viernes, 29 de julio de 2011

Luis Miró-Granada (IV). El "boom" del turismo perjudicó la agricultura



El turismo descubrió la hermosura de Mallorca.



- Hoy en día, no pocos se quejan de que los precios de la mano de obra les resultan tan caros que prefieren abandonar la labor del campo.

- Es la consecuencia inmediata del turismo. Porque no hay duda de que la vida del campo es dura. Pero hay algo muy curioso que yo he comentado con algunos amigos: no es que se haya ido el payés del campo; lo malo es que se haya ido la mujer del payés, esa “madona” que tenía una importancia primordial. Ella era la organizadora. Preparaba la comida para la gente que vivía en el campo, para todos los que venían de temporeros. Pero claro, vino el turismo y esta buena señora, que se pasaba todo el santo día en la cocina y en otros muchos trabajos, cambio su trabajo por siete horitas diarias a un hotel y, en cinco o seis meses, ganaba más que en todo el año en el campo. Y, al faltar la madona en una finca, ya no había quien sujetara al amo. Son fenómenos de tipo sociológico.

- Cuando empezó el turismo, en los años sesenta, ¿llegó a perjudicar la agricultura?

- El turismo absorbió a mucha gente, incluida la del campo. En Mallorca se tuvo necesidad de traer partidas para la recolección de la almendra, del algarrobo, etcétera. Al principio, vinieron los llamados murcianos. Gente muy conocedora del campo. En Almagro, casi todos los coches tienen matrícula de Palma de Mallorca. Es gente que estuvo en la recogida de la almendra y se compró un coche de segunda mano. Vas a otros sitios de Extremadura o a Badajoz y ves que hay pueblos en que todo el mundo ha estado en Mallorca, trabajando. Con el boom turístico, los transportes y la edificación, comenzó a escasear la gente del campo y tuvieron que recurrir a los peninsulares. Hoy en día se ha estabilizado, pero en un nivel muy bajo. La gente que abandonó el campo no ha vuelto a él. Hay que tener cuidado con el Mercado Común cuyas subvenciones por abandonar tierras pueden llegar a ser muy peligrosas. Porque una vez que alguien sale del campo, normalmente, no vuelve a él.

- Y mientras la gente del campo se ha ido a la ciudad, los extranjeros han llegado y se compraron fincas medio abandonadas aunque no para trabajarlas. ¿Cómo ve usted el intercambio?

- Mañana puede pasar cualquier cosa, un pánico de la Bolsa o el fallo del turismo, y, si no tienes la máquina productiva siempre a punto, puede ser la hecatombe. A los alemanes que van comprando fincas se les debería obligar a labrarlas como lo hacen los agricultores. Empezamos por no saber si hay reciprocidad, o sea, si podríamos comprar nosotros en Alemania. Si uno no es capaz de poner en marcha una finca y hacerla producir, no debería poder hacerse con una, por muchos marcos o divisas que tenga. Y que conste que no digo nada exagerado. En el tiempo que estuve en el servicio de Fincas Mejorables en la Dirección General de Agricultura, nos preguntábamos si no nos pasábamos de rosca con tanto intentar producir. Pero entonces supe yo que en Francia había una política y un hábito muy importante. Las Cámaras o las Asociaciones de Agricultores tenían mucho cuidado en no permitir que la gente que desconocía el campo comprara una finca si no la sabía llevar a uso o costumbre de buen labrador. Porque ellos consideraban que entonces su territorio perdería capacidad de producción y de calidad en sus productos. Un artista muy famoso quiso comprar una finca en Normandía y los payeses lo impidieron porque consideraron que no podía llevarlas como ellos lo hacían. Debería haber algún tipo de acciones que no permitieran romper la máquina de producción. Es muy bonito que una persona esté rodeada de cien hectáreas pero, si no las cuida y no producen, es tierra muerta. Que se compren un chalet en la Bona Nova, pero no en el campo.

Mañana: Luis Miró-Granada. (V) Agregado agrónomo en Londres y Dublín.

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