí tremendamente útil como parte de un equipo

- Un grupo que se expandió en Latinoamérica y en el resto del mundo.

- Sol inició esa fase de despegue a nivel internacional en 1983 84. Fue un primer lance asiático, cuya iniciativa capitaneaba un hotelero mallorquín, Gabriel Escarrer. Éste se lanzó a una aventura muy arriesgada que culminó con un sonado éxito internacional, el Balí, más tarde Meliá Balí.

- En Mallorca ha sucedido algo que llama mucho la atención. Muchos hoteles y, sobre todo, cadenas, han optado por invertir en otros lugares allende los mares, tanto en España como en países extranjeros.

- Después de Escarrer, otros empresarios mallorquines, hoy conocidos y reconocidos en el mundo entero, optaron, en efecto, por exportar también tecnología y “know haw” de forma seria y ejemplar, contribuyendo de manera excepcional en el crecimiento y consolidación de la España europea

- Pero ¿es normal que se cierren hoteles o se estanque una cadena en las Baleares o en España a costa de crecer en otros lugares del extranjero?

- Cuando la demanda en Baleares está saturada, es lógico que el empresario, si es emprendedor, piense en exportar sus experiencias a otros lugares, en una época en que la globalización se impone para las empresas. Es una forma de diversificar el riesgo, de implantarse y de crecer en donde existe la demanda. Hay dos factores que hacen que una empresa crezca o se quede donde está: el contar con un líder emprendedor, con ambiciones, espíritu de trabajo, capacidad de riesgo, etcétera; y el disponer de los recursos económicos adecuados. La pasión empresarial es hoy más importante que el dinero. Los resultados de las empresas con éxito se prodigan rápidamente pero, sin embargo, se habla poco de las que se quedan en el camino, ya sea por falta de empuje, de salud financiera o de capacidad de análisis y visión del riesgo.

- Sin embargo, algunos empresarios fracasan en su empeño por crecer. Me refiero, por ejemplo, a Ruiz Mateos, con Rumasa...

- Yo no diría que Rumasa o Ruiz Mateos sean un fracaso, sobre todo si analizamos el que, después de todas las tormentas que han pasado empresas y empresario, sigan ahí luchando. No sé cuál es todavía el factor que mantiene vivo en este caso al empresario, pero sí puedo intuir que, en su actuaciones, legales o ilegales, hubo una visión de reservas para resistir.

- ¿Tuvo mala suerte o no actuó correctamente?

- No soy quien para juzgar, ni siquiera para opinar.

- ¿Recuerda algún cliente famoso que haya pasado por alguno de sus hoteles?

- Como puede imaginar, podría confeccionar una lista interminable de ellos, pero hubo un visitante que fue el Sha de Persia, allá por el año 1958 ó 1959, que me impactó, con un séquito tremendo que bloqueó prácticamente el Bahía Palace mallorquín, y cuyos componentes, equipos de seguridad, etcétera, fueron tremendamente exigentes.

- Por cierto, ¿en cuántos idiomas se comunica usted?

- En realidad, hablo y escribo algo de todos. Domino el inglés y el francés. Me entiendo en alemán y me desenvuelvo en italiano.

Mañana: (IV) La relación calidad-precio.

lunes, 20 de junio de 2011

Mateo Bosch. (II) Director General de Eurobilding, en Madrid



- Curiosamente, usted jamás siguió los estudios de Director de Hotel.

- En ese tiempo, ya existían las Escuelas de Hostelería suizas y alemanas. Eran muy caras y cualquiera no podía acceder. No obstante, tuve la suerte de contar con el valioso apoyo de todos mis anteriores directores que me permitieron pasar épocas de prácticas en el extranjero, además de concederme las horas libres necesarias para estudiar idiomas y completar mi formación, trabajando, por supuesto, de 12 a 14 horas diarias.

- ¿Qué pasó luego?

- Que un financiero catalán me llamó para ofrecerme un proyecto en Madrid que sería el Eurobuilding. Yo estaba, en la época, muy motivado. Recuerdo que uno de los motivos principales de nuestra toma de decisión de trasladarme a Madrid fueron los cuatro niños, ya que, en el año 68, Marbella era todavía un desierto comparado con lo que es hoy. Apenas había escuelas primarias y nuestros hijos no contaban con la formación adecuada. Tardamos más de un año en decidirnos y, sólo después de muchas reflexiones y un serio planteamiento de futuro, terminé por aceptar el puesto de director general de la sociedad para el desarrollo del todavía hoy famoso complejo hotelero, lo que fue un reto muy importante que culminó de forma exitosa. Mi mujer y yo teníamos muy claro que, si el proyecto fracasaba, regresábamos a Mallorca. La isla pesaba y tiraba mucho de nosotros. Tenía, además, la suerte, de que algunos empresarios amigos mallorquines querían que colaborase con ellos. De hecho, lo hice en algún proyecto y sigo con ellos con las grandes ventajas que representa tener que visitar nuestras maravillosa isla con frecuencia.

- ¿Usted no parece conocer el verbo fracasar?

- No tengo en la conciencia ningún fracaso profesional importante. En el camino, vas aprendiendo a andar. He vivido problemas y situaciones que hoy, con más experiencia, trataría de distinta manera, pero siempre con el mismo fondo y la misma conciencia. La experiencia es lo que nos da la luz y la seguridad en las decisiones. Entiendo que cualquier responsable, como humano, puede equivocarse en algún tema profesional o de negocios, pero el fracaso es algo que un profesional no puede permitirse. La voluntad, el espíritu de sacrificio y de lucha para vencer obstáculos y evitar tropiezos, son valores básicos para conseguir llegar a las metas que uno se proponga, sano y salvo.

- ¿Cuánto tiempo estuvo en el Eurobuilding?

- En la primera etapa, existía por ambas partes un compromiso firme para dos años, pero luego fue prologándose hasta una duración total de dieciséis.

- ¿Cuál es el secreto del éxito hotelero?

- En mi vida profesional, siempre ha prevalecido un mismo criterio en cuanto a fórmulas de éxito: la calidad, un servicio profesionalizado y adecuado a cada segmento de demanda, y un logro de satisfacción plena por parte de los clientes y consumidores. Ello crea fidelidad y negocio, y, por lo tanto, también éxito. Pero, lo más importante es saber rodearse de un equipo humano adecuado, conseguir que se sienta implicado, aprender constantemente de nuestros errores y aplicar fórmulas nuevas exitosas. El equipo directivo es pieza clave en todo negocio, ya que los hoteles no son como la gente suele imaginarlos desde fuera, ni siquiera como el cliente los imagina desde dentro. Los hoteles influyen, como es lógico, en el consumidor. Famosas novelas o películas de Mac Dermond enseñan bonitas y divertidas historias, cuyos protagonistas son siempre, como es lógico, los clientes o las relaciones con ellos de los directores y sus colaboradores. En realidad, se trata de negocios difíciles, basados en organizaciones humanas de servicios con sus ilusiones y sus problemas. La hostelería es hoy una industria de prestación de servicios muy diversos y a muchos niveles diferentes que requiere de una formación sólida, puesta en personas con mucho entusiasmo y vocación de servicio. Un director hoy y, sobre todo, para el futuro más inmediato, no sólo requiere de una formación técnica y académica adecuada, sino que debe poseer las cualidades mínimas de liderazgo reconocido por sus colaboradores para conseguir el mayor grado de motivación y vocación por el oficio, y conseguir unos resultados económicos adecuados a la inversión de su negocio. Sólo ello le puede avalar como tal ante cualquier colectivo empresarial.

Mañana: Mateo Bosch. (III) En el Grupo Sol y en el Meliá Avenida.

domingo, 19 de junio de 2011

Mateo Bosch Salas. Fue el director más joven de un hotel de cinco estrellas




Es oriundo de Esporlas, un pueblo que fue muy industrial y algo conflictivo durante la Guerra Civil. Nace el 12 de diciembre de 1933 y, casualmente, no pudieron sacarle de casa para bautizarlo en la fecha prevista porque, excepcionalmente, había caído un metro de nieve y no se podía andar por las calles. Es el mayor de tres hermanos, uno de los cuales murió con apenas cuatro años. Su padre, encargado de materias primas de una fábrica textil, era hermano de Francisco Bosch, quien fuera famoso barítono.

Estudia Comercio y comienza a trabajar de aprendiz en el Hotel Alcina, situado en plena Bahía de Palma. A lo largo de su amplia experiencia en hostelería, no conoce en ningún momento el fracaso empresarial. A los 28 años, (en 1961), es el máximo responsable del Hotel Nevada Palace de Granada, de cinco estrellas, el director más joven de España en un establecimiento de esta categoría. Dicho Hotel, junto con el Bahía Palace, en Palma de Mallorca, y el Córdoba Palace, en Córdoba, además del Motel El Hidalgo, en Valdepeñas, fueron los primeros eslabones de la hoy mundialmente famosa marca Meliá.

En el año 1964, es nombrado Director Gerente del Meliá Don Pepe, en Marbella, y, cinco años después, se traslada a Madrid para crear, entre l969 y 1972, el gran complejo hotelero Eurobuilding. Dieciséis años después, entra a formar parte del equipo ejecutivo del Grupo Sol, que unos años después compra los Hoteles Meliá. En el momento de entrevistarlo, en el 2001, colabora con el Meliá Avenida América, la primera propiedad franquiciada por Sol-Meliá. Mateo Bosch lleva treinta y seis años en Madrid, ciudad que confiesa no conocer por falta de tiempo, pero es un isleño que ha viajado por todo el mundo. Comenzamos por su infancia.

- ¿Cómo se desarrolló su infancia en Esporlas?

- A los siete años empecé a ayudar a mis padres en las tareas de una huerta que cuidaba la familia. Mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en ella, antes de entrar en su fábrica, cuya sirena sonaba a las siete. Mis primeros pasos fueron con las monjas. Luego, pasé a la escuela pública. Mis padres me pagaban clases particulares de matemáticas, música y otras. A partir de los diez años, ingresé en el Colegio de La Salle de Palma para estudiar Comercio. Durante cinco años, hice el recorrido de Esporlas a Palma y viceversa en bicicleta. Éramos tres o cuatro compañeros que pedaleábamos cada mañana dieciséis kilómetros durante casi una hora, y regresábamos por la tarde. El autobús de línea no coincidía con nuestros horarios y, además, era muy caro para nosotros.

- A los quince años ya trabajaba. ¿Por qué razón empezó tan pronto?

- Porque no era muy buen estudiante y porque las circunstancias económicas de aquella época no daban para más. Tenía familiares trabajando en hostelería y, gracias a uno de ellos, mi tío Antonio, tuve la oportunidad de formar parte de la plantilla del Hotel Alcina. Era el 10 de agosto de 1949. El Alcina, además del Mediterráneo y del Victoria, eran en aquellos años los hoteles emblemáticos de la Bahía de Palma; los tres, juntamente con el Alhambra, el Príncipe Alfonso y el Formentor, fueron las verdaderas cunas de formación de grandes profesionales isleños. Luego, entre los años 1952 y 1955, empezó el boom turístico.

- ¿Y su Servicio Militar?

- Lo hice como voluntario. Ello me obligaba a permanecer tres años en filas, pero me permitía seguir trabajando por las tardes. Mi destino durante dichos años fue de mecanógrafo del secretario particular del Capitán General, que en aquellas fechas era el General Castejón. Fueron tres años de verdadero esfuerzo y sacrificio, pero, gracias a ello, pude comprarme una motocicleta que me permitía moverme, naturalmente, con más rapidez que en bicicleta.

- ¿Cuál fue su primer trabajo?

- Fregaba vasos a mano –no había máquinas– en el Restaurante del Alcina. Permanecí ocho años en este hotel, saliendo con un certificado que me llenaba de satisfacción, y que acreditaba mi permanencia en ese establecimiento con la categoría de secretario adjunto a la dirección. Mi verdadero trabajo era escribir y ocuparme de toda la correspondencia en varios idiomas, tanto de clientes como de agencias de viaje, y era el responsable de reservas y ventas, lo que equivaldría hoy a una categoría de director comercial.

- A los ocho años, cambia usted de hotel y de ambiente.

- Efectivamente, recién terminado el Bahía Palace, al que luego se le llamó Meliá-Mallorca, embrión de lujo de los Meliá de hoy, fui llamado para un puesto de recepcionista que acepté sin dudarlo. A los pocos meses, me nombraron jefe de recepción y subdirector. Fue realmente mi cuna de aprendizaje como director bajo la tutela de Enrique Cabré, un hombre que todavía hoy admiro, un enamorado de la Isla, formado en Alemania. Sus íntimos le llamaban Herr. Tuve luego otros directores que me apoyaron y me ayudaron a consolidar mis conocimientos y mi formación.

- ¿Se había casado ya?

- En Inca, poco antes. Mis suegros eran industriales del calzado, y recuerdo que se llevaron un disgusto cuando fui nombrado director Gerente, en Granada, puesto que ello suponía un alejamiento de su hija y su primer nieto. Ellos, como es natural, lucharon para evitarlo hasta ofrecernos llevar el negocio en Inca, pero yo era hotelero de vocación y para todo. Mi mujer, además, apoyaba nuestro proyecto común. Después de Granada y, en 1964, tuve el privilegio de ser nombrado gerente de un flamante hotel del gran lujo de la época, famoso todavía hoy en el mundo entero, llamado Don Pepe de Marbella, en honor de Don Pepe Meliá, gran pionero del turismo español de calidad

- Y entretanto, usted tuvo hasta cuatro hijos.

- El mayor es economista y está trabajando en banca. El segundo, desgraciadamente, murió con 18 años. El tercero es hotelero y acaba de regresar, para un nuevo destino, después de tres años en Asia con el Grupo Sol-Meliá. El cuarto, también economista y especialista en Marketing, trabaja en una de las primeras marcas del automóvil.

Mañana: Mateo Bosch. (II) Director General de Eurobilding, en Madrid

sábado, 18 de junio de 2011

Pepita Ramos Correa, propietaria de la Pastelería Formentor.



A finales de febrero de l998, realizaba una entrevista con Pepita Ramos, empresaria pastelera, que el 7 de marzo del mismo año, salía publicada, un tanto resumida, en el diario mallorquín “El Día del Mundo”. Trece años más tarde, decido recoger la misma entrevista, recordándola en esta sección de “Isleños en Madrid” y, con la intención de ilustrarla con mejores fotografías, me dirigí a ella, pidiéndoselas y remitiéndole la entrevista que alegaba haber olvidado “Siento decirte –nos contestó su hijo, Carlos Forteza–, que mi madre, Josefa Ramos, no reconoce la entrevista que nos has remitido (a mí también me sorprende mucho el tono de las respuestas, no parecen corresponder en absoluto a ella) y que, por tanto, te agradecería que no la colgaras en Internet. Pero, en fin, es una decisión tuya”.

La entrevista, cuya grabación guardo entre mis archivos, no es una invención mía. Comprendo que, con los años, algunas personas puedan cambiar hasta el punto de no reconocer lo que dijeron trece años antes. Así que le invité a que matizara lo que ella considerara oportuno en vistas a la publicación de la misma. Doce días después, no he obtenido respuesta alguna. Así que, considerando que dicha entrevista no ha perdido en absoluto su frescura, e incluyéndola en la serie de “Isleños en Madrid”, decido reflejarla de nuevo en Internet, tal como saliera en su día.

Pepita Ramos procede de una familia numerosa de ocho hermanos y de padres extremeños, –él era militar y vivió en Palma–. Nace en Lluchmajor y se acuerda de muy pocas cosas de aquellos tiempos que no fueron muy buenos. Al no hablar mallorquín en su casa, tuvo que aprenderlo en la calle. Hizo teatro de jovencita y estudió música durante tres años –violín, piano y solfeo en el Conservatorio Profesional de Música–, así como comercio. Consiguió el título de Perito y de Profesor Mercantil, sin llegar a ejercerlos. Recién casada, en el año 1956, se fue con su marido, Cayetano Forteza, hijo del panadero de Santa Eulalia, a Madrid. “El no era pastelero –matiza con precisión–, sino ensaimadero. Conocía muy bien su profesión y tenía la convicción de que el negocio, en Madrid, iba a irle bien”. Desde entonces “Formentor” es la pastelería pionera mallorquina en la capital de España.

Viuda y, a pesar de que ella no sabe hacer ensaimadas pero sí reconocerlas por su calidad, Pepita ha seguido vendiendo productos mallorquines en su establecimiento, más visitado por madrileños que por los mismos isleños. “Formentor” es la pastelería madrileña que hace más honor a la calidad isleña. Y, al frente de ella, Pepita Ramos se siente embajadora culinaria mallorquina en la capital del Reino.

- Me imagino que, en sus tiempos, no habría muchas mujeres estudiantes de Comercio.

- Éramos muy pocas chicas, unas siete frente a un conjunto de treinta alumnos. Y empecé esta carrera porque una amiga mía, que también la estudiaba, me había dicho que, si guiñaba el ojo a los profesores, se podían sacar estos estudios en nada. Quise probarlo, pero no tuve que guiñarlo a nadie porque fui una buena estudiante, y hasta conseguí algunas matrículas. Los estudios duraban siete años con dos reválidas.

- ¿Ejerció, una vez superadas éstas?

- Hice unas oposiciones para la empresa municipal de aguas y alcantarillados. Trabajé varios años en el Ayuntamiento hasta que me casé. Luego, dejé mi oficio y me vine a Madrid.

- Tras más de cuarenta años fuera de la isla, usted parece no haberla olvidado.

- Curiosamente, ahora quiero mucho más a Mallorca porque la comprendo mejor. Y la adoro. De manera que me gustaría profundizar en temas mallorquines.

- ¿En qué se diferencia la Mallorca que usted dejara, en 1956, de la que hoy visita?

- En esos años ha habido un cambio total. Por supuesto, entonces no había el turismo de ahora. Hoy la isla es cosmopolita. En cambio, se ha perdido casi todo lo que tenía.

- ¿Ha visitado usted las otras islas?

- Ibiza es el desborde. Estás allí y no te sientes en tu casa. También estuve en Menorca y me di cuenta de que todavía guarda cosas puras de verdad. Es como un sueño. Por eso tengo tanta ilusión en recoger cosas bonitas y en recordar lo que ya ha desaparecido de mi casa y de mi vida.

"En busca de la ensaimada perfecta".

- El 6 de febrero 1956, ustedes inauguran la primera tienduca en Madrid con el nombre de “Fomentor”, en la que comienzan a vender un artículo típicamente mallorquín: ensaimadas.

- Mi marido estaba convencido de que, en Madrid, podría triunfar con ellas. El primer día, estaba hecho un flan pero, desde el primer momento, todo fue fenomenal. La verdad es que vinimos sin dinero, sólo para probar. Pero, al ver que esto marchaba, un día se presentó el director del Banco Popular y me dijo que podíamos triunfar y que nos ayudaba. Entonces cambiamos a esta calle, General Díez Porlier, en donde abrimos El “Formentor”, casi al final de Goya. Sólo vendíamos ensaimadas pero funcionó desde el primer día. Creía que yo sola me bastaba para ello. Pero fue tal el avasallamiento que tuvimos que pedir refuerzos.

- Las ensaimadas que hacía su marido ¿sabían igual que las que se vendían en la isla?

- Pese a que hay quien dice lo contrario, yo estoy convencida de ello. La clave está en los deditos –dits, dits, i no fabiols–, las manitas y el entender el asunto. El saber manejar la harina y lo demás. Lo que cuentan de su sabor diferente por el agua es un cuento chino. Aquí el meollo de la cuestión reside en manejar tres elementos esenciales en el momento de hacerla: una manteca de calidad, unos buenos ingredientes y una técnica en combinarlos y en hacerlas. Además de otro no menos importante, no valorado ya en la isla, que es la hoja formada al laminar la ensaimada y extenderla al máximo. Hay que darle la manteca que precisa y pide. Ni un poco más ni un poco menos. Pero nunca escatimarla. Nosotros seguimos enrollándola al estilo antiguo, al contrario de lo que se hace hoy en día, con levaduras rápidas que impiden que sean tan buenas. Y nunca las congelamos. Si no las preparamos el día anterior, resulta imposible venderlas. Las congelaciones y todo eso que se hace de cara al turismo, es pura basura.

- Y mientras su marido hacía ensaimadas, usted se dedicaba a tener y a criar hijos.

- Con ellos o sin ellos, estuve trabajando aquí todo el tiempo. Me iba a casa a dar la teta a los nenes y volvía otra vez con él, trabajando. Pero, siempre estuve a su lado. Él era el entendido, y yo la relaciones públicas.

- A usted, al menos en su establecimiento, todos la conocen y saludan. ¿Cuál es el secreto? ¿No será la ensaimada mallorquina?

- Yo soy una persona normal y no tengo ningún secreto. Pero es verdad que conozco a todo Madrid. Nos hemos dado mucho. Es lo que digo: no hemos venido a hacer dinero, sino ensaimadas. Y este es, en todo caso, el secreto. Ha sido como un acto romántico. Porque seguimos haciendo lo mismo que cuando llegamos por primera vez. Pero a mí me satisface mucho cuando la gente viene y me dice: “Son mejores que las de Mallorca”. No es que me apetezcan las comparaciones, pero el hecho de que reconozcan que es una ensaimada muy buena y diferente a las demás me llena de satisfacción.

- ¿Y usted las sigue probando?

- Cuando me llevo una a casa y desenvuelvo el paquete, palabra de honor que huelo a Mallorca. Es un olor superespecial que no se puede evitar.

- ¿Seguirán haciendo, me imagino, de las rellenas de cabello de ángel, de confitura...?

- Y de nata, de trufa, de crema, las tostadas encima y sin crema dentro, las de Carnaval, alternando con rodajas de sobrasada o de calabacete que les da un gusto agridulce… Aquí buscamos la perfección.

- ¿Hacen también empanadas, cocas de verdura y otros artículos mallorquines?

- Hacemos todo lo mallorquín. En Pascua, los “rubiols”, y todo tipo de pastel de la isla. Todo, menos lo que es de segunda categoría porque no se vende. Yo no sé lo que fue primero: si el barrio, que ya era bueno y selecto, o nosotros, que lo acostumbramos al buen paladar. Pero esto resultó desde un primer momento.

- Supongo que sus ensaimadas no tendrán nada que ver con las que se venden en el Aeropuerto de Son San Joan.

- Que me perdone el Aeropuerto, pero eso es basura. Son ensaimadas simplemente para hacer negocio. Cuando era novia, muchas tardes no podía ver al que luego fue mi marido porque le encargaban un pedido de ensaimadas y tenía que hacerlas para repartir al día siguiente. Porque si las hacía precipitadamente, con mucha levadura, sabían y olían mal. Llevaban catorce horas de fermentación, cuando hoy, en menos de seis horas las hacen. O las meten en una cámara. Así, se llevan al día siguiente las que quieran. Una lástima por la buena sensibilidad que se pierde.

- ¿Se imagina lo que sería de la vida sin las ensaimadas?

- Yo no la concibo.

“Madrid me gusta a rabiar”

Esta es la tercera parte de la entrevista con Pepita Ramos Correa, publicada el 7 de marzo de 1998 en “El Día del Mundo”.

- ¿Se reúnen alguna vez las mujeres mallorquinas en Madrid?

- Nos reunimos, de vez en cuando, para hablar de nuestras cosas o para celebrar algún aniversario o festividad. En fin de año o en la proximidad de las vacaciones de verano.

- Tengo entendido que algunas de sus clientas visitan su establecimiento sólo para degustar el café que sirven en él.

- En efecto, lo traemos de Mallorca y es de una mezcla especial que nos preparan desde hace más de treinta años. Mucha gente está enviciada con él y, no pueden pasar sin este café. Hacemos también “cocarrois”, empanadas de carne y de verdura, pastelería general, siempre muy pura. Y hacemos, igualmente, horchata de almendra mallorquina.

- ¿A usted le gustaría volver a Mallorca?

- Siento decir que no, porque me he acostumbrado a lo que no es bueno, que es la polución, el barullo y el volverse una loca. En mi casa, tengo mucha tranquilidad, pero, durante el día, esto es una fiesta de calle y todo lo hago deprisa y corriendo. En cambio, en Mallorca, me sobra el tiempo y la gente vive una vida que me encanta, pero que yo ya he perdido. La aguanto quince o veinte días, pero luego me pregunto qué estoy haciendo allí. Y mis hijos me tiran. Madrid me gusta a rabiar.

- ¿Quiere decir que la tranquilidad de Mallorca le pone nerviosa?

- Ya no soporto ni la misma manera de hablar pausada. Aunque, cada vez le encuentro más sabor a la isla. Igual acabaré allí mis días. Pero hoy en día no podría acostumbrarme porque necesito moverme y mucho movimiento. Y los mallorquines, hay que reconocerlo, son muy pasivos.

- ¿Sus hijos conocen la isla?

- El mayor estudió medicina, se casó y se marchó a San Sebastián. El menor se fue a casar en Santany. Fue una gozada volver a recordar cómo la gente nos sigue queriendo después de tanto tiempo. De todas formas, cada verano, pasamos un mes en la isla.

- ¿Habla normalmente el mallorquín entre los suyos?

- Siempre que puedo. Tengo algunos amigos de pura cepa con los que lo hablo y, de vez en cuando, sacamos alguna palabreja de esas y recordamos cosas de allí. Con ellos estudiamos la lengua y cada vez que tenemos un problema de lenguaje, lo cuidamos mucho. El otro día me preguntaba cómo se diría tirachinas en mallorquín y no conseguí encontrar la palabra exacta. Sé que los honderos de las Baleares tiraban con la honda llamada “fonda”, cuyo verbo es “fonar”, y que el nombre de “tira macs”, o tirador se acerca al español de tirachinas, pero no sé, no sé...

- Y ustedes, mujeres mallorquinas, ¿se ven y hablan de Mallorca en Madrid?

- De vez en cuando, nos reunimos para hablar de nuestras cosas o para celebrar algún aniversario o festividad. Por ejemplo, en el fin de año o en la proximidad de las vacaciones de verano.

- ¿Cree usted que el mallorquín sigue siendo un isleño en Madrid?

- A pesar de que nos queremos y nos sentimos muy bien entre nosotros, el mallorquín sigue siendo muy separatista en Madrid.

viernes, 17 de junio de 2011

Pepita Ramos: (y III) Madrid me gusta a rabiar.


Playa Es Trenc, vista por un agujero


Esta es la tercera parte de la entrevista con Pepita Ramos Correa, publicada el 7 de marzo de 1998 en “El Día del Mundo”.

- ¿Se reúnen alguna vez las mujeres mallorquinas en Madrid?

- Nos reunimos, de vez en cuando, para hablar de nuestras cosas o para celebrar algún aniversario o festividad. En fin de año o en la proximidad de las vacaciones de verano

- Tengo entendido que algunas de sus clientas visitan su establecimiento sólo para degustar el café que sirven en él.

- En efecto, lo traemos de Mallorca y es de una mezcla especial que nos preparan desde hace más de treinta años. Mucha gente está enviciada con él y, no pueden pasar sin este café. Hacemos también “cocarrois”, empanadas de carne y de verdura, pastelería general, siempre muy pura. Y hacemos, igualmente, horchata de almendra mallorquina.

- ¿A usted le gustaría volver a Mallorca?

- Siento decir que no, porque me he acostumbrado a lo que no es bueno, que es la polución, el barullo y el volverse una loca. En mi casa, tengo mucha tranquilidad, pero, durante el día, esto es una fiesta de calle y todo lo hago deprisa y corriendo. En cambio, en Mallorca, me sobra el tiempo y la gente vive una vida que me encanta, pero que yo ya he perdido. La aguanto quince o veinte días, pero luego me pregunto qué estoy haciendo allí. Y mis hijos me tiran. Madrid me gusta a rabiar.

- ¿Quiere decir que la tranquilidad de Mallorca le pone nerviosa?

- Ya no soporto ni la misma manera de hablar pausada. Aunque, cada vez le encuentro más sabor a la isla. Igual acabaré allí mis días. Pero hoy en día no podría acostumbrarme porque necesito moverme y mucho movimiento. Y los mallorquines, hay que reconocerlo, son muy pasivos.

- ¿Sus hijos conocen la isla?

- El mayor estudió medicina, se casó y se marchó a San Sebastián. El menor se fue a casar en Santany. Fue una gozada volver a recordar cómo la gente nos sigue queriendo después de tanto tiempo. De todas formas, cada verano, pasamos un mes en la isla.

- ¿Habla normalmente el mallorquín entre los suyos?

- Siempre que puedo. Tengo algunos amigos de pura cepa con los que lo hablo y, de vez en cuando, sacamos alguna palabreja de esas y recordamos cosas de allí. Con ellos estudiamos la lengua y cada vez que tenemos un problema de lenguaje, lo cuidamos mucho. El otro día me preguntaba cómo se diría tirachinas en mallorquín y no conseguí encontrar la palabra exacta. Sé que los honderos de las Baleares tiraban con la honda llamada “fonda”, cuyo verbo es “fonar”, y que el nombre de “tira macs”, o tirador se acerca al español de tirachinas, pero no sé, no sé...

- Y ustedes, mujeres mallorquinas, ¿se ven y hablan de Mallorca en Madrid?

- De vez en cuando, nos reunimos para hablar de nuestras cosas o para celebrar algún aniversario o festividad. Por ejemplo, en el fin de año o en la proximidad de las vacaciones de verano.

- ¿Cree usted que el mallorquín sigue siendo un isleño en Madrid?

- A pesar de que nos queremos y nos sentimos muy bien entre nosotros, el mallorquín sigue siendo muy separatista en Madrid.

jueves, 16 de junio de 2011

Pepita Ramos. (II) En busca de la ensaimada perfecta.


Pastelería Formentor, en la calle madrileña del General Díaz Porlier.


- El 6 de febrero 1956, ustedes inauguran la primera tienduca en Madrid con el nombre de “Fomentor”, en la que comienzan a vender un artículo típicamente mallorquín: ensaimadas.

- Mi marido estaba convencido de que, en Madrid, podría triunfar con ellas. El primer día, estaba hecho un flan pero, desde el primer momento, todo fue fenomenal. La verdad es que vinimos sin dinero, sólo para probar. Pero, al ver que esto marchaba, un día se presentó el director del Banco Popular y me dijo que podíamos triunfar y que nos ayudaba. Entonces cambiamos a esta calle, General Díez Porlier, en donde abrimos El “Formentor”, casi al final de Goya. Sólo vendíamos ensaimadas pero funcionó desde el primer día. Creía que yo sola me bastaba para ello. Pero fue tal el avasallamiento que tuvimos que pedir refuerzos.

- Las ensaimadas que hacía su marido ¿sabían igual que las que se vendían en la isla?

- Pese a que hay quien dice lo contrario, yo estoy convencida de ello. La clave está en los deditos –dits, dits, i no fabiols–, las manitas y el entender el asunto. El saber manejar la harina y lo demás. Lo que cuentan de su sabor diferente por el agua es un cuento chino. Aquí el meollo de la cuestión reside en manejar tres elementos esenciales en el momento de hacerla: una manteca de calidad, unos buenos ingredientes y una técnica en combinarlos y en hacerlas. Además de otro no menos importante, no valorado ya en la isla, que es la hoja formada al laminar la ensaimada y extenderla al máximo. Hay que darle la manteca que precisa y pide. Ni un poco más ni un poco menos. Pero nunca escatimarla. Nosotros seguimos enrollándola al estilo antiguo, al contrario de lo que se hace hoy en día, con levaduras rápidas que impiden que sean tan buenas. Y nunca las congelamos. Si no las preparamos el día anterior, resulta imposible venderlas. Las congelaciones y todo eso que se hace de cara al turismo, es pura basura.

- Y mientras su marido hacía ensaimadas, usted se dedicaba a tener y a criar hijos

- Con ellos o sin ellos, estuve trabajando aquí todo el tiempo. Me iba a casa a dar la teta a los nenes y volvía otra vez con él, trabajando. Pero, siempre estuve a su lado. Él era el entendido, y yo la relaciones públicas.

- A usted, al menos en su establecimiento, todos la conocen y saludan. ¿Cuál es el secreto? ¿No será la ensaimada mallorquina?

- Yo soy una persona normal y no tengo ningún secreto. Pero es verdad que conozco a todo Madrid. Nos hemos dado mucho. Es lo que digo: no hemos venido a hacer dinero, sino ensaimadas. Y este es, en todo caso, el secreto. Ha sido como un acto romántico. Porque seguimos haciendo lo mismo que cuando llegamos por primera vez. Pero a mí me satisface mucho cuando la gente viene y me dice: “Son mejores que las de Mallorca”. No es que me apetezcan las comparaciones, pero el hecho de que reconozcan que es una ensaimada muy buena y diferente a las demás me llena de satisfacción.

- ¿Y usted las sigue probando?

- Cuando me llevo una a casa y desenvuelvo el paquete, palabra de honor que huelo a Mallorca. Es un olor superespecial que no se puede evitar.

- ¿Seguirán haciendo, me imagino, de las rellenas de cabello de ángel, de confitura...?

- Y de nata, de trufa, de crema, las tostadas encima y sin crema dentro, las de Carnaval, alternando con rodajas de sobrasada o de calabacete que les da un gusto agridulce… Aquí buscamos la perfección.

- ¿Hacen también empanadas, cocas de verdura y otros artículos mallorquines?

- Hacemos todo lo mallorquín. En Pascua, los “rubiols”, y todo tipo de pastel de la isla. Todo, menos lo que es de segunda categoría porque no se vende. Yo no sé lo que fue primero: si el barrio, que ya era bueno y selecto, o nosotros, que lo acostumbramos al buen paladar. Pero esto resultó desde un primer momento.

- Supongo que sus ensaimadas no tendrán nada que ver con las que se venden en el Aeropuerto de Son San Joan.

- Que me perdone el Aeropuerto, pero eso es basura. Son ensaimadas simplemente para hacer negocio. Cuando era novia, muchas tardes no podía ver al que luego fue mi marido porque le encargaban un pedido de ensaimadas y tenía que hacerlas para repartir al día siguiente. Porque si las hacía precipitadamente, con mucha levadura, sabían y olían mal. Llevaban catorce horas de fermentación, cuando hoy, en menos de seis horas las hacen. O las meten en una cámara. Así, se llevan al día siguiente las que quieran. Una lástima por la buena sensibilidad que se pierde.

- ¿Se imagina lo que sería de la vida sin las ensaimadas?

- Yo no la concibo.

Mañana: Pepita Ramos. (y III ) Madrid me gusta a rabiar.

martes, 14 de junio de 2011

Pepita Ramos Correa, propietaria de la Pastelería Formentor.



Pepita Ramos, en el interior de su pastelería.


A finales de febrero de l998, realizaba una entrevista con Pepita Ramos, empresaria pastelera, que el 7 de marzo del mismo año, salía publicada, un tanto resumida, en el diario mallorquín “El Día del Mundo”. Trece años más tarde, decido recoger la misma entrevista, recordándola en esta sección de “Isleños en Madrid” y, con la intención de ilustrarla con mejores fotografías, me dirigí a ella, pidiéndoselas y remitiéndole la entrevista que alegaba haber olvidado “Siento decirte –nos contestó su hijo, Carlos Forteza–, que mi madre, Josefa Ramos, no reconoce la entrevista que nos has remitido (a mí también me sorprende mucho el tono de las respuestas, no parecen corresponder en absoluto a ella) y que, por tanto, te agradecería que no la colgaras en Internet. Pero, en fin, es una decisión tuya”.

La entrevista, cuya grabación guardo entre mis archivos, no es una invención mía. Comprendo que, con los años, algunas personas puedan cambiar hasta el punto de no reconocer lo que dijeron trece años antes. Así que le invité a que matizara lo que ella considerara oportuno en vistas a la publicación de la misma. Doce días después, no he obtenido respuesta alguna. Así que, considerando que dicha entrevista no ha perdido en absoluto su frescura, e incluyéndola en la serie de “Isleños en Madrid”, decido reflejarla de nuevo en Internet, tal como saliera en su día.

Pepita Ramos procede de una familia numerosa de ocho hermanos y de padres extremeños, –él era militar y vivió en Palma–. Nace en Lluchmajor y se acuerda de muy pocas cosas de aquellos tiempos que no fueron muy buenos. Al no hablar mallorquín en su casa, tuvo que aprenderlo en la calle. Hizo teatro de jovencita y estudió música durante tres años –violín, piano y solfeo en el Conservatorio Profesional de Música–, así como comercio. Consiguió el título de Perito y de Profesor Mercantil, sin llegar a ejercerlos. Recién casada, en el año 1956, se fue con su marido, Cayetano Forteza, hijo del panadero de Santa Eulalia, a Madrid. “El no era pastelero –matiza con precisión–, sino ensaimadero. Conocía muy bien su profesión y tenía la convicción de que el negocio, en Madrid, iba a irle bien”. Desde entonces “Formentor” es la pastelería pionera mallorquina en la capital de España.

Viuda y, a pesar de que ella no sabe hacer ensaimadas pero sí reconocerlas por su calidad, Pepita ha seguido vendiendo productos mallorquines en su establecimiento, más visitado por madrileños que por los mismos isleños. “Formentor” es la pastelería madrileña que hace más honor a la calidad isleña. Y, al frente de ella, Pepita Ramos se siente embajadora culinaria mallorquina en la capital del Reino.

- Me imagino que, en sus tiempos, no habría muchas mujeres estudiantes de Comercio.

- Éramos muy pocas chicas, unas siete frente a un conjunto de treinta alumnos. Y empecé esta carrera porque una amiga mía, que también la estudiaba, me había dicho que, si guiñaba el ojo a los profesores, se podían sacar estos estudios en nada. Quise probarlo, pero no tuve que guiñarlo a nadie porque fui una buena estudiante, y hasta conseguí algunas matrículas. Los estudios duraban siete años con dos reválidas.

- ¿Ejerció, una vez superadas éstas?

- Hice unas oposiciones para la empresa municipal de aguas y alcantarillados. Trabajé varios años en el Ayuntamiento hasta que me casé. Luego, dejé mi oficio y me vine a Madrid

- Tras más de cuarenta años fuera de la isla, usted parece no haberla olvidado.

- Curiosamente, ahora quiero mucho más a Mallorca porque la comprendo mejor. Y la adoro. De manera que me gustaría profundizar en temas mallorquines.

- ¿En qué se diferencia la Mallorca que usted dejara, en 1956, de la que hoy visita?

- En esos años ha habido un cambio total. Por supuesto, entonces no había el turismo de ahora. Hoy la isla es cosmopolita. En cambio, se ha perdido casi todo lo que tenía.

- ¿Ha visitado usted las otras islas?

- Ibiza es el desborde. Estás allí y no te sientes en tu casa. También estuve en Menorca y me di cuenta de que todavía guarda cosas puras de verdad. Es como un sueño. Por eso tengo tanta ilusión en recoger cosas bonitas y en recordar lo que ya ha desaparecido de mi casa y de mi vida.

Mañana: Pepita Ramos. (II) En busca de la ensaimada perfecta.

viernes, 10 de junio de 2011

Victoriano López-Pinto. Economista y poeta.


Su infancia son, como dice, recordando al poeta, “los recuerdos alegres de Felanitx en el seno de una familia muy unida y numerosa –siete hermanos– a la sombra de un buen padre, en una isla paradisíaca”. Victoriano López Pinto nace el 4 de abril de 1936, en Capdepera. Se desplaza a Madrid a los 18 años, en donde hace la carrera de ciencias económicas y se enamora de esta ciudad en la que vive desde entonces. Fue director general del primer Eurobilding español. Experto en el mundo financiero, trabaja luego en bancos y en el Instituto Nacional de Industria, así como en actividades de capital riesgo. Hoy, mira su pasado y al mundo con ojos de intelectual y profundiza en su interior con la mirada de vate secreto que siempre se sintió, aunque nunca lo manifestara públicamente. La entrevista fue efectuada en Madrid en 1998.

- ¿Por qué abandonó usted Mallorca en su juventud y eligió Madrid para vivir?

- No sabría explicarlo. De repente, me encontré tan estupendamente en Madrid, una ciudad que integra a todo el que llega de fuera, y tan a gusto, que me quedé definitivamente en ella. La verdad es que, en esta urbe, nadie se siente forastero. Y desarrollé aquí toda mi labor profesional. Lo que no quiere decir que haya dejado de ir a Mallorca ni que la haya perdido, sino todo lo contrario, que, además de la isla, he tenido algo más.

- Aquí se casó usted ¿con una madrileña?

- No, no, con una riojana madrileña con la que tuve cuatro hijos.

- Y siguió unido a la isla. Supongo que sin olvidarse de su idioma nativo.

- ¿Cómo me voy a olvidar de él, si mi forma de ser y de expresarme es el mallorquín? Y no sólo lo hablo yo, sino que también mi mujer lo entiende perfectamente. De manera que, yo, hablándole en mallorquín y ella, contestándome en castellano, nos encontramos mucho más cómodos. Entiendo el lenguaje como algo integrador y enriquecedor, y más el mallorquín, que es una delicia.

- Resúmame su actividad profesional a lo largo de estos años

- He estado en muchos sitios. Empecé, en los años sesenta, en el mundo hotelero, en una concepción distinta del hotel de costa o de ciudad. Fui el primer director general de una sociedad mercantil anónima que era propietaria de Eurobilding. En él, era muy importante la definición de la estrategia de lo que iba a ser el hotel urbano unido a un centro de reuniones y convenciones, y a todo un complejo de integración de servicios, incluido el Siglo XXI, en el que se creó opinión pública y política. Y fue el inicio de muchas vocaciones políticas.

- Eurobilding se salió de las viejas normas tradicionales, comenzando por el lugar de su ubicación.

- Construimos un hotel en un sitio en donde aparentemente no iba a haberlo nunca. Para contrarrestar un poco la lejanía de lo que antes era el centro de Madrid, se nos ocurrió hacer algo más que un hotel. Pensamos que era esencial su colocación cercana a la línea de crecimiento de Madrid, a lo largo del viento dominante, al contrario de una interpretación clásica del crecimiento en estrella o alrededor de vías de circulación. Madrid está situada hacia el norte, en la falda de una cordillera que la protege de los fríos de la paramera castellano leonesa. Y lo que la gente va buscando es precisamente el viento dominante, la pureza del ambiente, la no contaminación, el sitio más limpio. Por eso todas las urbanizaciones de más calidad están todas situadas en el Norte y hay pocas en el Sur. Aunque hoy en día esta verdad está paliada por otros factores, como la facilidad de transportes.

- Esta fue una de sus primeras actividades profesionales, pero hubo más.

- Después he estado en muchos bancos y en grupos. He sido director general adjunto del Banesto. He estado en el Banco General y en el Coca. Y, fundamentalmente, en el mundo de la inversión y en el de la actividad financiera. Y, al principio de la transición, me llamó el Sector Público Industrial para crear una actividad de desarrollo a través del Instituto Nacional de Industria.

- ¿Qué era entonces el INI?

- Un instrumento del Gobierno para la política sectorial que no tenía nada de regional. Potenciaba el sector naval, el de la navegación aérea, el mundo petroquímico, o el mundo de la industria militar. Todo era por sectores económicos. Hasta que, con el despertar autonómico, el Ministerio de Industria encargó al INI que se preocupara de promover una actividad. Mi trabajo fue crear y poner en marcha todas las sociedades de desarrollo cuyos parámetros estaban por debajo de la Renta Nacional. Ahí estuve diez o doce años. Fue una de las épocas más dilatadas en la que hice un importante trabajo. Empezamos por Galicia; después, fuimos a Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha, Castilla León, Aragón y Canarias.

Producir, vender, competir.

La ciudad malagueña de Fuengirola cuenta con el primer monumento de España dedicado al Seat o Fiat 600. La escultura, de tamaño natural, se inauguró el 22 de junio del 2008, en homenaje al popular vehículo. “Creo que es un homenaje muy oportuno, ya que el Seat 600 fue el primer carro de muchas familias españolas y está muy ligado a los primeros pasos de Fuengirola como municipio turístico. Muchos de nuestros primeros veraneantes vinieron en este vehículo”, señaló la entonces alcaldesa de Fuengirola, Esperanza Oña. No obstante, la inauguración del monumento llegaba a contrapelo de una crisis financiera mundial que acababa de desencadenarse. Diez años antes, entrevistábamos a Victoriano López-Pinto, preguntándole por el cambio cualitativo en la renta per cápita vivido en España en los años sesenta. Victoriano nos hizo entonces un retrato de lo vivido por él, cuando el español se subió al Seat 600, carro del desarrollo. Y nos contaba:

- Antes, el peso del sector agrario era muy grande, mientras que el del sector industrial era pequeño y el de los servicios, pequeñísimo. Hoy, a finales de siglo, y principios de uno nuevo, mientras que el del sector agrario es muy pequeño y el del industrial también ha disminuido, el de los servicios ha crecido mucho. Y uno de los principales protagonistas en el crecimiento del sector industrial ha sido el INI que ha sido el gran lanzador industrial de España. Eso era normal en una época determinada en la que la economía no estaba, como ahora, globalizada. El primer problema fue producir; el segundo, distribuir y vender, y el último, competir. Cada tiempo ha tenido su protagonista. Todos recordamos, por ejemplo, el primer Seiscientos. Pero mal hubiéramos podido llegar a esta situación si no hubiéramos tenido durante muchos años un buen sector primario, agrícola, que nos permitió, posteriormente, una buena industria y ahora unos servicios más o menos competitivos.

- El último cambio parece ser el de las privatizaciones. ¿Dónde se halla el límite de las mismas?

- En estos momentos no ha lugar tener un sector industrial fuerte, a no ser que tenga unas ventajas estratégicas claras. Y lo normal es que se adelgace el sector público y que haya privatizaciones. Este es un proceso irreversible. El problema es dónde se para la privatización. ¿Qué es lo que tiene que quedar en poder del Estado? Yo no soy partidario de un sector público gordo, deforme y no sometido a régimen. Pero, siempre que sea eficaz para la colectividad, no me importa que sea grande. Lo que ocurre es que hay cosas públicas que son absolutamente ilógicas y tienen que privatizarse. A tiempos nuevos hay que poner soluciones nuevas. Durante muchos años, hemos estado en una campana de cristal autárquica, desde el punto de vista económico. Casi todo lo que consumíamos de bienes y servicios era producto nacional. Luego empezamos a abrirnos. Y el peso de la exportación e importación fue teniendo cada vez más importancia. Hay un salto cualitativo enorme que se produce con motivo de la integración de España en la Comunidad Económica Europea. Desde entonces, los parámetros han cambiado.

- ¿En qué ocupó la última fase de su vida?

- Pasada la época de las sociedades de desarrollo internacional, potencié el capital en las actividades de capital riesgo. Era el capital de acompañamiento, que entra en actividades que tengan potencialidad de desarrollo. No en un capital de mantenimiento estable, sino en el que va buscando sobre todo plusvalías. Creamos la Asociación Española de Capital riesgo que hoy en día es una actividad financiera completamente tipificada y en funcionamiento. Las grandes sociedades de capital riesgo del mundo tienen sus filiales en España.

“Hubiera preferido ser poeta a economista”.

- Aparte de su afición y profesión por los números y los bancos, hay una faceta suya que pasa desapercibida entre la gente que le ha tratado. Me refiero a la literaria

- A mí me gusta el pensamiento. La verdad es que, más que economista, me hubiera gustado ser poeta, que es lo que soy, o contemplador. Pero cuando digo que me gustaría ser poeta no quiero decir que me gustaría estar escribiendo versos, sino tener una actitud de poeta. Lo importante no es lo que se es o la profesión que uno tiene, sino la actitud que uno toma frente a la vida. A mí me gusta la belleza de lo pequeño, de la amistad. Hay un proverbio latino que dice “Primum vivere, deinde filosofare”. La ciencia económica ha sido un “primum vivere”, lo cual no quiere decir que no me haya gustado mucho. Pero ahora intento filosofar.

- Tengo entendido que también se ocupó de las actividades financieras en el sector vinícola. ¿Cree que Mallorca es importante desde este punto de vista?

- He estado en Age, una de las compañías vinateras riojanas más importantes, como presidente y como vice presidente. Mallorca tiene algunas marcas que son muy buenas, pero no tiene la dimensión en la que me he estado moviendo. La isla dispone de una buena renta, de una buena situación geográfica, de un buen clima y de unos mallorquines que son muy felices y disfrutan de un buen paladar. Unas condiciones óptimas, en una palabra, para tener buenos vinos. Y los pocos vinos que tiene los hace con mucho amor.

- ¿Qué piensa usted del monocultivo turístico que hay en Mallorca?

- La isla es una región muy bien equilibrada que cuenta con unos servicios muy desarrollados, y que tiene la demanda más rígida, como decimos los economistas. Se dan todas las circunstancias para que sea un sitio ideal para el turismo. Nunca dejará de ser lo bonita que es. El único que puede estropear Mallorca es el hombre, no la naturaleza.

- ¿Vas usted muy a menudo a la isla?

- Por desgracia voy menos de lo que me gustaría ir. Una vez cada trimestre y durante el verano.

- Echa de menos, desde Madrid, el mar que rodea su isla?

- Ayer, precisamente, oía por Radio Nacional la sinfonía titulada “Vox maris”, y me sentía absolutamente identificado. Comparaba este poema sinfónico con el libro de Baltasar Porcel “Murmullos del Mediterráneo”. Y veía la diferencia que hay entre voz y murmullo. La voz es más clara y nítida. Mientras que la palabra “murmullo” tiene una connotación negativa con algo desagradable... Echo mucho de menos el mar porque yo soy muy marinero y he nacido en él. Pero tengo la suerte de que España tiene tanta costa que lo puedo ver en mis frecuentes desplazamientos.

- ¿En dónde le gustaría morir: en Madrid o en Mallorca?

- Tanto Mallorca como Madrid me parecen sitios maravillosos para morirse. Pero más que el lugar o el momento, me importa sobre todo morirme rodeado de quienes más quiero. Por supuesto, mi mujer, mis cuatro hijos y mi numerosa familia.