Seguimos con la entrevista realizada a finales de 1997 en casa de Antonio Mesquida Obrador. De ahí el que utilice todavía el nombre de pesetas y no el de euros.
- ¿Y en qué se diferencia una obra cuando es de un escultor religioso o de otro sin fe?
- Los escultores antiguos podían ser sinvergüenzas, mujeriegos, espadachines, lo que fuera, pero tenían una fe de caballo porque se confesaban y punto. Y la vivían. Basta ver las imágenes de Semana Santa andaluza, o las de Valladolid... Yo recuerdo un pueblecito de 90 habitantes de Segovia que tiene un Cristo ante el que te caes de rodillas. Tengo una copia que hice para el desprendimiento de Felanitx. Es algo que se nota. Los italianos hacen las imágenes de la Virgen para la galería, para que sean miradas y admiradas. Mientras que las de los españoles son hechas hacia adentro, para que recemos. Se nota la diferencia. Hay un estilo. No es lo mismo una imagen de la Virgen para un colegio de niñas que para una academia. Recuerdo una virgen preciosa de 1.700 que vi en Austria o la Virgen Blanca de Toledo que sostiene a un niño que juega con ella. En el arte sacro hay que tener en cuenta dos cosas: la escultura religiosa propiamente dicha que te invita a rezar, y la simplemente ornamental.
- ¿Le daría lo mismo esculpir una imagen sacra que un desnudo o un diablo?
- A un escultor le da lo mismo. Lo que pasa es que no es lo nuestro. Pero, esculpir un santo o un diablo me daría lo mismo. Una cosa es el arte y punto. Otra, es hacer algo en plan de mala idea.
- ¿Qué precio tiene una talla cualquiera?
- Varía mucho. Desde las pequeñitas de barro o de escaloya que salen por 2000 pesetas, a las de un metro cincuenta que pueden costar un millón y medio, según la policromía, el acabado, etcétera.
- ¿Por qué un trono vale más que una figura natural y ésta menos que otra con un niño en brazos?
- En la actualidad, todo vale en razón de las horas de trabajo. Antes, los materiales eran más caros pero hoy ni el oro es caro, comparado con las horas de trabajo. En mi taller, he tenido hasta veinte escultores a mi servicio. A veces uno de ellos se cree que ha creado algo cuando no ha sido él sino yo. Para hacer un proyecto tienes que tenerlo antes en la cabeza. Esa es la gran ventaja, que lo veo hecho.
- ¿En el siglo XXI seguirán venerando las imágenes?
- Si. Esto durará siempre. El arte sacro es algo que precisamos ver y tocar.
- Como amigo que usted es de cardenales y de gente del Vaticano ¿qué opina del asesinato de Alois Estermann, comandante de la Guardia Suiza, y de su esposa, Gladys Mezza, por el soldado Cedric Tornai el pasado mayo de 1998? ¿No le parece que este supuesto acto de venganza y suicidio contrasta con el ambiente que se supone debe de reinar en este lugar tan religioso?
- Pienso, como ha dicho la prensa, que ese hombre era un cabo al que no le hacían caso o que el jefe de la Guardia Suiza le marcaba mucho. No tiene otro sentido. Si fuese en el Ejército español o en el italiano... Recuerdo una frase del beato Escrivá Balaguer que dijo: “Todos llevamos en la boca el beso de judas y somos capaces de los mayores errores y horrores. El único que no peca es Cristo”. Esto es así.
- Aparte de su trabajo de restaurador de imágenes, que no es poco, ¿a qué se dedica usted?
- Desde hace diez años me ocupo también de la medallística de arte. Me interesan sobre todo las medallas conmemorativas de bronce. En 1997, empecé las del tercer milenio o el jubileo del año 2.000. El Papa quiere que estos sean los años del despertar. He hecho dos medallas de la Conferencia Episcopal, dos más durante el año siguiente, y otras dos en 1999. Al mismo tiempo, me gustaría clasificar miles y miles de fotos y de dibujos que tengo.
- Un trabajo que suponemos tendrá sus continuadores.
- Ya veremo. De los cinco hijos que tengo, sólo uno parece que quiere seguir mis pasos.
(Mañana) Antonio Mesquida: (IV) “Soy del Opus”
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