miércoles, 24 de agosto de 2011

Miguel Fe Serra. General y director ingeniero de Construcciones.


Nace accidentalmente, el 30 de julio de 1926, en Mahón, cuando su padre, de Inca, un comandante de Intendencia, estaba destinado en Menorca. A los cinco años pasa a vivir a Mallorca de donde en realidad se siente. Cursa sus estudios de bachillerato en las escuelas de los Hermanos de La Salle. Uno de sus hermanos, veterinario, muere, y el otro, general de división retirado, reside en Son Sardina. El ha vivido casi siempre fuera de Mallorca. Cuando le entrevistamos, en marzo de 1998, vive apartado de Madrid, en un chalé de Santo Domingo, una urbanización residencial. En el despacho donde nos recibe, una serie de metopas cuelgan del muro. Representan los lugares por donde ha pasado. En sus años de Ingeniero Geógrafo estuvo de Subdirector General de Investigación en el Instituto Geográfico Nacional. Sobre otro muro, su título de bachillerato, el de Ingeniero Geógrafo y el de Doctor Ingeniero de Construcción. Cuenta con una pequeña biblioteca de libros mallorquines. Entre ellos, la colección de “Illes d'Or”, utilizada en contra de los que él llama “los nuevos ricos de la lengua”.

- ¿A quiénes se refiere con esta expresión?

- A los que, en su vida, no han tenido ninguna ilusión ni pretensión de hablar más o menos bien el mallorquín y ahora están inventando o introduciendo palabras catalanas que no hemos empleado nunca.

- ¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Mallorca?

- Los recuerdos de infancia son siempre maravillosos. Recuerdo con nostalgia los compañeros de bachiller, los amigos con los que todavía me reúno un par de veces al año y a los mismos profesores. No hace mucho estuve comiendo con dos hermanos de La Salle que habían sido profesores míos.

- ¿Qué estudios hizo usted?

- En Mallorca me preparé para ingresar en la Academia General Militar. Ingresé en la de Zaragoza y desde entonces no he vivido habitualmente en la isla. He mantenido todos los contactos que se pueden tener, pero pasé los cuatro años en la Academia. Y, tras un lapso de seis meses en la isla, me vine a Madrid a estudiar en la Escuela Superior Politécnica del Ejército. Soy Ingeniero de Construcción e Ingeniero Geógrafo y ya no me he movido de aquí.

- ¿En dónde estuvo destinado?

- En el Servicio de Construcciones Militares, una empresa para estatal que se dedica a hacer obras para el Ejército; en comandancia de obras, que es el organismo proyectista y director de las obras militares, y en la Escuela Politécnica del Ejército, como profesor de Vías de Comunicación, durante ocho años. Obviamente, en Mallorca no estuve, por ser mi Cuerpo muy reducido. Allí había dos ingenieros de mi especialidad. De manera que, pasados varios años, ya no me interesaba moverme de aquí.

- ¿Es muy diferente esta asignatura impartida en el Ejército, de la que se da en la vida civil?

- Nuestra teoría era la misma que la de la Escuela de Caminos y no había diferencias. Tal vez la puede haber en la orientación que se le da a la aplicación práctica. Los ingenieros militares no tenemos que hacer grandes autopistas, sino habilitar lo que está más o menos destruido o ampliar algunas carreteras de segunda categoría necesarias para la viabilidad de nuestros vehículos.

- ¿A qué edad consiguió usted el grado de general?

- A los 59 años, una edad normal en nuestro Cuerpo. Un coronel de infantería a esa edad pasa a la reserva y no puede ascender. Pero nosotros, por pertenecer al Cuerpo y no al Arma, tenemos tres años más de vida activa.

- ¿Y por qué prefirió el Cuerpo a las Armas?

- Mi vocación desde bachillerato era ser ingeniero. En aquella época esto representaba trasladarse a Madrid, vivir en pensión durante cuatro o cinco años para ingresar y era más gravoso de lo que permitía la economía de mi familia. Fue una manera de conseguir mi vocación sin ser gravoso para la economía familiar.

- ¿O sea, que se hizo militar más por necesidades económicas que por vocación?

- Sí, aunque tampoco me era tan ajena la profesión militar. Mi padre era comandante.

“El mallorquín no es belicoso”

- ¿Ha habido muchos militares mallorquines que hayan llegado a generales en España?
-Conozco a unos cuantos, pero no muchos. Cuando yo era teniente, dos de los capitanes mallorquines fueron posteriormente generales.

- En la Historia de Mallorca hay más bien políticos y, sobre todo, hombres de letras. Pero muy pocos militares...

- Pienso que el carácter mallorquín no es belicoso, sino más bien tranquilo y pacífico. Y, si se ha dedicado a la vida activa, ha sido a través del mar. El estar tan limitados les ha obligado a defenderse siempre que ha habido alguna necesidad de ello. Pero, en general, no han salido afuera a combatir. Es algo inherente a la influencia de la naturaleza sobre el individuo.

- Más que defenderse, el mallorquín ha asimilado cualquier conquista o cualquier derrota.

- Por supuesto, desde los fenicios, y pasando por todas las invasiones del Mediterráneo. Ahora absorbe a los alemanes. Aunque éstos no son fáciles de absorber. Si se agrupan, terminan constituyendo un ghetto que ya son.

- Un autor mallorquín como Ramón Llull ha escrito que no hay arte mejor para resolver cuestiones y destruir errores por razón natural que el Arte General, mediante el cual se pueden saber todas las cosas naturales...

- Es una frase de una gran verdad. Las guerras no han resuelto ningún problema a lo largo de toda la Historia. La manera de resolver problemas es discutir, convencer y enseñar.

- ¿Cree usted que esto es más difícil que el guerrear?

- Según para quién. El poderoso se cree que todo lo puede resolver con sus armas. El inteligente pretende resolverlo de otra manera.

- Se dice que quien posee muchas armas suele ser más belicoso que el que no las posee.

- El otro día estaban aquí unos sobrino míos de esa diáspora de los mallorquines que emigraron a los Estados Unidos, y los chicos me preguntaban: “Tío, ¿tú has estado en la Guerra?” Les decía que, afortunadamente, en España hace más sesenta años no hemos tenido ninguna guerra. Cosa que no se puede decir de los americanos, que han pasado por seis o siete. Me preguntaban por la razón de las mismas. Y les contestaba que seguramente estaban provocadas por los intereses económicos de sus empresas y por el hecho de vender armas.

La mejor defensa

- ¿Cree usted que la mejor defensa es el ataque?

- Si le contesto según las teorías militares, sí. Pero, si me atengo a mi opinión personal, debo decirle que la mejor defensa es tener razón y hacerla llegar al adversario.

- ¿Sabe usted si el presupuesto para Defensa es, en nuestro país, más elevado que lo que se destina al paro?

- No le puedo contestar a eso porque lo ignoro.

- Algunos países que no cuentan con Ejército opinan que cuanto más indefensos más seguro pueden sentirse.

- Yo, en cambio, pienso que la política del pacifismo pasa por un Ejército poderoso o por meterse en un bloque en el que alguien le defienda. En este mundo actual hay que estar en condiciones de repeler al que no piensa que lo mejor es convencer. O tengo armas, o soy la sombra de alguien que las tiene.

- Pero ¿hay bloques de defensa de este tipo?

- Pensemos que sí. Porque yo no creo que, si se hace algún día, el Ejército europeo, tenga ánimos de expansión ni de atacar, sino de protegerse de otros poderes ambiciosos.

- Ramiro de Maeztu escribe en “El sentido reverencial del dinero” que “la vida no es el verano de San Sebastián, sino perpetua centinela, y ser es defenderse, y dejar de defenderse es ya como dejar de ser”.

- Ramiro de Maeztu tal vez tenía un sentido algo militar de la vida, y quizás este fuera el leiv motif de su ideario político de aquellos años. Yo lo encuentro demasiado rígido y estricto.

- ¿En qué año se retiró usted?

- Me retiré o me retiraron en 1989, pero sigo siendo general.

- General, en todo caso, sin tropa ¿Qué hace, desde entonces?

- En este momento estoy muy ocupado con una promoción de viviendas. Gestiono un bloque y estamos en el momento más interesante. Durante años, he estado ocupado en la gestación de este proyecto.

Los mallorquines venden hasta su misma alma.

- ¿Va usted a Mallorca de vez en cuando?

- Siempre que puedo. Un par de veces al año. Cuando mis cuatro hijos eran pequeños, íbamos todos los veranos pero ahora que ya se han emancipado vamos cuando queremos. Generalmente, aprovechamos cuando no hay tantos turistas. Por ejemplo, en enero, en la época de calma. Nos pasamos quince días o un mes, y hacemos un turismo un tanto sui géneris. Como por ejemplo, visitando las ermitas de Mallorca o los monumentos megalíticos.

- ¿Cómo ve usted, desde la distancia, la situación social y económica de la isla?


- Muy bien, siempre que los mallorquines no se dejen llevar por el ansia del dinero. En mi opinión, venden demasiado. Una cosa es prestar servicios y la otra, que es lo que está ocurriendo, vender sus fincas, sus casas y su misma alma. Les dan demasiada importancia al dinero contante y sonante y han perdido en este momento el sentido de la propia propiedad. Ahora se habla mucho de las culturas, de las raíces. Pero las raíces son también las tierras que pisamos. Y muchos las están vendiendo.

- ¿Piensa usted volver algún día a Mallorca?

- No. Pienso que mis cuatros hijos, y mis cinco nietas son suficiente atadura. Además, me encuentro muy bien en esa casa que tengo. En Mallorca tengo a todos mis parientes y sigo un poco la actualidad por medio de conversaciones telefónicas y la televisión.

- Cuando usted muera, ¿le gustaría que le llevaran allí para ser enterrado en su isla?

- No lo tengo decidido, pero, desde luego, no quiero dar la molestia de que me lleven allí. No soy tan trascendente. Una vez muerto, se acabó mi cuerpo. Sí tengo fe en la otra vida, pero no en la pervivencia de mi cuerpo.

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