domingo, 16 de enero de 2011

De Ibiza a Madrid: Concha García Campoy.


Hija de padres inmigrantes de Andalucía y Catalunya, Concha García Campoy nace dos veces: una en Tarrasa (Barcelona), el 28 de octubre de l958, y la segunda en Ibiza, a los siete años. En el año 1962, su familia fue víctima de unas riadas que desbordaron el río Llobregat y acabaron con numerosas casas. En el trágico suceso murió mucha gente. Ella misma, su hermana y sus padres, en un momento de confusión, fueron dados por muertos. Luego, fueron a vivir a unas casas provisionales de madera, barracones construidos para los damnificados y pasaron allí tres años más. Hasta que, aprovechándose de un familiar que era el jefe de obras de la empresa que construyó el antiguo aeropuerto de Ibiza, se instalaron en la isla, en 1965.

Cuando llega de niña a la capital pitiusa, sus padres abren una tienda de comestibles, y se aprovechan de la época del despegue turístico. Luego, otra de souvenirs, en la que venden gitanas de plástico, toros y todas las horteradas compradas por los turistas. Y, finalmente, un restaurante cerca de la playa, en las Figueretas.

- En la isla, usted comienza a trabajar detrás de un mostrador.

- Lo que me sirvió mucho para comunicarme con los demás. El trato con los clientes fue una escuela para mí. Luego, desde que cumplí los veinte años a los cuarenta, he trabajado en todas las emisoras de radio –en La Cope, en Radio Nacional, en Antena 3, en la Ser...– en la prensa y en la Televisión, y he llegado a ser una de las periodistas de moda del momento.

- Volvamos un poco atrás. ¿Recuerda su llegada a la isla?

-Aquello fue como ver la luz después de estar en la oscuridad. Todo lo que nos había sucedido había sido tan complicado, perentorio y provisional, que llegar a Ibiza y empezar a despegar en un sitio en donde teníamos una playa delante en la que nos podíamos bañar y disfrutar de un paisaje maravilloso fue como un sueño. Recuerdo que, al llegar a la isla, empecé a soñar en colores. Mi madre, llorando, se sentada en la playa al ver el panorama que tenía por delante. Y mi padre decía que, si teníamos que morir, aquel era el lugar más adecuado. De hecho, jamás volvieron a plantearse el cambiarse de lugar para vivir.

- Eran entonces dos hermanas...

- Mi hermana y yo ayudábamos mucho a mis padres en el restaurante, en la tienda de souvenirs, y teníamos la experiencia del contacto con la gente y ese espíritu un poco fenicio y comerciante. Siempre estuvimos unidas como una piña. El tercer hermano nació después.

Mañana: (II) “Encontré el periodismo muy flojo”.

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