sábado, 6 de agosto de 2011

Juan Caldés (y IV) “El mar es un vacío que llevo dentro”.

El sol, ocultándose tras las olas del Mediterráneo.


Funeral por Juan Caldés, en la Iglesia de San Miguel.


- ¿Va usted muy a menudo a la isla?

- No demasiado. Y, desde luego, no lo que querría. Fíjese que he llegado a decir varias veces: “Ahora me sitúo en Mallorca y me quedo allí”. Pero este clan nuestro de tantos hijos me tiene muy amarrado. Y es muy difícil desligarse de ellos. De lo contrario, sí que me instalaba en Mallorca. Tres veces he tenido piso, en el Paseo Marítimo. Y hasta ocupé otro cuando vivía mi padre, pero luego terminé por venderlos todos. Eran demasiado buenos y no los ocupaba. Cuando no han salido las cosas es que no tenían que salir, que Dios no quería. Lo cierto es que, en estos momentos, no tengo nada en Mallorca. Y a pesar de que muchas veces me repito que tendré que retirarme, nunca llego a conseguirlo.

- Algún día sí acabará por instalarse en la isla, supongo.

- Así lo querría con toda mi alma. Porque cada vez siento más la necesidad de vivir al lado del mar. Es un vacío que llevo dentro. Voy mucho a Xàbia, entre Valencia y Alicante, en donde tengo una casa sobre el mar. Es un trocito de Mallorca que, en la prehistoria, estaba unida a las islas. Hasta la idiosincrasia de las personas que viven allá es como la de los mallorquines: testarudez, mucha serenidad, calma, y mucha seriedad. Aunque reconozco que no es exactamente lo mismo que estar en la isla

- Veo, en su despacho un cuadro del Mediterráneo. ¿Qué es para usted el mar?

- Para mí tiene el encanto más maravilloso de la creación. Es un ser material que tiene movimiento, color, y vida propia. Una vida material, sin alma, pero que vive. Cuando estoy en mi casa de Xàbia muchas veces me distraigo mirando esas aguas, cuando sale o se pone el sol sobre el horizonte del mar. Ellas me dan fuerzas y, a menudo, me serenan y me hacen dormir. El mar tiene muchas cualidades.

- Dígame, para acabar, en dónde le gustaría morir.

- Me gustaría terminar como hacen los elefantes, en mi tierra. Una de las razones que pueda tener para retirarme definitivamente en Mallorca es mi idea de morirme allá. Primero porque mis hijos, cuando vengan a verme, tendrán que ir a Mallorca. Segundo, porque no quiero estar cerca de ellos para que no tengan la pena de recordarme por la inmediación. Y quisiera ser enterrado. No me gusta la idea de ser incinerado.

Juan Caldés Lizana moría el 30 de mayo de año 2008, a la edad de 87 años. De él escribió Eugenio Gay Montalvo, ex presidente del Consejo General de Abogacía Española: “Fue un hombre de firmes y esperanzadas convicciones. Abogado de profesión, de una labor constante y callada, pero importante. Siempre tuvo la sonrisa en los labios y el corazón entregado a sus compañeros. No le oí jamás una crítica de nadie a pesar de que la vida no fue precisamente un camino de rosas, ni en el camino dejamos de recibir golpes que percibimos como injustos… Juan Caldés fue un hombre sencillo y bueno, de convicciones profundas, que vivió con alegría y quiso compartir la vida con quienes se encontró en ella, procurando que éstos fueran el mayor número posible de personas. Por eso, hoy descansa en paz, y quienes fuimos sus amigos le seguimos queriendo”.

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