Es oriundo de Esporlas, un pueblo que fue muy industrial y algo conflictivo durante la Guerra Civil. Nace el 12 de diciembre de 1933 y, casualmente, no pudieron sacarle de casa para bautizarlo en la fecha prevista porque, excepcionalmente, había caído un metro de nieve y no se podía andar por las calles. Es el mayor de tres hermanos, uno de los cuales murió con apenas cuatro años. Su padre, encargado de materias primas de una fábrica textil, era hermano de Francisco Bosch, quien fuera famoso barítono.
Estudia Comercio y comienza a trabajar de aprendiz en el Hotel Alcina, situado en plena Bahía de Palma. A lo largo de su amplia experiencia en hostelería, no conoce en ningún momento el fracaso empresarial. A los 28 años, (en 1961), es el máximo responsable del Hotel Nevada Palace de Granada, de cinco estrellas, el director más joven de España en un establecimiento de esta categoría. Dicho Hotel, junto con el Bahía Palace, en Palma de Mallorca, y el Córdoba Palace, en Córdoba, además del Motel El Hidalgo, en Valdepeñas, fueron los primeros eslabones de la hoy mundialmente famosa marca Meliá.
En el año 1964, es nombrado Director Gerente del Meliá Don Pepe, en Marbella, y, cinco años después, se traslada a Madrid para crear, entre l969 y 1972, el gran complejo hotelero Eurobuilding. Dieciséis años después, entra a formar parte del equipo ejecutivo del Grupo Sol, que unos años después compra los Hoteles Meliá. En el momento de entrevistarlo, en el 2001, colabora con el Meliá Avenida América, la primera propiedad franquiciada por Sol-Meliá. Mateo Bosch lleva treinta y seis años en Madrid, ciudad que confiesa no conocer por falta de tiempo, pero es un isleño que ha viajado por todo el mundo. Comenzamos por su infancia.
- ¿Cómo se desarrolló su infancia en Esporlas?
- A los siete años empecé a ayudar a mis padres en las tareas de una huerta que cuidaba la familia. Mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en ella, antes de entrar en su fábrica, cuya sirena sonaba a las siete. Mis primeros pasos fueron con las monjas. Luego, pasé a la escuela pública. Mis padres me pagaban clases particulares de matemáticas, música y otras. A partir de los diez años, ingresé en el Colegio de La Salle de Palma para estudiar Comercio. Durante cinco años, hice el recorrido de Esporlas a Palma y viceversa en bicicleta. Éramos tres o cuatro compañeros que pedaleábamos cada mañana dieciséis kilómetros durante casi una hora, y regresábamos por la tarde. El autobús de línea no coincidía con nuestros horarios y, además, era muy caro para nosotros.
- A los quince años ya trabajaba. ¿Por qué razón empezó tan pronto?
- Porque no era muy buen estudiante y porque las circunstancias económicas de aquella época no daban para más. Tenía familiares trabajando en hostelería y, gracias a uno de ellos, mi tío Antonio, tuve la oportunidad de formar parte de la plantilla del Hotel Alcina. Era el 10 de agosto de 1949. El Alcina, además del Mediterráneo y del Victoria, eran en aquellos años los hoteles emblemáticos de la Bahía de Palma; los tres, juntamente con el Alhambra, el Príncipe Alfonso y el Formentor, fueron las verdaderas cunas de formación de grandes profesionales isleños. Luego, entre los años 1952 y 1955, empezó el boom turístico.
- ¿Y su Servicio Militar?
- Lo hice como voluntario. Ello me obligaba a permanecer tres años en filas, pero me permitía seguir trabajando por las tardes. Mi destino durante dichos años fue de mecanógrafo del secretario particular del Capitán General, que en aquellas fechas era el General Castejón. Fueron tres años de verdadero esfuerzo y sacrificio, pero, gracias a ello, pude comprarme una motocicleta que me permitía moverme, naturalmente, con más rapidez que en bicicleta.
- ¿Cuál fue su primer trabajo?
- Fregaba vasos a mano –no había máquinas– en el Restaurante del Alcina. Permanecí ocho años en este hotel, saliendo con un certificado que me llenaba de satisfacción, y que acreditaba mi permanencia en ese establecimiento con la categoría de secretario adjunto a la dirección. Mi verdadero trabajo era escribir y ocuparme de toda la correspondencia en varios idiomas, tanto de clientes como de agencias de viaje, y era el responsable de reservas y ventas, lo que equivaldría hoy a una categoría de director comercial.
- A los ocho años, cambia usted de hotel y de ambiente.
- Efectivamente, recién terminado el Bahía Palace, al que luego se le llamó Meliá-Mallorca, embrión de lujo de los Meliá de hoy, fui llamado para un puesto de recepcionista que acepté sin dudarlo. A los pocos meses, me nombraron jefe de recepción y subdirector. Fue realmente mi cuna de aprendizaje como director bajo la tutela de Enrique Cabré, un hombre que todavía hoy admiro, un enamorado de la Isla, formado en Alemania. Sus íntimos le llamaban Herr. Tuve luego otros directores que me apoyaron y me ayudaron a consolidar mis conocimientos y mi formación.
- ¿Se había casado ya?
- En Inca, poco antes. Mis suegros eran industriales del calzado, y recuerdo que se llevaron un disgusto cuando fui nombrado director Gerente, en Granada, puesto que ello suponía un alejamiento de su hija y su primer nieto. Ellos, como es natural, lucharon para evitarlo hasta ofrecernos llevar el negocio en Inca, pero yo era hotelero de vocación y para todo. Mi mujer, además, apoyaba nuestro proyecto común. Después de Granada y, en 1964, tuve el privilegio de ser nombrado gerente de un flamante hotel del gran lujo de la época, famoso todavía hoy en el mundo entero, llamado Don Pepe de Marbella, en honor de Don Pepe Meliá, gran pionero del turismo español de calidad.
- Y entretanto, usted tuvo hasta cuatro hijos.
- El mayor es economista y está trabajando en banca. El segundo, desgraciadamente, murió con 18 años. El tercero es hotelero y acaba de regresar, para un nuevo destino, después de tres años en Asia con el Grupo Sol-Meliá. El cuarto, también economista y especialista en Marketing, trabaja en una de las primeras marcas del automóvil.
Director General de Erubuilding, en Madrid.
- Curiosamente, usted jamás siguió los estudios de Director de Hotel.
- En ese tiempo, ya existían las Escuelas de Hostelería suizas y alemanas. Eran muy caras y cualquiera no podía acceder. No obstante, tuve la suerte de contar con el valioso apoyo de todos mis anteriores directores que me permitieron pasar épocas de prácticas en el extranjero, además de concederme las horas libres necesarias para estudiar idiomas y completar mi formación, trabajando, por supuesto, de 12 a 14 horas diarias.
- ¿Qué pasó luego?
- Que un financiero catalán me llamó para ofrecerme un proyecto en Madrid que sería el Eurobuilding. Yo estaba, en la época, muy motivado. Recuerdo que uno de los motivos principales de nuestra toma de decisión de trasladarme a Madrid fueron los cuatro niños, ya que, en el año 68, Marbella era todavía un desierto comparado con lo que es hoy. Apenas había escuelas primarias y nuestros hijos no contaban con la formación adecuada. Tardamos más de un año en decidirnos y, sólo después de muchas reflexiones y un serio planteamiento de futuro, terminé por aceptar el puesto de director general de la sociedad para el desarrollo del todavía hoy famoso complejo hotelero, lo que fue un reto muy importante que culminó de forma exitosa. Mi mujer y yo teníamos muy claro que, si el proyecto fracasaba, regresábamos a Mallorca. La isla pesaba y tiraba mucho de nosotros. Tenía, además, la suerte, de que algunos empresarios amigos mallorquines querían que colaborase con ellos. De hecho, lo hice en algún proyecto y sigo con ellos con las grandes ventajas que representa tener que visitar nuestras maravillosa isla con frecuencia.
- ¿Usted no parece conocer el verbo fracasar?
- No tengo en la conciencia ningún fracaso profesional importante. En el camino, vas aprendiendo a andar. He vivido problemas y situaciones que hoy, con más experiencia, trataría de distinta manera, pero siempre con el mismo fondo y la misma conciencia. La experiencia es lo que nos da la luz y la seguridad en las decisiones. Entiendo que cualquier responsable, como humano, puede equivocarse en algún tema profesional o de negocios, pero el fracaso es algo que un profesional no puede permitirse. La voluntad, el espíritu de sacrificio y de lucha para vencer obstáculos y evitar tropiezos, son valores básicos para conseguir llegar a las metas que uno se proponga, sano y salvo.
- ¿Cuánto tiempo estuvo en el Eurobuilding?
- En la primera etapa, existía por ambas partes un compromiso firme para dos años, pero luego fue prologándose hasta una duración total de dieciséis.
- ¿Cuál es el secreto del éxito hotelero?
- En mi vida profesional, siempre ha prevalecido un mismo criterio en cuanto a fórmulas de éxito: la calidad, un servicio profesionalizado y adecuado a cada segmento de demanda, y un logro de satisfacción plena por parte de los clientes y consumidores. Ello crea fidelidad y negocio, y, por lo tanto, también éxito. Pero, lo más importante es saber rodearse de un equipo humano adecuado, conseguir que se sienta implicado, aprender constantemente de nuestros errores y aplicar fórmulas nuevas exitosas. El equipo directivo es pieza clave en todo negocio, ya que los hoteles no son como la gente suele imaginarlos desde fuera, ni siquiera como el cliente los imagina desde dentro. Los hoteles influyen, como es lógico, en el consumidor. Famosas novelas o películas de Mac Dermond enseñan bonitas y divertidas historias, cuyos protagonistas son siempre, como es lógico, los clientes o las relaciones con ellos de los directores y sus colaboradores. En realidad, se trata de negocios difíciles, basados en organizaciones humanas de servicios con sus ilusiones y sus problemas. La hostelería es hoy una industria de prestación de servicios muy diversos y a muchos niveles diferentes que requiere de una formación sólida, puesta en personas con mucho entusiasmo y vocación de servicio. Un director hoy y, sobre todo, para el futuro más inmediato, no sólo requiere de una formación técnica y académica adecuada, sino que debe poseer las cualidades mínimas de liderazgo reconocido por sus colaboradores para conseguir el mayor grado de motivación y vocación por el oficio, y conseguir unos resultados económicos adecuados a la inversión de su negocio. Sólo ello le puede avalar como tal ante cualquier colectivo empresarial.
En el Grupo Sol y en el Meliá Avenida América.
- En 1984, el Grupo Sol compra Otasa y usted inicia una nueva etapa. ¿Cómo le fue?
- Tuve la suerte de poder entrar en ese Grupo que contaba, en aquel año, con un número de hoteles urbanos muy reducido –nueve, en total–. Colaboraré con los llamados hoteles urbanos que se nutren de una demanda formada por clientes cuya mayoría viaja por obligación profesional o por necesidad. Antes, en los años sesenta, cuando un hombre de negocios llamaba para reservar habitación en un hotel de Madrid y pedía una habitación individual, le contestaban normalmente o que estaba completo o que no les quedaban individuales libres. La mayoría de los hoteleros de ciudad no tenía demasiado interés en que una sola persona ocupara una habitación doble. La filosofía del negocio consistía en ocupar las dos camas o la cama doble de la mayoría de las habitaciones de todos los hoteles. Raras veces los buenos hoteles contaban con más de un diez por ciento de su capacidad en habitaciones individuales –de una sola cama–. Yo siempre atribuí el éxito del Eurobuilding en Madrid a la no discriminación entre habitaciones para una o dos personas, a pesar de que eran todas del mismo tamaño y para dos personas, salvo suites, etcétera. En el Grupo Sol, y desde el principio, se aplicaron las mismas políticas comerciales para los hoteles de ciudad de no discriminar, admitiendo como base la reserva de habitación, ya fuese para una o dos personas, estableciendo unas tarifas adecuadas.
- Tuvo usted la suerte y el privilegio de vivir la década de expansión del Grupo Sol.
- Para mí fue, posiblemente, la época más enriquecedora de mi trayectoria profesional. Trabajé mucho y muy a gusto, regresando a una cultura empresarial muy mallorquina y muy de acuerdo con mis orígenes profesionales. Renové, de forma muy activa, todos mis esquemas, y me sentí tremendamente útil como parte de un equipo
- Un grupo que se expandió en Latinoamérica y en el resto del mundo.
- Sol inició esa fase de despegue a nivel internacional en 1983 84. Fue un primer lance asiático, cuya iniciativa capitaneaba un hotelero mallorquín, Gabriel Escarrer. Éste se lanzó a una aventura muy arriesgada que culminó con un sonado éxito internacional, el Balí, más tarde Meliá Balí.
- En Mallorca ha sucedido algo que llama mucho la atención. Muchos hoteles y, sobre todo, cadenas, han optado por invertir en otros lugares allende los mares, tanto en España como en países extranjeros.
- Después de Escarrer, otros empresarios mallorquines, hoy conocidos y reconocidos en el mundo entero, optaron, en efecto, por exportar también tecnología y “know haw” de forma seria y ejemplar, contribuyendo de manera excepcional en el crecimiento y consolidación de la España europea.
- Pero ¿es normal que se cierren hoteles o se estanque una cadena en las Baleares o en España a costa de crecer en otros lugares del extranjero?
- Cuando la demanda en Baleares está saturada, es lógico que el empresario, si es emprendedor, piense en exportar sus experiencias a otros lugares, en una época en que la globalización se impone para las empresas. Es una forma de diversificar el riesgo, de implantarse y de crecer en donde existe la demanda. Hay dos factores que hacen que una empresa crezca o se quede donde está: el contar con un líder emprendedor, con ambiciones, espíritu de trabajo, capacidad de riesgo, etcétera; y el disponer de los recursos económicos adecuados. La pasión empresarial es hoy más importante que el dinero. Los resultados de las empresas con éxito se prodigan rápidamente pero, sin embargo, se habla poco de las que se quedan en el camino, ya sea por falta de empuje, de salud financiera o de capacidad de análisis y visión del riesgo.
- Sin embargo, algunos empresarios fracasan en su empeño por crecer. Me refiero, por ejemplo, a Ruiz Mateos, con Rumasa...
- Yo no diría que Rumasa o Ruiz Mateos sean un fracaso, sobre todo si analizamos el que, después de todas las tormentas que han pasado empresas y empresario, sigan ahí luchando. No sé cuál es todavía el factor que mantiene vivo en este caso al empresario, pero sí puedo intuir que, en su actuaciones, legales o ilegales, hubo una visión de reservas para resistir.
- ¿Tuvo mala suerte o no actuó correctamente?
- No soy quien para juzgar, ni siquiera para opinar.
- ¿Recuerda algún cliente famoso que haya pasado por alguno de sus hoteles?
- Como puede imaginar, podría confeccionar una lista interminable de ellos, pero hubo un visitante que fue el Sha de Persia, allá por el año 1958 ó 1959, que me impactó, con un séquito tremendo que bloqueó prácticamente el Bahía Palace mallorquín, y cuyos componentes, equipos de seguridad, etcétera, fueron tremendamente exigentes.
- Por cierto, ¿en cuántos idiomas se comunica usted?
- En realidad, hablo y escribo algo de todos. Domino el inglés y el francés. Me entiendo en alemán y me desenvuelvo en italiano.
La relación calidad-precio
- ¿Qué diferencias puede haber entre la hostelería de hoy en día y la que se inicia con el “boom” turístico?
- Lo que va cambiando es la clientela porque las generaciones pasan y los hoteles se adaptan constantemente a la demanda. El cliente hoy valora una actitud positiva de la persona que le atiende. Debemos crear confianza para que el cliente plantee los problemas y solicite los servicios que requiere. Debemos ser eficaces y obrar con prontitud. Además, hoy debemos conseguir que la relación calidad precio sea adecuada y también, ¿por qué no?, ofrecer más por menos.
- ¿Han subido mucho los precios?
- Comparando con el extranjero, los precios de los hoteles en España no han subido. Es más, llevamos unos años muy estabilizados y, en todo caso, a la baja. Hemos pasado por una crisis tremenda que todavía hoy sufren los hoteleros. Hoy existen inversiones en grandes edificios hoteleros que, como tales, no son rentables, si se tiene en cuenta que los edificios hoteleros requieren de constantes inversiones, renovaciones, y puestas al día de sus instalaciones. Desgraciadamente, las realizaciones y edificios para hoteleros no tienen un presente ni un futuro demasiado claros.
- Pero a un cliente ¿hoy le cuesta más una habitación en un hotel de tres o cuatro estrellas que hace diez años?
- Un cuatro estrellas en la línea de un Meliá Avenida América, en Madrid, ingresaba a finales de la década 1990 entre 12 y 15 mil pesetas por habitación ocupada por noche. Diez años antes, los hoteles de cuatro y cinco estrellas situados en ciudades europeas importantes costaban entre 18 y 20.000 pesetas. Y a principios de los 2000 existía una oferta amplísima en el mercado de “tour operators”, agencias de viajes, mayoristas, con programas para grupos –colectivos especiales, congresos, conferencias– a precios muy reducidos por debajo de las 10.000 pesetas. El consumidor ha aprendido a valorar ese producto y a utilizarlo a su medida, obteniendo unas condiciones excepcionales, tanto en transporte como en hoteles.
- ¿Y no pierden los inversores al bajar tanto los precios?
- Un negocio hotelero que no consigue un mínimo nivel de rentabilidad a su inversión muere rápidamente. Si su proyección no prevé resultados claros, o se reestructura, lo cual sigue siendo arriesgado, o se le da alguna salida inteligente que permita por lo menos hacer frente a las cargas financieras y a su autofinanciación, o acaba siendo una carga insostenible para quienes se hubieren equivocado. En esos procesos, siempre resulta difícil que el consumidor no sufra las consecuencias.
- La oferta turística mallorquina ¿sigue siendo importante?
- Los mallorquines tienen ya un terreno ganado, una experiencia y un desarrollo cuya distancia, del resto de los países del Mediterráneo que pudieran competir, es considerable. Aparte del turismo tradicional, personalmente veo un gran futuro basado en una nueva demanda en cierta línea de calidad, tanto hacia el segmento náutico, cuya oferta de infraestructura no tiene hoy competencia en nuestros mares, como por los escenarios naturales, playas y belleza natural de las islas. Son igualmente importantes los atractivos que ofrece cualquier inversión para cierta clientela europea que le permita tener un pie en tierra y disfrutar de fines de semana y escapadas a las islas, y utilice los vuelos económicos que ofrecen la mayoría de compañías aéreas europeas. Esos segmentos de demanda fomentan una muy diversa oferta de restauración, además de los hotelitos rurales de gran calidad que van creciendo paulatinamente en las islas y que tanta aceptación tienen entre una clientela económicamente privilegiada.
Disfrutar del momento, sea donde fuera.
- ¿Va usted a menudo a la isla?
- Siempre que puedo. Tengo una casa en el Puerto de Pollensa. Todavía me queda familia en ella y muchos amigos.
- ¿A qué edad piensa usted retirarse definitivamente?
- Cuando cumplí los 60, decidí bajar el ritmo pero sin dejar la vida activa. Ahora trabajo de una forma que me aporta muchas satisfacciones. Se trata de desarrollar colaboraciones esporádicas que siempre me divierten y llenan esa necesidad lógica de todo profesional que ha trabajado toda la vida a un ritmo muy acelerado, y que, según los médicos, no es bueno cambiar de repente.
- ¿Qué hará cuando se retire definitivamente a los cien años y pico?
- Je, je, je... Yo creo que no nos retiramos definitivamente nunca. Mis nueve nietos, además, me mantienen muy ágil y activo. Puesto que la vida profesional nos ha brindado tantas relaciones personales y amigos, siempre queda algo por hacer. Yo viajo con frecuencia y esto es también un importante estímulo y un privilegio que valoramos más todavía los que hemos vivido fuera de la Isla que los que han permanecido siempre en ella. Al cabo de los años, uno se da cuenta, además, de que lo importante es disfrutar del momento, sea donde sea. No ir a donde sea para disfrutar.
- Lo malo es que siempre llega un momento, con la muerte, en que todo termina. Por cierto, ¿en dónde le gustaría ser enterrado, en Mallorca o en Madrid?
- En ningún sitio. Je, je, je... Y eso de ser enterrado, ni se me ocurre. Espero que sea dentro de mucho tiempo, con la condición de que uno pueda auto-controlarse y no dependa de otros. En todo caso, pienso que cuando Dios quiera, y le pido poder seguir con la misma ilusión de siempre, aunque admito que el cuerpo no siempre aguanta, sobre todo, cuando hay que competir. Por el momento, yo sigo autorizado para hacer ejercicio, montar en bicicleta y viajar frecuentemente. De todas formas, no puedo seguir mi ritmo de hace diez años que me permitía levantarme a las seis de la mañana para practicar la marcha a pie, eso sí, después de haber dormido un mínimo de siete horas. Deporte que sigo practicando ahora.
Estudia Comercio y comienza a trabajar de aprendiz en el Hotel Alcina, situado en plena Bahía de Palma. A lo largo de su amplia experiencia en hostelería, no conoce en ningún momento el fracaso empresarial. A los 28 años, (en 1961), es el máximo responsable del Hotel Nevada Palace de Granada, de cinco estrellas, el director más joven de España en un establecimiento de esta categoría. Dicho Hotel, junto con el Bahía Palace, en Palma de Mallorca, y el Córdoba Palace, en Córdoba, además del Motel El Hidalgo, en Valdepeñas, fueron los primeros eslabones de la hoy mundialmente famosa marca Meliá.
En el año 1964, es nombrado Director Gerente del Meliá Don Pepe, en Marbella, y, cinco años después, se traslada a Madrid para crear, entre l969 y 1972, el gran complejo hotelero Eurobuilding. Dieciséis años después, entra a formar parte del equipo ejecutivo del Grupo Sol, que unos años después compra los Hoteles Meliá. En el momento de entrevistarlo, en el 2001, colabora con el Meliá Avenida América, la primera propiedad franquiciada por Sol-Meliá. Mateo Bosch lleva treinta y seis años en Madrid, ciudad que confiesa no conocer por falta de tiempo, pero es un isleño que ha viajado por todo el mundo. Comenzamos por su infancia.
- ¿Cómo se desarrolló su infancia en Esporlas?
- A los siete años empecé a ayudar a mis padres en las tareas de una huerta que cuidaba la familia. Mi padre se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en ella, antes de entrar en su fábrica, cuya sirena sonaba a las siete. Mis primeros pasos fueron con las monjas. Luego, pasé a la escuela pública. Mis padres me pagaban clases particulares de matemáticas, música y otras. A partir de los diez años, ingresé en el Colegio de La Salle de Palma para estudiar Comercio. Durante cinco años, hice el recorrido de Esporlas a Palma y viceversa en bicicleta. Éramos tres o cuatro compañeros que pedaleábamos cada mañana dieciséis kilómetros durante casi una hora, y regresábamos por la tarde. El autobús de línea no coincidía con nuestros horarios y, además, era muy caro para nosotros.
- A los quince años ya trabajaba. ¿Por qué razón empezó tan pronto?
- Porque no era muy buen estudiante y porque las circunstancias económicas de aquella época no daban para más. Tenía familiares trabajando en hostelería y, gracias a uno de ellos, mi tío Antonio, tuve la oportunidad de formar parte de la plantilla del Hotel Alcina. Era el 10 de agosto de 1949. El Alcina, además del Mediterráneo y del Victoria, eran en aquellos años los hoteles emblemáticos de la Bahía de Palma; los tres, juntamente con el Alhambra, el Príncipe Alfonso y el Formentor, fueron las verdaderas cunas de formación de grandes profesionales isleños. Luego, entre los años 1952 y 1955, empezó el boom turístico.
- ¿Y su Servicio Militar?
- Lo hice como voluntario. Ello me obligaba a permanecer tres años en filas, pero me permitía seguir trabajando por las tardes. Mi destino durante dichos años fue de mecanógrafo del secretario particular del Capitán General, que en aquellas fechas era el General Castejón. Fueron tres años de verdadero esfuerzo y sacrificio, pero, gracias a ello, pude comprarme una motocicleta que me permitía moverme, naturalmente, con más rapidez que en bicicleta.
- ¿Cuál fue su primer trabajo?
- Fregaba vasos a mano –no había máquinas– en el Restaurante del Alcina. Permanecí ocho años en este hotel, saliendo con un certificado que me llenaba de satisfacción, y que acreditaba mi permanencia en ese establecimiento con la categoría de secretario adjunto a la dirección. Mi verdadero trabajo era escribir y ocuparme de toda la correspondencia en varios idiomas, tanto de clientes como de agencias de viaje, y era el responsable de reservas y ventas, lo que equivaldría hoy a una categoría de director comercial.
- A los ocho años, cambia usted de hotel y de ambiente.
- Efectivamente, recién terminado el Bahía Palace, al que luego se le llamó Meliá-Mallorca, embrión de lujo de los Meliá de hoy, fui llamado para un puesto de recepcionista que acepté sin dudarlo. A los pocos meses, me nombraron jefe de recepción y subdirector. Fue realmente mi cuna de aprendizaje como director bajo la tutela de Enrique Cabré, un hombre que todavía hoy admiro, un enamorado de la Isla, formado en Alemania. Sus íntimos le llamaban Herr. Tuve luego otros directores que me apoyaron y me ayudaron a consolidar mis conocimientos y mi formación.
- ¿Se había casado ya?
- En Inca, poco antes. Mis suegros eran industriales del calzado, y recuerdo que se llevaron un disgusto cuando fui nombrado director Gerente, en Granada, puesto que ello suponía un alejamiento de su hija y su primer nieto. Ellos, como es natural, lucharon para evitarlo hasta ofrecernos llevar el negocio en Inca, pero yo era hotelero de vocación y para todo. Mi mujer, además, apoyaba nuestro proyecto común. Después de Granada y, en 1964, tuve el privilegio de ser nombrado gerente de un flamante hotel del gran lujo de la época, famoso todavía hoy en el mundo entero, llamado Don Pepe de Marbella, en honor de Don Pepe Meliá, gran pionero del turismo español de calidad.
- Y entretanto, usted tuvo hasta cuatro hijos.
- El mayor es economista y está trabajando en banca. El segundo, desgraciadamente, murió con 18 años. El tercero es hotelero y acaba de regresar, para un nuevo destino, después de tres años en Asia con el Grupo Sol-Meliá. El cuarto, también economista y especialista en Marketing, trabaja en una de las primeras marcas del automóvil.
Director General de Erubuilding, en Madrid.
- Curiosamente, usted jamás siguió los estudios de Director de Hotel.
- En ese tiempo, ya existían las Escuelas de Hostelería suizas y alemanas. Eran muy caras y cualquiera no podía acceder. No obstante, tuve la suerte de contar con el valioso apoyo de todos mis anteriores directores que me permitieron pasar épocas de prácticas en el extranjero, además de concederme las horas libres necesarias para estudiar idiomas y completar mi formación, trabajando, por supuesto, de 12 a 14 horas diarias.
- ¿Qué pasó luego?
- Que un financiero catalán me llamó para ofrecerme un proyecto en Madrid que sería el Eurobuilding. Yo estaba, en la época, muy motivado. Recuerdo que uno de los motivos principales de nuestra toma de decisión de trasladarme a Madrid fueron los cuatro niños, ya que, en el año 68, Marbella era todavía un desierto comparado con lo que es hoy. Apenas había escuelas primarias y nuestros hijos no contaban con la formación adecuada. Tardamos más de un año en decidirnos y, sólo después de muchas reflexiones y un serio planteamiento de futuro, terminé por aceptar el puesto de director general de la sociedad para el desarrollo del todavía hoy famoso complejo hotelero, lo que fue un reto muy importante que culminó de forma exitosa. Mi mujer y yo teníamos muy claro que, si el proyecto fracasaba, regresábamos a Mallorca. La isla pesaba y tiraba mucho de nosotros. Tenía, además, la suerte, de que algunos empresarios amigos mallorquines querían que colaborase con ellos. De hecho, lo hice en algún proyecto y sigo con ellos con las grandes ventajas que representa tener que visitar nuestras maravillosa isla con frecuencia.
- ¿Usted no parece conocer el verbo fracasar?
- No tengo en la conciencia ningún fracaso profesional importante. En el camino, vas aprendiendo a andar. He vivido problemas y situaciones que hoy, con más experiencia, trataría de distinta manera, pero siempre con el mismo fondo y la misma conciencia. La experiencia es lo que nos da la luz y la seguridad en las decisiones. Entiendo que cualquier responsable, como humano, puede equivocarse en algún tema profesional o de negocios, pero el fracaso es algo que un profesional no puede permitirse. La voluntad, el espíritu de sacrificio y de lucha para vencer obstáculos y evitar tropiezos, son valores básicos para conseguir llegar a las metas que uno se proponga, sano y salvo.
- ¿Cuánto tiempo estuvo en el Eurobuilding?
- En la primera etapa, existía por ambas partes un compromiso firme para dos años, pero luego fue prologándose hasta una duración total de dieciséis.
- ¿Cuál es el secreto del éxito hotelero?
- En mi vida profesional, siempre ha prevalecido un mismo criterio en cuanto a fórmulas de éxito: la calidad, un servicio profesionalizado y adecuado a cada segmento de demanda, y un logro de satisfacción plena por parte de los clientes y consumidores. Ello crea fidelidad y negocio, y, por lo tanto, también éxito. Pero, lo más importante es saber rodearse de un equipo humano adecuado, conseguir que se sienta implicado, aprender constantemente de nuestros errores y aplicar fórmulas nuevas exitosas. El equipo directivo es pieza clave en todo negocio, ya que los hoteles no son como la gente suele imaginarlos desde fuera, ni siquiera como el cliente los imagina desde dentro. Los hoteles influyen, como es lógico, en el consumidor. Famosas novelas o películas de Mac Dermond enseñan bonitas y divertidas historias, cuyos protagonistas son siempre, como es lógico, los clientes o las relaciones con ellos de los directores y sus colaboradores. En realidad, se trata de negocios difíciles, basados en organizaciones humanas de servicios con sus ilusiones y sus problemas. La hostelería es hoy una industria de prestación de servicios muy diversos y a muchos niveles diferentes que requiere de una formación sólida, puesta en personas con mucho entusiasmo y vocación de servicio. Un director hoy y, sobre todo, para el futuro más inmediato, no sólo requiere de una formación técnica y académica adecuada, sino que debe poseer las cualidades mínimas de liderazgo reconocido por sus colaboradores para conseguir el mayor grado de motivación y vocación por el oficio, y conseguir unos resultados económicos adecuados a la inversión de su negocio. Sólo ello le puede avalar como tal ante cualquier colectivo empresarial.
En el Grupo Sol y en el Meliá Avenida América.
- En 1984, el Grupo Sol compra Otasa y usted inicia una nueva etapa. ¿Cómo le fue?
- Tuve la suerte de poder entrar en ese Grupo que contaba, en aquel año, con un número de hoteles urbanos muy reducido –nueve, en total–. Colaboraré con los llamados hoteles urbanos que se nutren de una demanda formada por clientes cuya mayoría viaja por obligación profesional o por necesidad. Antes, en los años sesenta, cuando un hombre de negocios llamaba para reservar habitación en un hotel de Madrid y pedía una habitación individual, le contestaban normalmente o que estaba completo o que no les quedaban individuales libres. La mayoría de los hoteleros de ciudad no tenía demasiado interés en que una sola persona ocupara una habitación doble. La filosofía del negocio consistía en ocupar las dos camas o la cama doble de la mayoría de las habitaciones de todos los hoteles. Raras veces los buenos hoteles contaban con más de un diez por ciento de su capacidad en habitaciones individuales –de una sola cama–. Yo siempre atribuí el éxito del Eurobuilding en Madrid a la no discriminación entre habitaciones para una o dos personas, a pesar de que eran todas del mismo tamaño y para dos personas, salvo suites, etcétera. En el Grupo Sol, y desde el principio, se aplicaron las mismas políticas comerciales para los hoteles de ciudad de no discriminar, admitiendo como base la reserva de habitación, ya fuese para una o dos personas, estableciendo unas tarifas adecuadas.
- Tuvo usted la suerte y el privilegio de vivir la década de expansión del Grupo Sol.
- Para mí fue, posiblemente, la época más enriquecedora de mi trayectoria profesional. Trabajé mucho y muy a gusto, regresando a una cultura empresarial muy mallorquina y muy de acuerdo con mis orígenes profesionales. Renové, de forma muy activa, todos mis esquemas, y me sentí tremendamente útil como parte de un equipo
- Un grupo que se expandió en Latinoamérica y en el resto del mundo.
- Sol inició esa fase de despegue a nivel internacional en 1983 84. Fue un primer lance asiático, cuya iniciativa capitaneaba un hotelero mallorquín, Gabriel Escarrer. Éste se lanzó a una aventura muy arriesgada que culminó con un sonado éxito internacional, el Balí, más tarde Meliá Balí.
- En Mallorca ha sucedido algo que llama mucho la atención. Muchos hoteles y, sobre todo, cadenas, han optado por invertir en otros lugares allende los mares, tanto en España como en países extranjeros.
- Después de Escarrer, otros empresarios mallorquines, hoy conocidos y reconocidos en el mundo entero, optaron, en efecto, por exportar también tecnología y “know haw” de forma seria y ejemplar, contribuyendo de manera excepcional en el crecimiento y consolidación de la España europea.
- Pero ¿es normal que se cierren hoteles o se estanque una cadena en las Baleares o en España a costa de crecer en otros lugares del extranjero?
- Cuando la demanda en Baleares está saturada, es lógico que el empresario, si es emprendedor, piense en exportar sus experiencias a otros lugares, en una época en que la globalización se impone para las empresas. Es una forma de diversificar el riesgo, de implantarse y de crecer en donde existe la demanda. Hay dos factores que hacen que una empresa crezca o se quede donde está: el contar con un líder emprendedor, con ambiciones, espíritu de trabajo, capacidad de riesgo, etcétera; y el disponer de los recursos económicos adecuados. La pasión empresarial es hoy más importante que el dinero. Los resultados de las empresas con éxito se prodigan rápidamente pero, sin embargo, se habla poco de las que se quedan en el camino, ya sea por falta de empuje, de salud financiera o de capacidad de análisis y visión del riesgo.
- Sin embargo, algunos empresarios fracasan en su empeño por crecer. Me refiero, por ejemplo, a Ruiz Mateos, con Rumasa...
- Yo no diría que Rumasa o Ruiz Mateos sean un fracaso, sobre todo si analizamos el que, después de todas las tormentas que han pasado empresas y empresario, sigan ahí luchando. No sé cuál es todavía el factor que mantiene vivo en este caso al empresario, pero sí puedo intuir que, en su actuaciones, legales o ilegales, hubo una visión de reservas para resistir.
- ¿Tuvo mala suerte o no actuó correctamente?
- No soy quien para juzgar, ni siquiera para opinar.
- ¿Recuerda algún cliente famoso que haya pasado por alguno de sus hoteles?
- Como puede imaginar, podría confeccionar una lista interminable de ellos, pero hubo un visitante que fue el Sha de Persia, allá por el año 1958 ó 1959, que me impactó, con un séquito tremendo que bloqueó prácticamente el Bahía Palace mallorquín, y cuyos componentes, equipos de seguridad, etcétera, fueron tremendamente exigentes.
- Por cierto, ¿en cuántos idiomas se comunica usted?
- En realidad, hablo y escribo algo de todos. Domino el inglés y el francés. Me entiendo en alemán y me desenvuelvo en italiano.
La relación calidad-precio
- ¿Qué diferencias puede haber entre la hostelería de hoy en día y la que se inicia con el “boom” turístico?
- Lo que va cambiando es la clientela porque las generaciones pasan y los hoteles se adaptan constantemente a la demanda. El cliente hoy valora una actitud positiva de la persona que le atiende. Debemos crear confianza para que el cliente plantee los problemas y solicite los servicios que requiere. Debemos ser eficaces y obrar con prontitud. Además, hoy debemos conseguir que la relación calidad precio sea adecuada y también, ¿por qué no?, ofrecer más por menos.
- ¿Han subido mucho los precios?
- Comparando con el extranjero, los precios de los hoteles en España no han subido. Es más, llevamos unos años muy estabilizados y, en todo caso, a la baja. Hemos pasado por una crisis tremenda que todavía hoy sufren los hoteleros. Hoy existen inversiones en grandes edificios hoteleros que, como tales, no son rentables, si se tiene en cuenta que los edificios hoteleros requieren de constantes inversiones, renovaciones, y puestas al día de sus instalaciones. Desgraciadamente, las realizaciones y edificios para hoteleros no tienen un presente ni un futuro demasiado claros.
- Pero a un cliente ¿hoy le cuesta más una habitación en un hotel de tres o cuatro estrellas que hace diez años?
- Un cuatro estrellas en la línea de un Meliá Avenida América, en Madrid, ingresaba a finales de la década 1990 entre 12 y 15 mil pesetas por habitación ocupada por noche. Diez años antes, los hoteles de cuatro y cinco estrellas situados en ciudades europeas importantes costaban entre 18 y 20.000 pesetas. Y a principios de los 2000 existía una oferta amplísima en el mercado de “tour operators”, agencias de viajes, mayoristas, con programas para grupos –colectivos especiales, congresos, conferencias– a precios muy reducidos por debajo de las 10.000 pesetas. El consumidor ha aprendido a valorar ese producto y a utilizarlo a su medida, obteniendo unas condiciones excepcionales, tanto en transporte como en hoteles.
- ¿Y no pierden los inversores al bajar tanto los precios?
- Un negocio hotelero que no consigue un mínimo nivel de rentabilidad a su inversión muere rápidamente. Si su proyección no prevé resultados claros, o se reestructura, lo cual sigue siendo arriesgado, o se le da alguna salida inteligente que permita por lo menos hacer frente a las cargas financieras y a su autofinanciación, o acaba siendo una carga insostenible para quienes se hubieren equivocado. En esos procesos, siempre resulta difícil que el consumidor no sufra las consecuencias.
- La oferta turística mallorquina ¿sigue siendo importante?
- Los mallorquines tienen ya un terreno ganado, una experiencia y un desarrollo cuya distancia, del resto de los países del Mediterráneo que pudieran competir, es considerable. Aparte del turismo tradicional, personalmente veo un gran futuro basado en una nueva demanda en cierta línea de calidad, tanto hacia el segmento náutico, cuya oferta de infraestructura no tiene hoy competencia en nuestros mares, como por los escenarios naturales, playas y belleza natural de las islas. Son igualmente importantes los atractivos que ofrece cualquier inversión para cierta clientela europea que le permita tener un pie en tierra y disfrutar de fines de semana y escapadas a las islas, y utilice los vuelos económicos que ofrecen la mayoría de compañías aéreas europeas. Esos segmentos de demanda fomentan una muy diversa oferta de restauración, además de los hotelitos rurales de gran calidad que van creciendo paulatinamente en las islas y que tanta aceptación tienen entre una clientela económicamente privilegiada.
Disfrutar del momento, sea donde fuera.
- ¿Va usted a menudo a la isla?
- Siempre que puedo. Tengo una casa en el Puerto de Pollensa. Todavía me queda familia en ella y muchos amigos.
- ¿A qué edad piensa usted retirarse definitivamente?
- Cuando cumplí los 60, decidí bajar el ritmo pero sin dejar la vida activa. Ahora trabajo de una forma que me aporta muchas satisfacciones. Se trata de desarrollar colaboraciones esporádicas que siempre me divierten y llenan esa necesidad lógica de todo profesional que ha trabajado toda la vida a un ritmo muy acelerado, y que, según los médicos, no es bueno cambiar de repente.
- ¿Qué hará cuando se retire definitivamente a los cien años y pico?
- Je, je, je... Yo creo que no nos retiramos definitivamente nunca. Mis nueve nietos, además, me mantienen muy ágil y activo. Puesto que la vida profesional nos ha brindado tantas relaciones personales y amigos, siempre queda algo por hacer. Yo viajo con frecuencia y esto es también un importante estímulo y un privilegio que valoramos más todavía los que hemos vivido fuera de la Isla que los que han permanecido siempre en ella. Al cabo de los años, uno se da cuenta, además, de que lo importante es disfrutar del momento, sea donde sea. No ir a donde sea para disfrutar.
- Lo malo es que siempre llega un momento, con la muerte, en que todo termina. Por cierto, ¿en dónde le gustaría ser enterrado, en Mallorca o en Madrid?
- En ningún sitio. Je, je, je... Y eso de ser enterrado, ni se me ocurre. Espero que sea dentro de mucho tiempo, con la condición de que uno pueda auto-controlarse y no dependa de otros. En todo caso, pienso que cuando Dios quiera, y le pido poder seguir con la misma ilusión de siempre, aunque admito que el cuerpo no siempre aguanta, sobre todo, cuando hay que competir. Por el momento, yo sigo autorizado para hacer ejercicio, montar en bicicleta y viajar frecuentemente. De todas formas, no puedo seguir mi ritmo de hace diez años que me permitía levantarme a las seis de la mañana para practicar la marcha a pie, eso sí, después de haber dormido un mínimo de siete horas. Deporte que sigo practicando ahora.
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