El 3 de marzo de 1937, en plena Guerra Civil, nace Octavio Aguilera en Palma de Mallorca. Dicen que llegó a este mundo con una pluma en la mano. Su padre fue uno de los primeros taxistas que circulaban por la ciudad con taxímetro y él conocía la ciudad de punta a punta, así como todos sus atajos y vericuetos A los 17 años, comienza a escribir sobre todo tipo de deportes. Lo hace en “Mallorca Deportiva”. Luego, pasa al “Diario de Mallorca” en donde confecciona artículos mientras se saca el título de Maestro y el de Licenciado en Filosofía y Letras. Ejerció el periodismo de calle y el de mesa durante casi tres décadas y era el clásico “cúbrelo todo”, pasando por todas las secciones, desde barrer la redacción a dirigirla personalmente. Y, en sus ratos libres, ejercía de escritor de relatos.
En 1985, convalida el título de periodista, sacado en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, por la licencia de Ciencias de la Información y cambia de escenario, desplazándose a Madrid. Es el primer mallorquín con el título de doctor de Ciencias de la Información e imparte clases en la Facultad de la Universidad Complutense hasta su jubilación anticipadamente, a finales del 2002. Ha escrito diversos libros de ensayo, poesía y cuentos, y ha ganado varios premios literarios. Le entrevistamos un año antes de retirarse, cuando todavía daba clases en la universidad.
- Comencemos por el principio, por su infancia en Palma de Mallorca.
- Recuerdo los años difíciles de la post-guerra en los que, sin embargo, la gente estaba alegre y era muy divertida. No sé si sería por lo del refrán de “Quien canta, su mal espanta”, pero todo el mundo cantaba. Sin embargo, el racionamiento era muy estricto y la comida muy escasa. Ibas con un cuponcito a la tienda y comías un pan negro que era apreciado. El pan blanco fue una novedad. Fueron años muy duros. Recuerdo que iba a comprar la pasta de sopa de estraperlo en la calle de los Olmos.
- ¿En dónde cursó sus estudios?
- Estudié en un Liceo Español que ya no existe. Y cuando terminé el COU, me contrataron para dar clases. Yo quería hacer Filosofía y Letras pero en Palma no había Universidad. Así que me conformé con el Magisterio, lo único que podíamos estudiar entonces. Aproveché que un hermano mío más joven era alumno de esta Escuela, y me apunté como alumno libre con sus libros. Al mismo tiempo, daba algunas clases y ejercí de periodista en el “Diario de Mallorca”. Me matriculé de tres cursos con Rafael Perelló Paradelo, que fue crítico de arte, y terminamos en dos años.
- Tengo entendido que, a su paso por la Escuela de Periodismo de la Iglesia, en Madrid, fue igualmente conocido por su rapidez.
- Josep Meliá se jactaba de haber hecho la carrera de periodismo en un año. Pero yo la hice, efectivamente, en cinco meses exactos. En aquel tiempo ya era Licenciado en Filosofía y Letras, maestro, y llevaba treinta años ejerciendo el periodismo. Antes de cerrar esta Escuela, convocaron los últimos exámenes. Hubo unos extraordinarios en febrero y luego, en junio, los normales. Así que estuve preparándome entre febrero y junio. Y no presenté la tesina porque no pensaba que, en esos cinco meses, aprobaría la carrera entera. Luego, provisto de una máquina de escribir portátil, me dirigí a Oviedo en donde la redacté. Y, en septiembre, la presenté.
Su paso por la prensa mallorquina.
- ¿En dónde inició sus trabajos periodísticos?
- En el semanario “Mallorca Deportiva”, en el año 1954. Y, a los meses, comencé en el “Diario de Mallorca”, dirigido entonces por Antonio Sabater. Escribía sobre baloncesto. Luego, pasé al ciclismo, al boxeo y a la lucha libre americana. Este último deporte era todo un acontecimiento que llenaba la Plaza de Toros de Palma. El ring estaba en medio y había sillas en el coso y en las gradas. Todo empezó con el “Catch as can” que se tradujo por lucha libre americana. Hubo algunos mallorquines que se hicieron famosos, como Jim Oliver, que murió. Finalmente, pasé a escribir reportajes y entrevistas, lo que me gustaba más. Durante muchos años, fui crítico de cine y de teatro y articulista diario. El cincuenta por ciento de la reconversión del Diario recayó sobre mí, que siempre estuve en el anonimato. Hice de todo, desde escribir la crónica de la implantación de la rotativa offset hasta barrer la redacción.
- En esa época, además de ser conocido por su trabajo periodístico, lo era por otras facetas.
- Efectivamente, era profesor de Filosofía y Letras, de Inglés y de Lengua, en colegios particulares y en la sección filial del Instituto, en el Seminario, etcétera. Es cuando choqué con Xim Rada, un periodista que procedía de la Escuela de la Iglesia de Pamplona. Al principio, el pobre no tenía ni zorra idea, pero terminó de director. Yo le vi comenzar cuando era un novato y alguna vez tuvimos discusiones éticas. Los últimos años en este diario hacía crítica de cine y teatro al tiempo que colaboraba en la “Hoja del Lunes”. Pero cuál sería mi sorpresa cuando recibí una carta de despido de Xim Rada que había empezado por marcarnos y cambiar nuestro horario de trabajo. Denuncié mi despido y llegamos hasta Sindicatos, en un acto de conciliación previo a la Magistratura. Y, ante mi postura, Xim Rada, retiró la carta, con la excusa de que había sido un error. Hasta que llegó un momento en que me despedí voluntariamente para pasarme a la “Hoja del Lunes”.
- Allí tuvo otros problemas...
- Fue un asunto un poco complicado con el director que había, Gaspar Sabater, que era el redactor jefe del “Día de Baleares”. La directiva anterior se había disuelto y había una comisión gestora en la que estaba incluido. Yo le decía a Gaspi, al director, que tendría un problema porque lo que estaba haciendo era incompatible. “Tú no puedes ser director de La Hoja del Lunes y redactor jefe de El Día”, periódico que sale también los lunes, le repetía en vano. El se excusaba con que tomaba el domingo de descanso en “El Día”, lo que aprovechaba para sacar “La Hoja”. Hasta que un lunes salió un artículo suyo en “La Hoja” y otro, de fondo, en “El Día”, escrito igualmente por él. Firmaba en ambos periódicos que se suponían eran incompetentes. Y la Comisión no tuvo más remedio que destituirlo. Era algo de pura ética. Fue el momento en que me nombraron director de “La Hoja del Lunes”.
- Con lo que entra en contacto con el Grupo Serra.
- Efectivamente, cuando cerramos la “Hoja”, sacamos “El Lunes”, de Pedro Serra, una imitación de aquella, puesto que era con la misma gente y la misma redacción. Luego, me hicieron director de “Baleares” hasta que me vine a Madrid.
Vetos y censuras.
En la entrevista que mantuve con Octavio Aguilera en el 2001, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, en donde daba clases, me contó su experiencia periodística de los años en que vivió en Mallorca. En un momento de la entrevista, le insinué:
- Se dice que, tanto en el diario “Baleares” como en “Última Hora”, había personajes que estaban vetados. Usted, como ex director de “Baleares”, lo sabrá mejor que nadie.
- Lo único que sé es que, a la mínima insinuación de Pedro Serra, se cambiaba automáticamente de trato con cualquier personaje público. Bastaba con que un día, en las reuniones que teníamos con el propietario de estos periódicos, hiciera un comentario un tanto cansino como el que hizo, en su momento, refiriéndose al entonces alcalde, Ramón Aguiló: “Jesús, ya volvemos a hablar del alcalde”. Y, al momento, todo el mundo comprendió la indirecta y tomó nota. A partir de ese día, el alcalde Ramón Aguiló, que cada día aparecía fotografiado como un héroe, se convertía en villano, y aparecían unas fotografías suyas cada vez más feas y ridículas.
- Esa fue, en efecto, una campaña de prensa muy fuerte que terminó con la pérdida de la alcaldía de Aguiló y la victoria de Joan Fageda, a quien Serra apoyó y del que consiguió, entre otras prebendas, la aprobación municipal del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo. Muestra evidente de que Pedro Serra ya manejaba a su capricho todo el mercado.
- En los diarios hay mucho misterio y mucha política. Uno recibe, a veces, órdenes, con una explicación, más o menos, convincente. Se dice que este señor nos ha hecho una mala pasada y no hay que hablar más de él. Y, pese a que no se lance oficialmente ninguna consigna, un comentario tan sibilino como el de Serra se interpretaba automáticamente como un deseo implícito por todos los que le rodeaban y vivían de sus periódicos. No hacía falta nada más. Y todos nosotros sabíamos que, a partir del día siguiente, aquel alcalde se convertía en el malo de la película. Luego llegó otro, como Fageda, que fue apoyado totalmente por Pedro Serra. Y es que, en Mallorca, los diarios cambian al ritmo de las ideologías imperantes. En su tiempo, ese era un periódico socialista que apoyaba al alcalde Aguiló. Luego, cambió la tortilla, y se convirtió en el apoyo del PP. Pero, en su momento, los socialistas fueron los amigos de la casa. Y si alguien tuvo que dejar su cargo en aquel momento porque ya no interesaba a Serra, fue el propio alcalde. Pero, repito, no fue necesario dar ninguna consigna en la que se hablara mal del mismo. Bastó con pasar la hoja del periódico con aquel simple comentario.
- En cambio, otros alcaldes que siguieron sus consignas y no se enfrentaron con él, nunca recibieron tales ataques. Pienso, por ejemplo, en el caso de Paulino Buchens quien, una vez abandonada la alcaldía, fue nombrado Consejero de “Última Hora” así como de otras sociedades pertenecientes al Grupo Serra.
- Había, efectivamente, una gran amistad entre ellos.
Licenciado en la Facultad de Ciencias de la Información.
- Entre 1985 y 1986 abandona usted la isla para residir habitualmente en Madrid. ¿Por qué lo hizo?
- Cuando abrieron la Facultad de Periodismo del Estado yo trabajaba en el “Diario de Mallorca” y me apunté como alumno libre, debiendo acudir a clases los sábados. Hice dos cursos y lo dejé. Hasta que salió una convocatoria especial para periodistas. Era para poder convalidar el título por la Licencia de Ciencias de Información. Yo ya era periodista, con veinticinco años de experiencia, licenciado en Filosofía y Letras y Maestro de Escuela y me lo convalidaron todo. Pero lo que no me habían explicado era que debía hacer una tesina o un examen de reválida. Y opté por ésta. Así que me desplacé a Madrid y me sometí, como un centenar de periodistas que nos presentamos. En una segunda prueba, sólo pasamos dos: el presidente de la Asociación de Ciudad Real, corresponsal de Televisión Española, y este pobre desgraciado que venía de Mallorca. Fui el primer periodista con el título antiguo de carnet de la Escuela, convalidado por la Licenciatura en Ciencias de la Información. Luego, el presidente del Tribunal, José Luis Martínez Albertos, Director de este Departamento que había vivido en Inca y me conocía más a mí que yo a él, me animó para que hiciera el doctorado.
- Para lo cual precisó dos años más de teoría ¿No estaba ya cansado y harto de tantas pruebas y exámenes?
- La verdad es que me dieron muchas facilidades e hice la tesis siendo director del “Baleares”. El título de la misma era “Función y disfunción del mensaje periodístico en relación con la libertad de los receptores”. Seguramente era el primer director de un diario que leía una tesis doctoral. Todo coincidió con que mi hija mayor tenía que comenzar una carrera de Matemáticas, en Palma, cuando la Universidad Balear estaba en sus inicios. Podía hacer el primer curso y pasar luego a Barcelona. Pero pensé que era mejor empezar y terminar todo en Madrid, mientras yo buscaba una plaza en la Facultad de Información. Así que comencé a vivir un poco a caballo entre Madrid y Palma, a la que me desplazaba los fines de semana para dirigir “El Lunes”. Hasta que entré como profesor y ya vino toda la familia.
- ¿Cuántos hijos tiene?
- Tres. La mayor es profesora de Matemáticas del Instituto de Mósteles y se casó con un madrileño. El segundo vive en Palma.
- ¿El único que vive permanentemente en la isla?
- Cuando terminó la carrera de Ciencias Políticas en Madrid, quiso quedarse en la isla. Es muy mallorquinista y escribe poesía en mallorquín.
Escritor de libros.
- Por lo visto, usted nunca se ha arrepentido de haber cambiado la isla por Madrid.
- No, en absoluto. Porque aquí se me ha acogido muy bien. Trabajo menos que en Palma y ello me ha permitido conocer a muchos escritores y conocer más a fondo el mundo literario. He asistido a actos, he dado conferencias y he participado en congresos importantes en España y en el extranjero. El trabajo es agradable y, en comparación, mejor pagado. En Palma he trabajado mucho y al final no ha estado ni bien pagado ni reconocido. Aún recuerdo cómo, en una ocasión en que fui a la Universidad de les Illes para pedir una plaza. Al entregar los papeles, me encontré a un profesor que lo primero que me dijo, cuando me vio, fue, en un tono desagradable: ¿Qué haces tú por aquí?
- Al mismo tiempo, aprovecha para escribir libros. Por cierto ¿cuántos ha escrito?
En el momento de hacerle la entrevista, Octavio tenía dieciséis obras publicadas, entre las de ensayo, poesía, cuentos y periodismo. La primera era una sección del “Diario de Mallorca” titulada “Estampas ciudadanas”. Fue para él como el primer hijo. Tenía treinta años y acababa de casarse. Eran unos textos que escribió para unos dibujos de Soler Jover. Luego, publica “Varia Linde”, su segundo libro de cuentos. Pero no se atreve con la novela, su segunda asignatura pendiente. Tiene una comenzada e interrumpida a raíz de una enfermedad del riñón en la que le operaron por tres veces en tres meses. Y, en la actualidad, continúa resistiéndose en el terreno novelístico y en el teatro, aunque no deja de intentarlo
- ¿Consiguió algún premio?
- Todos ellos de cuentos. El más importante es el Sara Navarro de hace ocho o nueve años, de medio millón de pesetas. Tengo cuatro Huchas de Plata. Y algunos artículos premiados. Quedé varias veces finalista en el Ciudad de de Palma de Periodismo pero no pude pasar de ahí.
En cambio, en el terreno periodístico sigue avanzando. En 1989, un grupo de profesores, interesados en crear un ámbito de encuentro académico e intercambiar ideas, crea La Sociedad Española de Periodística en la que Otavio es confundador y tesorero de la misma. De ella nos habló con vehemencia:
- La SEP tiene por finalidad el cultivo de los estudios que tienen por objeto la comunicación periodística, extender su conocimiento y publicar los trabajos de quienes se dedican a ello. Desde su fundación, hemos celebrado diecisiete congresos y reuniones científicas y publicado los volúmenes correspondientes de ponencias y comunicaciones. En la actualidad, cuenta con cerca de ciento cincuenta socios procedentes de la mayor parte de las universidades españolas con estudios de comunicación. La reunión académica, que se celebra anualmente, es el encuentro de los teóricos de la periodística y de la comunicación y suele reunir a más de un centenar de científicos de España, Europa y América Latina, que conforman dicha Sociedad. En 1991, la SEP se presentó en sociedad por vez primera para celebrar el I Congreso y la Iª Asamblea General. En dicha Asamblea cesó la Comisión Gestora, que estaba integrada por el presidente y los profesores Josep Maria Casasús, Lorenzo Gomis, Luisa Santamaría, yo mismo y Manuel Casado. Todos pasaron a formar parte del Consejo Consultivo de Fundadores, cuyos cargos son vitalicios. La SEP contaba entonces con 36 socios fundadores y 3 socios de número.
- En este momento –le preguntamos en el 2011– ¿vive usted en Madrid o en la isla?
- Estoy casi la mitad del tiempo en Madrid y más de la otra mitad en Mallorca.
- ¿Y en dónde le gustaría morir: en Madrid o en Mallorca?
- Siempre he pensado que el mejor lugar para morir es donde has nacido. Tengo esta manía porque, una vez muerto, tanto da donde te entierren. A mí se me ha atacado bastante porque me he desplazado a Madrid para vivir. Alguien escribió en un periódico que era un traidor. Fue a raíz de un artículo mío en el que hablaba de un autor indio que fue a Inglaterra y que fue nominado para el Nóbel. Decía que no entendía esta cerrazón de los idiomas. Yo creo que la patria del hombre es donde trabajas y te encuentras bien. Pero, a la hora de la muerte ¿qué? Yo creo que tus cenizas deben descansar en donde has nacido. Aunque yo soy del sistema tradicional y preferiría que no me incinerasen.
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