lunes, 15 de agosto de 2011

Sebastián Gayá Riera. Canónigo y cofundador de los Cursillos de Cristiandad.


Sebastián Gayá, en el momento de nuestra entrevista.




En julio de 1998, entrevistamos en Madrid, en donde vivía, a este personaje que, además de ser prelado de su Santidad y canónigo de Mallorca, era uno de los fundadores de los cursillos de cristiandad propagados por el mundo entero. Nueve años más tarde, el 23 de diciembre del 2007, moría, a los 94 años, siendo enterrado en el monasterio de San Honoré (Mallorca). Hoy recordamos la entrevista que mantuvimos con uno de los mallorquines más universales de la isla.

Sebastián Gayá está muy contento de haber nacido el 30 de julio de l913, aunque suene a mal año al terminar en 13. El trece de enero de 1998, y en martes, ese felanitxer fue citado por su médico, quien le operó del corazón, y allá fue él, muy tranquilo, sin hacer caso ni del trece ni del martes. Tiene otro hermano, en Barcelona y una hermana murió repentinamente, también del corazón, de una angina de pecho. Su padre, dedicado a la enseñanza, dirigía un colegio privado de bachillerato, en Felanitx.

En 1919, el año de las grandes migraciones españolas después de la Guerra Mundial, emigra él con toda su familia a Buenos Aires. Ocho años más tarde, vuelve Sebastián a Mallorca, solo y con 14 años, e ingresa en el Seminario. En 1949, siendo consiliario diocesano de los Jóvenes de Acción Católica, saca a luz los Cursillos de Cristiandad, e interviene en su desenvolvimiento y desarrollo. Estos traspasan enseguida las fronteras de la isla, y, como movimiento universal cristiano, dan la vuelta al mundo siendo seguidos por casi cinco millones de personas. Con ellos ha recorrido Sebastián Gayá casi un centenar de países de todos los continentes. Le entrevistamos cuando tiene ochenta y cuatro años. Siete años más tarde, se alegra de que la Santa Sede haya aprobado al fin canónicamente el movimiento de los Cursillos de Cristiandad.

- A su edad, ¿todavía tiene ganas de salir y de hacer cosas?

- Hasta hace dos meses, trabajaba doce horas diarias. Ahora, en cambio, no hago nada de nada. Pero, cuando me ponga mejor, volveré con mi trabajo.

- ¿Dónde sintió usted la primera llamada?

- En Buenos Aires me sentía con vocación, pero mis padres no podían pagarme los estudios. El cardenal argentino quiso pagarme una beca, pero al ver que ello me obligaba a permanecer durante toda la vida en Argentina, opté por venirme a Mallorca, en donde tenía un tío, hermano de mi padre, que era sacerdote. Para mí era romper completamente toda la baraja. Pero el espíritu pudo más y regresé a la isla.
Único profesor de mallorquín, en la post-guerra.

- E ingresó en La Sapiencia.

- El colegio Mayor de Nuestra Señora de la Sapiencia fue fundado por un descendiente de Ramón Llull que era canónigo de la Catedral. Fue un colegio mayor para estudiantes que querían ser sacerdotes. Se entraba por oposición y todos éramos becarios. Entonces éramos doce y nosotros mismos lo regíamos. Cada uno tenía un cargo, democráticamente elegido: rector, bibliotecario, mayordomo, etcétera. Hasta que, en 1937, fui ordenado sacerdote.

- Justo en el comienzo de la Guerra Civil. Mal año eligió usted.

- Yo estaba militarizado. Prestaba servicios en la dirección de Prisiones. Estuve en la secretaría de Capitanía General y en varios destinos.

- ¿Y en la post-guerra?

- En cuanto licenciaron mi quinta, quedé libre, pero estaba muy unido a la juventud. Siendo capellán del Regimiento de Ingenieros, había fundado seis centros de Acción Católica y quedé muy vinculado a aquellos soldados. Aquellos jóvenes impactaron toda mi vida de tal manera que los primeros años de sacerdocio, en cuanto fui licenciado, me incorporé en el Seminario como profesor durante veinte años.

- ¿De qué impartía clases?

- De literatura y de mallorquín. En aquellos tiempos, debía ser el único profesor de esta lengua en la isla y, hasta me atrevería a decir que en toda Catalunya. Le hice ver al Obispo la necesidad que el clero tenía de hablar constantemente el mallorquín en los púlpitos y de saberlo escribir correctamente. Pero no tenía ninguna connotación nacionalista.

- Otros curas de su tiempo no tuvieron igual suerte. Se lo digo por la depuración de la que fue objeto el director de la Capilla Clásica Mallorquina, Juan María Thomás, por hacer cantar en catalán.

- Juan Maria Thomás era un hombre preeminente dentro del campo de la música. Como director, compositor y organista de la catedral, era un personaje muy señorial que tuvo alguna dificultad pero que se resolvió sin que apenas la gente se diera cuenta. De manera que, siendo yo sacerdote y aunque parezca extraño, no sabía nada de esta acusación. Tenía un hermano, Gerardo, que era juez. Y no creo que estuviera involucrado en nada. La cosa venía por sus tendencias catalanistas. Pero el hombre era tan catalanista como yo.

- Fue usted también director y profesor de un colegio.

- De dos al mismo tiempo: Del Luis Vives y del Cervantes. Estaba metido de lleno, porque además de esto, llevaba toda una serie de centros de Jóvenes de Acción Católica, en Palma.

- Y ¿cómo podía abarcar tanto?

- Aquí hay un hombre de 84 años que lo resistió todo y hasta ahora no me han tenido que operar. Teniendo en cuenta, además, que en Cuaresma o en los novenarios que siempre había, me dedicaba diariamente a predicar, y que preparaba los sermones hasta las tres de la madrugada, también yo me pregunto cómo pude abarcar tanto.

Canónigo de por vida.

- Y para terminar de rematar, va usted y se mete en la canonjía de la Catedral.

- En el año 47, vino a Mallorca, desde Valencia, don Juan Hervás, un obispo coadjutor que fue el auxiliar con derecho a sucesión en el mismo momento en que falleciera el arzobispo, don José Miralles, que era un octogenario muy avanzado. Pues bien, el mismo día de la muerte de éste me llamó Juan Hervás para hacerme canciller secretario general del Obispado. Con este motivo, vino la canonjía que hoy todavía continua, por ser un cargo vitalicio.

- Cargo con retribución incluida, me figuro.

- Por supuesto. Continúo con los derechos propios de canónigo. Ahora bien, soy un jubilado.

- ¿Fue usted fundador de los Cursillos de Cristiandad?

- Yo era consiliario diocesano (representante de la jerarquía eclesiástica) de los Jóvenes de Acción Católica en el momento en que éstos sacan a luz los Cursillos de Cristiandad. Es, por tanto, natural que interviniera de una manera eficaz y exitosa en el nacimiento y en el desenvolvimiento de los Cursillos.

- ¿En qué fecha nacieron?

- En agosto de 1948 se organizó la peregrinación a Santiago de Compostela. Ya entonces se estaba trabajando en este movimiento de los Cursillos de Cristiandad. Del 7 al 10 de enero de 1949 se dio el primero de ellos, en el Monasterio de San Honorato, en Randa. No pude participar en él debido a mi cargo de canciller secretario, pero sí estuve el último día, y clausuré este cursillo en el que participaron 21 personas.

- Usted era el consiliario. Pero ¿quién era el seglar que presidía estos Cursillos?

- Eduardo Bonnín. Un hombre muy inteligente y muy culto, que ha estado toda su vida entregado a este movimiento. Un personaje difícil de encontrar en Mallorca porque, siguiendo estos Cursillos que han dado la vuelta al mundo, siempre estaba viajando.

- Juan Capó, viceconsiliario, era también un hombre muy viajero.

- Don Juan Capó pasó muchos años de canónico en Córdoba hasta que enfermó y se retiró, llegando a Mallorca, en donde murió.

- En un principio, creo que este movimiento sólo estaba enfocado en los jóvenes.
- En efecto. Nacieron únicamente para ellos. Porque quien los gestaba era el Consejo de los Jóvenes. Luego se extendió a todos: a los hombres, las chicas y las mujeres.

De cuatro a cinco millones de cursillistas en el mundo.

- ¿Cuánta gente ha seguido los cursillos?

- Por los datos que se barajan, son un total de cuatro a cinco millones. Primero fueron a Valencia. Luego a Madrid, Tarragona, Barcelona, etcétera. Hasta que el movimiento explotó en toda España y saltó a Colombia y a toda Sudamérica. Hoy, los Cursillos de Cristiandad están en casi un centenar de países de todos los continentes. En los Estados Unidos hay unos 800.000 cursillistas.

- Y, naturalmente, los habrá seguido personalidades de todo tipo.

- Hay gente importante en los distintos países. Pienso en Venezuela, en Argentina, en Brasil, en Filipinas... Pero no es ético publicar nombres de nadie. En todos los países hay cursillistas infiltrados en todas las ramas: en las universitarias, en la social, en lo económico-política...Yo he visitado Venezuela en donde el vicepresidente de la República ha hecho los Cursillos. Todas las profesiones de no importa que nacionalidad los han seguido. Pero nosotros hablamos de la heterogeneidad, y por eso el catedrático está junto al fontanero y creo que se convence porque el fontanero habla de Dios y el catedrático, al que el fontanero admira, le habla también de Él.

- ¿Alguna diócesis de países europeos se negó a implantarlos?

- En Francia. La Iglesia está allí muy interiorizada. Tiene una gran personalidad teológica y pastoral y es muy aficionada a unos métodos y fórmulas propias. Tampoco en los países del Este se conocen.

- Pero ¿cuál es el secreto de los Cursillos? ¿Por qué han tenido tanto éxito?

- Se basan en una doctrina, pero el convencimiento no lo da la doctrina, sino la vida de los que participan en ellos. Se dan distintas charlas, desde la vida, con el fin de convencer a los que los siguen. La doctrina es el cauce para llegar a la vida. Y todo el cursillo está en la vida.

- Sin embargo, un obispo estuvo en contra de los mismos. Me refiero a don Jesús Enciso. ¿Qué opinión le merecía?

- El obispo Enciso llegó a Mallorca con una determinadas orientaciones y determinadas aprensiones y, por lo tanto, con unos determinados prejuicios. Independientemente de que toda obra humana es imperfecta, y, por lo tanto, también en los Cursillos puede haber defectos, la pastoral de monseñor Enciso parte de unos prejuicios que, en un principio, no supo saltar y que, por lo tanto, le movieron a publicar aquella pastoral para poner los puntos sobre las íes. Algunas de sus precisiones no eran necesarias porque no eran exactas; otras sí podían ser tenidas en cuenta. Inmediatamente, monseñor Hervás, que estaba entonces trasladado a Ciudad Real, escribió un libro en el que defendía la doctrina y ortodoxia del movimiento de los Cursillos, no contestando a la pastoral del doctor Enciso, pero sí teniéndola en cuenta.

- ¿Cuántos de estos cursillistas pasaron directamente por sus manos?

- No tengo ni idea del número de cursillos en los que intervine. Pero sí sé que, desde el año 49, momento en que nacieron, el movimiento de Cursillos ha ocupado toda mi vida

- ¿Cómo establecería usted los baremos de la gente que los ha seguido y la gente que ha terminado por abandonarlos?

- Yo hablaría de tres categorías de cursillistas. Una primera, que supone el 25 por ciento, de personas que sigue el post cursillo. O sea, que lo utiliza y se sirve de los medios de perseverancia y de promoción cristiana que el mismo movimiento de Cursillos dispensa. Una segunda, que supone un porcentaje muy alto, de los que no se incorporan propiamente a estos instrumentos de perseverancia como la reunión de grupo y la Ultreya, pero que siguen fieles a la Iglesia. Y una tercera categoría, formada por los que pasaron por un cursillo y están totalmente separados de la práctica religiosa. Pero incluso estas personas llevan siempre dentro el recuerdo y el reactivo que supuso en su vida el haber vivido el Cursillo de Cristiandad. Porque esta es una vivencia que jamás se borra.

- Pero la gente de hoy no es la misma que la de la postguerra. ¿Reaccionan de igual manera ante los cursillos?

- Hoy los cursillos cuestan más porque la gente viene con menos formación y con menos fe. Pero reacciona de igual forma.

- ¿Es posible que una persona sin fe termine creyendo después de un cursillo?

- Eso lo puedo asegurar con todo rigor. Y es la alegría más grande que un sacerdote puede tener.

“El secreto de todo: estar siempre ocupado”.

- ¿Cuándo y por qué viene usted a Madrid?

- En el año 1956 fui requerido o invitado por el Cardenal de Tarragona y el de Toledo para trabajar en la Comisión Católica Española de Emigración. Para ello tuve que venir a Madrid. Seis años más tarde, era nombrado Secretario Nacional de los Cursillos de Cristiandad y ya me quedé definitivamente aquí.

- Sin embargo, ¿se siguió usted moviendo?

- En efecto, a menudo me he desplazado a los lugares en donde se han celebrado cursillos. Un poco por todo el mundo.

- Usted siempre tuvo la vocación clara. Pero dígame, con franqueza, ¿nunca se sintió enamorado de alguna mujer? ¿Ni jamás tuvo la tentación rondándole?

- Hay que tener en cuenta que, en las vacaciones, estaba yo en casa de mi tío sacerdote quien muriera, según el médico, de un strees. No pudo soportar el cansancio, el peso, la carga del trabajo que hacía. A mí me educó en esa misma escuela. De manera que, durante las vacaciones, yo hice todos los cursos del bachillerato, todo el magisterio, y, por lo tanto, nunca disfruté de las mismas, con lo cual esa tentación a la que se refiere, en la práctica no tuve tiempo de tenerla. Este es, quizás, el secreto. El estar siempre ocupado.

- ¿Se arrepiente usted de algo en su larga vida?

- De nada, respecto a mi sacerdocio y al movimiento de Cursillos. Pero, reconozco que me he equivocado muchas veces. Y sí pudiera empezar, no todas las cosas las haría de igual forma. Siempre caes en errores que, si pudieras, rectificarías.

- ¿Cómo reaccionaría usted si descubre, una vez muerto, que tras la vida no hay nada más y que todo lo que había creído es un camelo?

- Yo tengo una fe tan fuerte que sé que me está hablando de un imposible. Pero, admitiendo la hipótesis, haría la misma vida que he hecho. Porque soy feliz en esa entrega a la Iglesia, a la gente, al Reino. Y, realmente, estoy enamorado de ello y estoy convencido de que incluso humanamente ha llenado toda mi vida. Por eso volvería a reincidir en ello.

- ¿La Iglesia es un ente supra nacional, que está por encima de las nacionalidades?

- La Iglesia católica es universal y esa universalidad se manifiesta de tantas maneras que pensar en una iglesia regional o nacional es un absurdo. Cristo pensó en la salvación de todos. El Reino no está instituido para una élite sino para que todos los hombres de buena voluntad puedan llegar a ella.
- ¿Qué se siente usted ante todo: católico o español?

- Primero católico. Y sin embargo soy un español con todas las raíces y con todas las consecuencias. Seguramente, con todos los defectos del español. Y si hay alguna virtud, con parte de esta virtud del español.

- ¿Español o mallorquín?

- Me siento español de Mallorca. Y si pudiera, español en Mallorca.

- ¿Le gustaría volver a la isla?

- Me gustaría volver, pero yo sé que volver a ella es jubilarme totalmente

- Pero usted tiene ya edad para ello.

- Sí, pero de la jubilación me quedo con el júbilo, la alegría de seguir trabajando.

- ¿Hasta qué edad piensa usted seguir trabajando?

- No pongo ningún límite. Y menos ahora que he pasado por esta operación a corazón abierto en la que me han implantado un by pass y en la que había grandes dificultades no sólo por la operación en sí, que es delicada, sino también por la edad en que la operación se hacía, con un elevado riesgo. Sigo con un post operatorio lento. Hace veinte días podía hablar seis o siete palabras seguidas. Usted me tiene aquí hablando demasiado.

- Vamos a terminar, pues. Cuando usted muera ¿en dónde le gustaría ser enterrado?

- No lo tengo ni fijado ni pensado. Dejo que los que se queden dispongan de mí, para no poner trabas y dificultades a algo que creo que es accidental.

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