lunes, 7 de febrero de 2011

Vicente Torres Sirerol. Viajero empedernido del mundo.


Vicente Torres Sirerol, en 1999.

Nacido en las Pitiusas en mayo de 1921, Vicente Torres salió de la isla a principios de 1940 con la misión de cubrir una oposición de oficiales radio telegrafistas para la Marina Mercante. Su ilusión era embarcarse y pensaba que el mundo era suyo, pero no tuvo la posibilidad de hacerlo. En su lugar, la compañía Trans radio le destinó a Barcelona, en donde trabajó en las obras del aeropuerto. Más tarde tuvo a su cargo los servicios técnicos y operativos de comunicaciones, integrados en la Dirección General de Protección de Vuelos. Allí se casó y tuvo cuatro de sus siete hijos.

En 1956, fue enviado a Oklahoma, en donde permaneció un año y completó su formación con modernos sistemas de navegación electrónica y comunicaciones. Dos años más tarde, inició su trabajo en la empresa SITA (Sociedad Internacional paraTelecomunicaciones Aeronáuticas), dedicada a las comunicaciones aéreas de compañías civiles en todo el mundo, Desde entonces, vive en Madrid. Vicente Torres es el único ibicenco que ha dado la vuelta al mundo en ocho días. Pero, convertido en Caballero de la Fundación Mar Océano, prefiere hacer que su vida sea un largo viaje alrededor de sí mismo.

- En 1999, le entrevistábamos. La que sigue, es la entrevista que mantuvimos con él. Tres años más tarde, el 1 de junio del 2002, moría, en Madrid.

- Residir fuera de Ibiza no le ha hecho olvidar. Y hoy la sigue recordando.

- Cada año, al visitarla, me encuentro con muchos amigos de cuando estudié el bachillerato. Lo mismo, en Mallorca. Mi padre era ibicenco y mi madre mahonesa, por lo que me considero balear y mediterráneo del todo

- Volar es para usted una afición y vocación ¿Desde cuándo la tuvo?

- Es algo que llevo inculcado desde pequeño, cuando empezaron a venir a Ibiza los primeros hidroaviones. Además, hice un curso de radio-navegación en la escuela de vuelos sin visibilidad de Salamanca. Las prácticas de navegación con sistemas de aquella época eran muy distintas de las de ahora. Y, siempre que he volado por razones de mi trabajo, he tenido la suerte de ser admitido en la cabina de la tripulación.

(Mañana, continuará: (II) “Volar, volar y volar”)

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