- ¿En dónde y cuándo nació usted?
- Nací hace muchos años, demasiados, en Palma, ciudad a la que quiero mucho y, quizás por ello, me siento en relación a ella en una posición crítica permanente. Afortunadamente creo que se va reencontrando a sí misma, va mejorando la calidad, se cuida más el patrimonio artístico y el cosmopolitismo convive aceptablemente con lo nuestro. Me siento muy satisfecho por ello.
- ¿Hijo de familia numerosa?
- Mis padres, Guillermo Anguera y Antonia Sansó, tuvieron cuatro hijos. Yo soy el mayor. Nuestros padres creyeron siempre en que ser es más importante que tener. Se sacrificaron para que nuestra formación pudiera ser la mejor de la que nos podían ofrecer. Para mí este es el legado que intento transmitir a mis hijos y un agradecimiento a mis padres
- ¿Qué recuerdos guarda de su infancia, en Mallorca?
- Cuando estalla la Guerra Civil tengo tres años. Por tanto, mis recuerdos son los de un niño que es espectador de cosas que no interpreta. Recuerdo la guerra muy vagamente. Tengo algunos flasches de sirenas y de gente que corría pero poco más. Es una infancia plagada de recuerdos claros. Yo siempre digo que soy un producto de lo que se sacrificaron mis padres. Empecé a estudiar en un colegio de monjas que se llamaba “Los jardines de la infancia”. Y mi juventud estuvo muy ligada, en los estudios del Bachillerato, con los jesuitas, en Montesión. Creo que ha sido un crisol de formación para mucha gente. Y, personalmente, la agradezco de veras. Allí encontré a “mis amigos del alma”. Eran tiempos de risas, estudios, fútbol, guateques. ¡Recuerdos agradables! Los años te van haciendo ver un poco lo mucho que debes a tus raíces. Alguien dijo que la Patria de uno es su infancia. Estoy de acuerdo.
- ¿De dónde procede su vocación jurídica?
- De una inicial afición al mundo del Derecho. Después, los “cátedros” te forman, te moldean, y nace la vocación. El doctor Font y Trías, en Palma; la Facultad de Derecho, en la Universidad de Barcelona, y el Colegio Mayor José Antonio, en mis oposiciones, contribuyen de forma importante en la vocación. En mi caso tengo dos tiempos muy diferenciados. El público, funcionarial, y el privado, empresarial y profesional. Mi paso por la Inspección de Trabajo me llevó desde San Sebastián a Ceuta Rabat. Desde Castellón a Valencia, Barcelona y Madrid. Me siento orgulloso de este tiempo. Personalmente, creo en la idea del servicio al Estado, aunque temo que, actualmente, sea un valor devaluado. Posteriormente, mi etapa privada, en la que sigo instalado, me ha supuesto un desafío muy reconfortante del día a día. Casi veinticinco años de despacho de Abogados, en Madrid, y mi paso por el Grupo Banesto y Petromed, para mí, es un bien preciado.
Mañana: Victoriano Anguera. (III) El instinto del cambio y su etapa política.
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