Sebastián Enseñat (el primero de la derecha), dos meses antes de morir, presentando un cheque para el programa Polio Plus del Club Rotary.
- No hay duda de que su familia ha sido especialmente activa en todos los terrenos. Aparte de su padre, en la hostelería, cabe citar a su hermano, Jaime, un hombre muy ligado a la náutica que fue presidente de la Federación Balear de Vela durante muchos años y es el organizador del Trofeo Princesa Sofía y de la Copa del Rey de Vela. ¿Se dedica usted también a alguna ocupación deportiva?
- Soy un gran aficionado a tres deportes que practico: la vela, en el verano, y, en el invierno; juego todos los días alternativamente a golf y monto a caballo. Tengo un caballo con el que me comprendo perfectamente. Alguna vez discutimos un poco. Él detecta perfectamente cuando estoy de buen o mal humor y viceversa, pero nos llevamos muy bien.
- ¿En dónde le gustaría morir: en Madrid o en Mallorca?
- La verdad es que yo tengo un amor extraordinario por la vida. Creo que es el mejor don que Dios nos ha dado. Y he tomado dos decisiones importantes: morirme y no reencarnarme. Parece una tontería pero, si profundizo un poco, y yo llevo varios años haciéndolo, llego fácilmente a la conclusión de que, primero, me voy a morir, con lo cual tengo ya la idea preconcebida de ello. La muerte para mí no tiene que ser algo extraordinario porque llevo muchos años pensando en ella. Y de la misma manera que quiero morir, quiero que sea cuanto más tarde mejor. La segunda decisión es la de evitar mi reencarnación. Porque, en la vida, hay muchísimas personas que piensan reencarnarse, o al menos lo deduzco así por la cantidad de tiempo que pierden. Me imagino que es porque piensan hacer, en la otra vida, lo que no han hecho en esta. Pero, como yo no deseo reencarnarme, todo lo que quiero hacer, lo tengo que realizar en esta vida. Y, por lo tanto, tengo todo lo que usted quiera, menos tiempo que perder. Ese apego a la vida me hace no tener miedo a la muerte. Les he dicho a mis hijos, incluso así lo hago constar en mi testamento, que, mientras puedan, hagan todo lo posible por prolongarme la vida. Y que se gasten para ello, mientras yo viva, todo el dinero que sea. Una vida digna por lo que respecta a mi estado de salud. Pero, una vez que muera, que se gasten el menor dinero posible en mi entierro. Que me entierren, me incineren, me echen a la basura o hagan conmigo lo que quieran. Pero que no se gasten el dinero con mi cuerpo. No tengo ningún deseo por lo que respecta a mi cuerpo una vez abrazada la muerte.
- ¿Ni siquiera tiene preferencia por su incineración, ni desea que echen sus cenizas en el mar de Mallorca?
- Pobrecito ese mar. ¿Qué ha hecho él para merecer que lo contaminen con mis cenizas?
Once años más tarde, Sebastán Enseñat fallecía el 19 de marzo del 2009 en Madrid. De él escribía su amigo y compañero, Bernardo Rabassa, ex presidente del Rotary Club Madrid-Puerta de Hierro y presidente del Club Liberal español: “¡Sebastián, yo sé que desde el fondo del mar, que es tu cielo, contemplas nuestro todavía devenir, mientras que tú te has ido a navegar, para siempre, eternamente, hasta el más allá!”. Bernardo guarda de él, su hermano mayor, cuyo padre, Jaime, le enrolara en Rotary en 1977, una amistad imborrable. “Con Sebastián, su hijo, mi padrino rotario, participe años después en 1995 en la 1ª Vuelta Rotaria a la Isla de Mallorca, que organizó el Past Gobernador, José Luis Perona, con escaso éxito de público y critica, pues sólo tuve su fugaz compañía al inicio alrededor de la isla Dragonera. Sin embargo Sebastián, el hombre Polio-Plus que ha salvado en estos últimos 30 años a millones de niños vacunándolos contra esa terrible enfermedad, me acompañó con su velero, “el Moro de Pollensa”, desde Puerto de Andraitx a Puerto de Pollensa, con escala una noche en el Puerto de Soller. Lo que demuestra si cabe, una vez más, la amistad rotaria a la que yo llamaría hermandad, pues disfrutamos de uno de los paisajes más idílicos que puedan verse en el mundo. Remontar toda la costa con la Sierra de Tramontana por estribor”.
- Soy un gran aficionado a tres deportes que practico: la vela, en el verano, y, en el invierno; juego todos los días alternativamente a golf y monto a caballo. Tengo un caballo con el que me comprendo perfectamente. Alguna vez discutimos un poco. Él detecta perfectamente cuando estoy de buen o mal humor y viceversa, pero nos llevamos muy bien.
- ¿En dónde le gustaría morir: en Madrid o en Mallorca?
- La verdad es que yo tengo un amor extraordinario por la vida. Creo que es el mejor don que Dios nos ha dado. Y he tomado dos decisiones importantes: morirme y no reencarnarme. Parece una tontería pero, si profundizo un poco, y yo llevo varios años haciéndolo, llego fácilmente a la conclusión de que, primero, me voy a morir, con lo cual tengo ya la idea preconcebida de ello. La muerte para mí no tiene que ser algo extraordinario porque llevo muchos años pensando en ella. Y de la misma manera que quiero morir, quiero que sea cuanto más tarde mejor. La segunda decisión es la de evitar mi reencarnación. Porque, en la vida, hay muchísimas personas que piensan reencarnarse, o al menos lo deduzco así por la cantidad de tiempo que pierden. Me imagino que es porque piensan hacer, en la otra vida, lo que no han hecho en esta. Pero, como yo no deseo reencarnarme, todo lo que quiero hacer, lo tengo que realizar en esta vida. Y, por lo tanto, tengo todo lo que usted quiera, menos tiempo que perder. Ese apego a la vida me hace no tener miedo a la muerte. Les he dicho a mis hijos, incluso así lo hago constar en mi testamento, que, mientras puedan, hagan todo lo posible por prolongarme la vida. Y que se gasten para ello, mientras yo viva, todo el dinero que sea. Una vida digna por lo que respecta a mi estado de salud. Pero, una vez que muera, que se gasten el menor dinero posible en mi entierro. Que me entierren, me incineren, me echen a la basura o hagan conmigo lo que quieran. Pero que no se gasten el dinero con mi cuerpo. No tengo ningún deseo por lo que respecta a mi cuerpo una vez abrazada la muerte.
- ¿Ni siquiera tiene preferencia por su incineración, ni desea que echen sus cenizas en el mar de Mallorca?
- Pobrecito ese mar. ¿Qué ha hecho él para merecer que lo contaminen con mis cenizas?
Once años más tarde, Sebastán Enseñat fallecía el 19 de marzo del 2009 en Madrid. De él escribía su amigo y compañero, Bernardo Rabassa, ex presidente del Rotary Club Madrid-Puerta de Hierro y presidente del Club Liberal español: “¡Sebastián, yo sé que desde el fondo del mar, que es tu cielo, contemplas nuestro todavía devenir, mientras que tú te has ido a navegar, para siempre, eternamente, hasta el más allá!”. Bernardo guarda de él, su hermano mayor, cuyo padre, Jaime, le enrolara en Rotary en 1977, una amistad imborrable. “Con Sebastián, su hijo, mi padrino rotario, participe años después en 1995 en la 1ª Vuelta Rotaria a la Isla de Mallorca, que organizó el Past Gobernador, José Luis Perona, con escaso éxito de público y critica, pues sólo tuve su fugaz compañía al inicio alrededor de la isla Dragonera. Sin embargo Sebastián, el hombre Polio-Plus que ha salvado en estos últimos 30 años a millones de niños vacunándolos contra esa terrible enfermedad, me acompañó con su velero, “el Moro de Pollensa”, desde Puerto de Andraitx a Puerto de Pollensa, con escala una noche en el Puerto de Soller. Lo que demuestra si cabe, una vez más, la amistad rotaria a la que yo llamaría hermandad, pues disfrutamos de uno de los paisajes más idílicos que puedan verse en el mundo. Remontar toda la costa con la Sierra de Tramontana por estribor”.
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