domingo, 14 de agosto de 2011

Sebastán Gayá ( y V) “El secreto de todo: estar siempre ocupado”.

Sebastián Gayá, en el momento de esta entrevista.




- ¿Cuándo y por qué viene usted a Madrid?

- En el año 1956 fui requerido o invitado por el Cardenal de Tarragona y el de Toledo para trabajar en la Comisión Católica Española de Emigración. Para ello tuve que venir a Madrid. Seis años más tarde, era nombrado Secretario Nacional de los Cursillos de Cristiandad y ya me quedé definitivamente aquí.

- Sin embargo, ¿se siguió usted moviendo?

- En efecto, a menudo me he desplazado a los lugares en donde se han celebrado cursillos. Un poco por todo el mundo.

- Usted siempre tuvo la vocación clara. Pero dígame, con franqueza, ¿nunca se sintió enamorado de alguna mujer? ¿Ni jamás tuvo la tentación rondándole?

- Hay que tener en cuenta que, en las vacaciones, estaba yo en casa de mi tío sacerdote quien muriera, según el médico, de un strees. No pudo soportar el cansancio, el peso, la carga del trabajo que hacía. A mí me educó en esa misma escuela. De manera que, durante las vacaciones, yo hice todos los cursos del bachillerato, todo el magisterio, y, por lo tanto, nunca disfruté de las mismas, con lo cual esa tentación a la que se refiere, en la práctica no tuve tiempo de tenerla. Este es, quizás, el secreto. El estar siempre ocupado.

- ¿Se arrepiente usted de algo en su larga vida?

- De nada, respecto a mi sacerdocio y al movimiento de Cursillos. Pero, reconozco que me he equivocado muchas veces. Y sí pudiera empezar, no todas las cosas las haría de igual forma. Siempre caes en errores que, si pudieras, rectificarías.

- ¿Cómo reaccionaría usted si descubre, una vez muerto, que tras la vida no hay nada más y que todo lo que había creído es un camelo?

- Yo tengo una fe tan fuerte que sé que me está hablando de un imposible. Pero, admitiendo la hipótesis, haría la misma vida que he hecho. Porque soy feliz en esa entrega a la Iglesia, a la gente, al Reino. Y, realmente, estoy enamorado de ello y estoy convencido de que incluso humanamente ha llenado toda mi vida. Por eso volvería a reincidir en ello.

- ¿La Iglesia es un ente supra nacional, que está por encima de las nacionalidades?

- La Iglesia católica es universal y esa universalidad se manifiesta de tantas maneras que pensar en una iglesia regional o nacional es un absurdo. Cristo pensó en la salvación de todos. El Reino no está instituido para una élite sino para que todos los hombres de buena voluntad puedan llegar a ella.


Sebastián Gayá, años después, antes de morir.



- ¿Qué se siente usted ante todo: católico o español?

- Primero católico. Y sin embargo soy un español con todas las raíces y con todas las consecuencias. Seguramente, con todos los defectos del español. Y si hay alguna virtud, con parte de esta virtud del español.


- ¿Español o mallorquín?

- Me siento español de Mallorca. Y si pudiera, español en Mallorca.

- ¿Le gustaría volver a la isla?

- Me gustaría volver, pero yo sé que volver a ella es jubilarme totalmente

- Pero usted tiene ya edad para ello.

- Sí, pero de la jubilación me quedo con el júbilo, la alegría de seguir trabajando.

- ¿Hasta qué edad piensa usted seguir trabajando?

- No pongo ningún límite. Y menos ahora que he pasado por esta operación a corazón abierto en la que me han implantado un by pass y en la que había grandes dificultades no sólo por la operación en sí, que es delicada, sino también por la edad en que la operación se hacía, con un elevado riesgo. Sigo con un post operatorio lento. Hace veinte días podía hablar seis o siete palabras seguidas. Usted me tiene aquí hablando demasiado.

- Vamos a terminar, pues. Cuando usted muera ¿en dónde le gustaría ser enterrado?

- No lo tengo ni fijado ni pensado. Dejo que los que se queden dispongan de mí, para no poner trabas y dificultades a algo que creo que es accidental.


El 29 de diciembre de 2007, Sebastián Gayá fue enterrado en el cementerio del Monasterio de San Honorato, en Randa (Mallorca), en donde se realizó el primer Cursillo de Cristiandad, en enero de 1949.

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