miércoles, 17 de agosto de 2011

De Formentera a Madrid. José Torres Riera, ingeniero de telecomunicaciones.


José Torres nace el 26 de agosto de l942, en San Francisco Xavier, Formentera. Es hijo de un propietario de una pequeña finca y tiene tres hermanos. Estudia bachillerato en el Instituto Santa María de Ibiza y, a los 15 años, pasa al de Alicante, en el que termina el bachillerato superior. Luego, se hace Ingeniero Técnica Aeronáutico.

Exceptuando dos años que trabajó en el aeropuerto del Prat de Barcelona, toda su vida profesional la ha dedicado al espacio. Cuando le entrevistamos, en 1999, era director de la División de Ciencias del Espacio, del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) y creía que, en una década, se podrían tener bases en la Luna. Había participado en proyectos de todo tipo, tanto españoles como europeos y veía el futuro espacial con optimismo.

- ¿Cómo era Formentera después de la Guerra Civil?

- No conocía el turismo y los medios de vida que había entonces eran la pesca, la agricultura y la emigración. Mi mismo padre había emigrado a la isla de Cuba con un tío mío que se casó y murió allí. Formentera tenía entonces pocas urbanizaciones. Eran casas unifamiliares. En cada finca había una y, en los pueblos, un par de núcleos pequeños. Todo el tráfico que llegaba a la isla tenía que pasar por Ibiza y se hacía la travesía a vela. Se lo oí contar a mis padres. Las barcas a motor que unían a ambas islas eran cada vez más potentes. En Ibiza no había ni aeropuerto. Recuerdo que utilicé por primera vez el avión desde Madrid a Ibiza en los años 60.

- ¿Era feliz la gente en aquel tiempo?

- Pues posiblemente más que ahora. Hombre, se notaba el aislamiento en cuanto que el progreso llegaba con retraso a la isla. Pero ahí todo el mundo se conocía. La gente se dedicaba a lo suyo y yo creo que no había ese afán consumista de querer acaparar más y de hacer más dinero como empezó a ocurrir luego, con la llegada del boom turístico a partir de la década de los sesenta. Evidentemente, el turismo ha aportado mucho a las islas, no lo negamos. Por lo menos, en el plano material. En el personal, unos piensan que ha sido muy positivo y otros pueden pensar en sus aspectos negativos que, indudablemente, los tiene.

- Tras estudiar el bachillerato superior en Alicante, decide continuar con los estudios en Madrid.

- Así es. Me vine en el año 1962 e hice Ingeniería Técnica Aeronáutica. En Palma, entonces no había ni siquiera Universidad. Tampoco en Alicante. Podía haber ido a Barcelona o a Valencia. Valencia y Alicante estaban prácticamente a la misma distancia que Mallorca porque había que coger el barco y casi se tardaba lo mismo en ir a la capital balear que en llegar a Valencia o Alicante. Pero la rama de Aeronáutica no existía más que en Madrid.

Una vida dedicada al espacio.


- Usted termina su carrera en 1966. Pero no se queda en Madrid.

- Fui a Barcelona, en donde trabajé en el aeropuerto del Prat, en la estación de radares de aproximación de tráfico. A los dos años de estar ahí, me llamaron del INTA, en donde había otros compañeros de promoción, y decidí volver a Madrid, en donde terminé la licenciatura en Ciencias Físicas. Desde entonces, después de un paréntesis de cinco años, del 1984 a 1989, en que estuve en Holanda, en la Agencia Espacial Europea, trabajo en este Instituto.

- ¿Para qué se desplazó a Holanda?

- Con los años de experiencia que ya tenía, trabajé en Comunicaciones Espaciales, la misma rama en la que estaba en el INTA. Así que no hubo un cambio sustancial de actividades. Me volví en el año 1989, casi también a la misma actividad donde estaba antes: en el tema de proyectos espaciales. Exceptuando los dos años de Barcelona, toda mi vida profesional la he dedicado al espacio. Y he participado en cantidad de proyectos de todo tipo, tanto españoles como europeos.

- ¿España tiene muchos proyectos espaciales?

- Cuenta con una industria apreciable, no solo en el INTA sino también en las industrias del sector. Construcciones aeronáuticas como Indra, Sener, Crisa... Hay un grupo de empresas que ha surgido en los años setenta, cuando el sector espacial empezó a tener más impulso, y que están a la altura de otras europeas del sector, completamente competitivas. Quitando el presupuesto nacional del espacio que es minoritario en cuanto a fondos, aquí hay que competir con todos los países europeos para ganar contratos de la ESA (Agencia Espacial Europea). Por tanto, las empresas españolas de este sector y el INTA también tienen que ser competitivas.

- ¿Colaboran dichas empresas con los proyectos europeos?

- Los grandes proyectos siempre son consorcios europeos e internacionales.

- ¿Estamos en igualdad de condiciones con respecto a los proyectos norteamericanos?

- Estados Unidos es el líder en muchos campos y muchas áreas del conocimiento, incluido el espacial. Europa, Japón y otros países industrializados, siempre vamos un poco a remolque de lo que marcan los Estados Unidos, en concreto, la Nasa. Pero Europa tiene sectores que se han hecho un puesto en este mercado y que resultan competitivos con los Estados Unidos, como puede ser el mercado de Ariane que compite con los lanzadores americanos y tiene actualmente un cincuenta por ciento en el mercado mundial de lanzamiento de satélites. Se trata de un consorcio europeo, de la sociedad Ariane Space constituida por varios países, entre ellos España, por medio de Construcciones Aeronáuticas. Es un lanzador totalmente competitivo en el mundo. En este sentido, Europa, en el lanzamiento de satélites comerciales, le ha ganado la carrera a Estados Unidos.

- ¿De qué manera contribuye España en ese proyecto?

- Con una cuota cifrada en unos 15.000 millones de pesetas al año a la Esa, cantidad que tiene que revertir en contratos a la industria española. Aporta equipos, infraestructura y partes mecánicas en todas las áreas de la tecnología.

- ¿Somos especialistas en algo?

- En concreto, el INTA se especializó básicamente en antenas para satélites de telemetría y telemando. Construcciones Aeronáuticas es totalmente competitiva en estructura, con nuevos materiales como fibra de carbón, en antenas de reflector. La industria Sener es totalmente competitiva en mecanismo e ingeniería en general; Indra lo es en el segmento terreno, en estaciones de tierra; Crisa, en unidades de potencia. Luego hay otras empresas más pequeñas como pueden ser Rymsa, especialista en antenas; GMV, expertos en mecánica de vuelo, etcétera.

”Veo el futuro espacial con optimismo”.

- ¿Cómo ve el futuro espacial?

- Con optimismo. Aunque algunas veces ha sido en cierta manera criticado y lo sigue siendo, en el sentido de que se podría invertir mejor esa cantidad de dinero en otras cuestiones quizás más cerca del hombre. Lo que está claro es que el espacio ha sido un impulsor de la tecnología en muchos campos de los que nos estamos aprovechando a diario. Y con los retos que tenemos de conocer mejor y explorar otros mundos, yo creo que tienen un futuro asegurado.

- ¿No cree que invertir tanto en el espacio y, por otra parte, olvidarse de cosas elementales como solucionar la pobreza y la miseria es una contradicción? No podemos olvidar que diariamente se mueren de hambre 50.000 personas en la Tierra.

- Eso es lo que he dicho, que algunas veces se critica. Pero, a la hora de la verdad, la contribución al espacio, si lo comparamos con los presupuestos de armamento de los sectores bélicos, es relativamente pequeña. Y además, en algunas partes, revierte rápidamente y muy directamente a lo que es la tecnología que usamos de manera diaria en las casas. Por ejemplo, en electrodomésticos, en comunicaciones, en electrónica u ordenadoras. El espacio ayuda a tener una demanda de menos peso, menos consumo, más prestaciones en general. El hecho de que ahora cojamos un teléfono del tamaño de la palma de la mano y podamos comunicarnos, ha tenido mucho que ver con la industria espacial. La miniaturización de los componentes, la fiabilidad, son hechos reconocidos. A parte de que la Humanidad siempre tiene y tendrá la parte científica. Afortunadamente, hay un ansia de saber más, de conocer mejor y de explorar nuevos horizontes.

- A raíz del posible descubrimiento de hidrógeno en la Luna se están preparando nuevos planes. Se habla incluso de la colonización de la misma. ¿Para cuándo se preve realmente?

- Técnicamente ya es posible. Es, más bien, una cuestión de presupuestos. A la Luna se llegó en 1969, en unas condiciones muy precarias. Los rusos posaron sondas automáticas, pero los primeros que pisaron la Luna fueron los americanos Neil Armstrong y Buzz Aldrin, en el Apolo XI. La tecnología para hacer bases en la Luna ya existe. Sólo es una cuestión de presupuesto. La carrera a la Luna se planteó como un reto entre la Unión Soviética y USA. Estábamos en plena guerra fría y había que demostrar quién era el mejor. Pero, si hubiesen continuado con los vuelos tripulados, interrumpidos unos años después de la llegada, ya podría haber bases en la Luna.

- La polémica por llegar el primero parece que ha remitido.

- Después de que la Unión Soviética se desmembrara, perdió mucha potencialidad en este campo y lo que ahora existe es una colaboración entre los Estados Unidos, Japón, Rusia y Europa, el modelo que se debería haber seguido siempre. Una colaboración, más que una carrera por ver quién es el primero.

“En una década, puede haber colonias en la Luna".

- ¿Cuánto tiempo puede pasar antes que se inicie la explotación de la Luna?

- Es cuestión, como digo, de presupuestos. Y esto es una decisión política. Pero, si se confirma la existencia de agua en forma de hielo del que se pueda obtener agua, oxígeno e hidrógeno, componentes vitales para el ser humano y como combustible, contando con los presupuestos aprobados, sería cuestión de una década. Incluso Europa, que no había prestado mayor atención a la Luna, concretamente la Esa, está definiendo un proyecto para estar también presente. Siguiendo un ritmo normal, y si no vuelve a haber una interrupción por cuestiones políticas que, en definitiva, deciden los presupuestos de las naciones, en una década puede haber colonias en la Luna.

- ¿Y no existe el peligro de que se convierta en una colonia americana?

- Por supuesto. Pero yo pienso que actualmente la situación es más favorable y naturalmente, todo está por legislar. En la Tierra tenemos un ejemplo muy gráfico, que es la Antártida. Y, aunque hay siempre disputas, la verdad es que es patrimonio de los científicos que conviven en ella y, al fin y al cabo, de la Humanidad. En sentido político, es tierra de nadie. Y pienso que la Luna debería ser algo por el estilo. Naturalmente, el que tiene más capacidad, más potencia, mejor tecnología y más recursos, está en mejores condiciones. Pero esto no tiene por qué impedir a otros que, bien en colaboración, bien más tarde con otros medios, pueden estar también allí.

- Aparte del espacio, ¿tiene usted aficiones particulares?

- Soy muy aficionado a la pintura. Por desgracia, por falta de tiempo y a veces de motivación y de concentración en un momento, cada vez me dedico menos a ella. Pero siempre me ha gustado mucho y nunca la he abandonado. Mi hobby es pintar a los grandes clásicos, como Velázquez, Rembrand, Goya... Indudablemente, con los años, se adquiere un poquito de técnica, aunque sólo sea un porcentaje muy pequeño de la de esos grandes maestros.

- ¿Otras aficiones?

- La pesca, cuando voy a Formentera.

- ¿No echa usted de menos el mar, desde un lugar tan lejano al mismo, como Madrid?

- La verdad es que llega uno a acostumbrarse. Pero necesito verlo de vez en cuando.
- ¿Es usted soltero o casado?

- Casado y tengo una hija de 22 años que está estudiando en los Estados Unidos. Mi mujer es madrileña.

- ¿Va usted todavía a su pequeña isla, Formentera, o ha terminado por olvidarla?

- En absoluto. Tengo una casa allí y voy siempre que puedo. Menos de lo que quisiera, pero un par de veces al año. Mis padres ya murieron, y yo soy el más pequeño de mis hermanos que siguen allí.

- Cuando usted muera, en dónde le gustaría descansar: en uno de los enormes camposantos de Madrid, en un cementerio pequeñito de Formentera, en la Luna, o que le desintegraran en el espacio?

- La verdad es que no es algo que me haya planteado. Posiblemente, aunque eso todavía es poco viable, si me dejasen elegir, escogería lo que eligieron hace pocos meses unos científicos americanos, a los que esparcieron sus cenizas en el espacio, contenidas en una urna con el lanzador Pegassus. En los Estados Unidos, donde todo se comercializa, ya hay una casa especializada en eso. Lo digo como hipótesis que no creo que sea realista pero ya que me lo pregunta, quizás fuera este medio.

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