domingo, 8 de mayo de 2011

Margarita Retuerto Buades, ex Defensora del Pueblo y ex vocal del Consejo General del Poder Judicial.


Para algunas mujeres, la edad es como un secreto de Estado. Margarita Retuerto nos confesó que nació hace siglos, es decir, el 10 de noviembre de 1944, en Palma de Mallorca. Hija de un teniente general del arma de Aviación, Margarita fue bautizada en la Catedral. La casa de Palma en Es Carrer de Palau y la Casa de Son Matet, en Cala Major, son dos referentes para ella.

Estudia derecho con ilustres profesores, entre otros, con Enrique Tierno Galván y con Joaquín Ruiz Giménez, siendo elegida, en 1983, adjunto al Defensor del Pueblo, institución en la que permanece durante catorce años, los dos últimos como Defensora del Pueblo en funciones. En el momento de la entrevista, al final de la década de los noventa, era Vocal del Consejo General del Poder Judicial y una defensora ardiente de los derechos de la mujer.

-¿Siguió usted, como hija que es de padre vallisoletano y de madre mallorquina de pura cepa, la tradición familiar mallorquina?

- Soy la mayor de una familia de cinco hermanas y un chico. Y la primera de una saga de unos setenta y tantos primos hermanos. Mi madre, Margarita Buades, es también la decana. Tengo, a la vez, tres hijos, aunque fueron cuatro. Se llaman Gonzalo y Alfonso, nombres castellanos de raíz goda, en honor a mi padre. Al contrario de las chicas, Margarida y María de Lluch que son auténticos nombres mallorquines.

- ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?

- Me acuerdo de mi bisabuela, Catalina. Tenía yo dos años y ella iba vestida con la falda larga negra y el pelo recogido en coleta. Vivía en Inca. Me acuerdo también de la casa de Palma, de los traslados en el verano a casa de mis abuelos, en Son Matet, en donde pasaba grandes temporadas. Hay otros dos recuerdos que tienen una impronta para mí: una tarta y una casa. En un homenaje que le hicieron a mi abuelo, Don Toni, que fue presidente del Mallorca, le regalaron una tarta de guirlache que me llegaba a la altura de la nariz. Era para mí la maravilla de las maravillas. El otro es la casa de Palma. De niña, mi habitación daba a un patio interior precioso del que se veía las torres de la Seu y la Almudaina. Debí de beber algo que me cayó mal y, estando en la cama, veía el movimiento de las palmeras y oía el sonido de las campanas. Me acuerdo también de las idas a Lluch, donde mi abuelo se encerraba temporadas a descansar, de las excursiones a la montaña, al Torrent de Pareis, etcétera. Son imágenes que no se pueden borrar.

- Usted nació en Palma, cuando su padre estaba destinado en León ¿En donde cursó sus estudios?

- Por toda España. De hecho, mi padre nunca estuvo destinado en Palma, y seguíamos su carrera. Los primeros estudios los hice en Madrid; el bachillerato, en Valencia; la Universidad, en Salamanca; el último año de Derecho, en Madrid, en donde me casé con un piloto, hoy en las Líneas Aéreas.

- ¿Fue buena estudiante?

- Siempre lo fui. No debí hacerlo mal cuando, en los primeros años de carrera en Badajoz, donde estudiaba por motivos familiares, tenía como profesor al Secretario de la Audiencia. Como cantaba bien los temas, algunos magistrados venían a escucharme, entre ellos su Presidente, Sánchez Valverde... Es curioso. Lo recordaba hace poco con su hijo, también magistrado, hoy Presidente de otra Audiencia de Andalucía. Terminé la carrera en Madrid sin ningún problema. Tuve la suerte de tener grandes maestros: don Enrique Tierno Galván, doña Gloria Begué, don Diego Espín, don Joaquín Ruiz Giménez... Este último, persona clave en mi formación jurídica y humana. Yo lo considero mi maestro.

Defensora del Pueblo, en funciones.

Y, al final, terminó usted en Madrid.

- Estuve dudando si hacer oposiciones a Registros o a Letrado de las Cortes. En 1978, y, coincidiendo con los debates de la Constitución, don Manuel Fraga Iribarne me pidió que formara parte como asesor en el grupo parlamentario. Desde esa dimensión técnica, trabajé en el Parlamento, desde 1978 a 1983. Tenía fama de seria, rigurosa y muy trabajadora. Me recuerdan siempre rodeada de papeles. Es la otra parte de mi temperamento.

- Quienes la conocen bien dicen que tiene usted muy mal genio pero que, al mismo tiempo, es muy extrovertida.

- Será mi herencia balear. Pero sí, soy muy trabajadora y me gusta estudiar los temas con profundidad.

- En 1983, cuando eligen a Joaquín Ruiz Giménez primer Defensor del Pueblo, éste le propone como adjunto, junto a Álvaro Gil Robles. ¿Qué supuso esa experiencia para usted?

- Haber formado parte de la institución del Defensor del Pueblo durante más de catorce años ha sido para mí una larga, fructífera e impagable experiencia constitucional. Fui adjunta segunda, primera, y Defensor del Pueblo en funciones, los últimos dos años y medio. Y tuve, en este periodo, la total confianza de todo el espectro parlamentario y el apoyo ciudadano. Es una experiencia que muy pocos pueden tener.

- ¿Qué tanto por ciento de gente que acude al Defensor del Pueblo se siente satisfecha de las respuestas que reciben de éste?

- Quien mejor podría responder a esta pregunta es el actual Defensor. Esta Institución goza de un alto conocimiento en la vida pública española. De cada cuatro españoles que se han dirigido a la misma, tres dicen que estaban total o parcialmente satisfechos pero que, en todo caso, se les había atendido. Y sólo uno se queja de que no se le había escuchado bien. Conozco bien el Ombudsman en el Mundo porque fui directora europea de esta institución internacional, junto con los representantes de Noruega, Suecia, Dinamarca e Inglaterra. Contribuí a consolidar la influencia del Defensor del Pueblo en Iberoamérica. Y creo, en definitiva, que es un elemento clave de la constitucionalidad moderna y que España dio un gran paso, en este sentido. La actuación de esta Institución en estos años ha sido un trabajo riguroso, ejemplo para otros países.

- ¿Cuántos países europeos carecen aún de esta figura?

- Muy pocos. Sólo Bélgica, Luxemburgo, Italia y alguno más.

- ¿Cómo está la aplicación de la Ley del Jurado?

- El Consejo General del Poder Judicial acaba de hacer un estudio de su aplicación hasta marzo del 97. En él se constata una tendencia a la huida del Jurado, un cierto sesgo hacia la benevolencia que se deja notar en los veredictos, y motivaciones insuficientes de los mismos. No hemos entrado todavía en la formulación de propuestas concretas porque, en este momento, estamos haciendo un segundo informe actualizado y más concreto. Hay que estudiar los recursos de apelación del Jurado ante las Salas de lo civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia que permitirá una valoración de la institución con suficiente fundamento. Creo que es imprescindible una reflexión más profunda que permita proceder a la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal del Jurado y se valore la conveniencia de no dictar respuestas apresuradas a ciertas situaciones de evidente repercusión pública que no deben confundir un juicio sosegado. He pedido un esfuerzo para deslindar extremos que conducen a corregir deficiencias técnicas de las que tienden a mermar el alcance y la intensidad del Tribunal del Jurado. Creo también que es imprescindible una formación de una opinión más consolidada y que se debe proteger al Jurado de determinada presión que puedan ejercer los medios de comunicación.

- ¿Cómo ve usted la situación judicial de Baleares?

- No es distinta a la que pueda existir en otros territorios judiciales, aunque el hecho de la existencia de la insularidad, el obligado desplazamiento de Secciones de la Audiencia, de Jueces a Menorca o a Ibiza, plantea aspectos que deben ser valorados. A los ciudadanos les preocupan las excesivas dilaciones, bien conocidas. A todos, el elevado índice de asuntos pendientes y registrados, básicamente no solo en materia civil, sino también en materia contencioso administrativa. Si a ello unimos el mal estado de algunas dependencias judiciales, las evidentes necesidades materiales, la estabilidad del personal auxiliar y la exigencia de un nuevo planteamiento de oficina judicial coherente que no esté dividida en compartimentos estancos, proporciono un panorama de necesidades evidentes. Por otra parte, los jueces y magistrados de Baleares soportan una elevada carga competencial. Una justicia de calidad en las islas exige que se avance en el proyecto de construcción del nuevo edificio judicial, que se continúe en la línea de informatización abierta con el convenio suscrito con el Gobern, que se intensifiquen los planes de formación continua del Consejo... En definitiva, actuaciones urgentes e inmediatas de todas las Administraciones competentes en el campo de la Justicia. Porque invertir en Justicia es rentable, lo exige la confianza de la Justicia.

La mujer, en este país.

- Sobre su mesa de su despacho veo un libro mallorquín titulado "Historie de les dones a la Mallorca del sigle XIX". ¿Cómo ve usted a la mujer española y, en especial, a la mallorquina?

- La mujer ha sido la gran protagonista social de los veinte últimos años. La española se ha convertido en un especialista en el arte de saltar barreras. Para conocer mejor la historia de las mujeres mallorquinas estoy leyendo este libro que considero muy interesante. Los valores de fidelidad, defensa del honor y al mismo tiempo la ternura, la fragilidad, la femineidad, eran las características de la literatura mallorquina del siglo pasado. Pienso que el papel de la mujer es difuso, no ha tenido el protagonismo que ha podido tener en otros ámbitos de nuestro país. Un papel que se ha difuminado por una sociedad muy patriarcal y etnocéntrica, que se compadece mal con la realidad de la mujer mallorquina. Por lo que yo conozco, hay revelantes mujeres en la vida pública mallorquina y un plantel de juristas importantes, aunque no todas sean de las islas.

- ¿Puede usted enumerar nombres concretos?

- Pienso en magistradas como María Rosa Rigo, Margarita Beltrán, Begoña Guardo, Rafaela Rodríguez y Camen Abrines; en fiscales como Rosa Cosmeli y María Moretó; en procuradoras como María Oto y Marya e Isabel Muñoz; en secretarias judiciales como María Isabel del Valle; en letradas como María Dolores Lozano, Teresa Castellá, Celia Togores y María José Buades, que, además, es mi prima, por no olvidar a la decana de la Facultad de Derecho, Isabel Tapia. Podría citar a muchas más. En esta lista no están todas las que son, pero sí son todas las que están. Creo, en definitiva, que el futuro de la historia de Baleares debe pasar por una incorporación más decidida de todas las profesionales en todos los niveles de la sociedad.

- El maltrato de mujeres ha sido constante a lo largo de la historia. ¿Por qué hoy en día se notan y se denuncian más que antes?

- Porque hay mayor sensibilidad. Sin embargo, todavía no se denuncia lo suficiente. El Instituto de la Mujer, en unas jornadas organizadas en el Consejo General del Poder Judicial, ha dado unos datos absolutamente reveladores y escalofriantes. Al mismo tiempo, se ha hecho un análisis técnico jurídico y sociológico de esta realidad y se ha apuntado que cinco mujeres mueren al mes en nuestro país por maltratos; doce al día son víctimas de maltratos recibidos; cincuenta y siete al día son víctimas de los mismos en grado de falta; y cada hora se registran tres denuncias. Moviéndonos en grandes cifras, en el año 1997 hubo noventa y una muertes en el ámbito familiar y más de veinte mil denuncias. Es un tema que aumenta cada año. Por supuesto que estos maltratos no suponen sólo la violencia física, sino también la psíquica, más difícilmente demostrable. ¿La razón? Unas estructuras de poder históricamente desiguales. El poder patriarcal es el de padre. La ley del silencio, la supuesta protección a la familia. Por eso antes no se denunciaban más. Cuando ese trata de un atentado contra los derechos humanos, un crimen contra la humanidad, hay que romper esa coraza de perversa y falsa protección a la intimidad por la opresión y el silencio que lo rodean. Y las primeras que tienen que romperlo son las propias mujeres.

- ¿Cómo interpreta, en el mundo de las leyes, esa violencia en la que se ven inmersas las mujeres?

- Existe una sensibilización de la opinión pública, pero no basta sin una ayuda a las víctimas. Es muy importante señalar que el gran ausente del Derecho Penal ha sido la víctima. Tienen que buscarse nuevos medios de convicción. Tiene que darse al juez la posibilidad de que adopte medidas cautelares. Y estudiarse la figura del distanciamiento. Los casos de violencia contra la mujer, los maltratos domésticos y las agresiones sexuales deben tramitarse como juicios rápidos. Hay que potenciar la asistencia letrada y la intervención del fiscal. Hay que trabajar con el Instituto de la Mujer para la formación específica de los jueces, tema sobre el que el Consejo ya está actuando. Este drama para la mujer tiene para nosotros absoluta prioridad.

- Con un matriarcado en boga ¿piensa que irían mejor las cosas en este país?

- Simone Veil, ex presidente del Parlamento Europeo, dijo que no había que entrar en conflicto con los hombres, sino que había que alcanzar el poder y ejercerlo conjuntamente. Las fórmulas de patriarcado o matriarcado pueden reproducir estereotipos semejantes. Lo que creo que debe cambiar son los parámetros culturales. Y el cambio de las culturas significa que la mujer acceda a todos los status de la vida social, incluidos los puestos de alta dirección. Hay que romper techos de cristal, pero no me gustan los estereotipos.

- En una sociedad matriarcal ¿existirían las cárceles y el paro continuaría siendo el mismo o, por el contrario, disminuiría?

- Al trabajar junto al Defensor del Pueblo, he visto que la situación de las mujeres presas no era igual a la de los varones presos, sino a veces peor. En los centros penitenciarios de nueva construcción en los que había módulos específicos para mujeres, sí, pero no en los antiguos. En los de nueva creación, se ha experimentado una considerable mejora, pero no así en los departamentos de mujeres. En éstos, he visto situaciones de auténtico hacinamiento. Llamo la atención sobre el hecho de que ha aumentado notablemente el número de mujeres presas que cumplen además, condenas largas, muchas con hijos y, a veces, con poca participación en los trabajos y las actividades educativas generales en los centros. La cárcel es el último instrumento que tiene la sociedad para defenderse. Pero no es el único. Además de su sentido represivo, debe haber un principio de reinserción, que es un valor constitucional. En cuanto al paro, es cierto que es una llaga, preocupación de toda la sociedad. El paro genera pobreza y la pobreza, marginación y exclusión. Observemos la situación de los emigrantes, las zonas rurales o la marginación de las grandes ciudades. Todo ello exige unas respuestas muy imaginativas, y, como creo en la imaginación de las mujeres, hay que darles la oportunidad para que estas propuestas puedan hacerse realidad.

Cuatro mujeres en el Gobierno.

- En este país, ¿puede una mujer ser el presidente del Gobierno o Jefe del Estado?

- Evidentemente, sí. En este país o en cualquiera. Es verdad que, en España, tenemos una Monarquía Parlamentaria. El titular de la jefatura del Estado es el Rey. Nuestra Constitución establece, además, específicas disposiciones de derecho sucesorio y un Príncipe heredero.
- ¿Y es justo eso de dejar a las princesas para las grandes bodas, pero no para heredar el trono?

- Lo que es justo es que tengamos el mejor jefe de Estado y desde luego, lo que merece la Corona es todo el respeto y el afecto de los españoles. Cuando me han preguntado quién es el mejor Defensor del Pueblo, siempre he contestado, como el alcalde de Zalamera, que el mejor alcalde, el Rey.

- Pero sigue sin contestarme a la pregunta.

- Puedo contestar desde diversos aspectos técnicos, jurídicos o históricos. El orden de sucesión en la Corona ya venía regulado en la Partida Segunda y en toda la legislación constitucional del siglo pasado que la desarrolla y completa. El artículo 57 de la Constitución no ha alterado una razón de dinastía histórica... Pero, dejemos la Corona... ¿Por qué no hablamos del Gobierno en el que tenemos ya cuatro mujeres ministras.

- ¿Cree que son suficientes?

- No es cuestión de suficiencia sino de capacidad. Las cuatro son muy buenas profesionales. Pero lo que yo deseo es una mujer en el Tribunal Supremo. Y llegará, evidentemente. Hasta 1967, no se produjo el acceso por primera vez de una mujer a la carrera judicial porque les estaba prohibido. De entonces para acá ha llovido mucho. Hoy en día, las mujeres jueces son mayoría. No obstante, el hecho de que, para ser magistrado del Tribunal Supremo, se exija un determinado número de años, ha condicionado que, hasta la fecha, no tuvieran las condiciones para ser elegidas. No es ésta la situación actual. Ahora ya hay una gran cantera de excelentes magistradas que merecen la consideración de este Consejo.

- De todas formas, ¿cuántos años o siglos cree usted que pueden pasar antes de que una mujer sea en nuestro país presidente del Gobierno?
- Eso depende de las urnas. En un encuentro que tuve con expertas y diputadas francesas en la Asamblea Nacional gala, las mujeres de Europa se quedaban asombradas del salto cualitativo y cantitativo que hemos dado y del avance espectacular de las mujeres españolas. Para eso, hay que destacar los cambios sobre la situación de la mujer en España. ¿Que pueden pasar siglos antes de elegir a una jefa de Gobierno? Depende de los partidos políticos y de la voluntad electoral. En lo que puedo decidir, mi competencia es la carrera judicial e insisto en que este Consejo tiene como reto el que, en su mandato de tres años, elijamos la o las primeras magistradas para formar parte del Tribunal Supremo.

Acunada por la Balanguera.

- ¿Habla usted el mallorquín?

- A mí me acunaron con la Balanguera cuando era pequeña. Lo entiendo perfectamente, pero lo hablo mal porque tengo poca práctica. Casi diría que lo asesino, hablando, pero no puedo dejar de hacerlo cuando estoy en mi tierra. Me costaría poco ponerme al día.

- Y le gusta volver a la isla de vez en cuando.

- De corazón nunca me he ido, y la realidad es que siempre vuelvo. Mis raíces están en las Baleares. Es como los versos de Kavafis, un viaje a Ítaca a través del Mediterráneo, mar de culturas que une más que desune. No sé si el viaje será corto o largo. Pero para mí ha sido y es apasionante. La experiencia de mi vida, intensa y yo diría que privilegiada. Cuando vuelva a Ítaca, que es mi destino, habré dejado muchas cosas por el camino. Pero me reconocerán, porque este barco, mi vida, tienen bandera y denominación isleña y dirán lo mismo que cuando me nombraron mallorquina del año: Es nostra... En todo caso, cuando vuelva, me iré a Ca'n Joan de S'Aigo a tomarme unas ensaimadas.

- ¿En dónde le gustaría ser enterrada o incinerada?

- Nunca estaré preparada para morirme. Pero, en el pequeño cementerio de Génova están mis familiares más queridos. Como mi voluntad es que me incineren, que los que me quieren hagan con mis cenizas lo que crean oportuno. Seguro que ellos sabrán interpretar mis sentimientos.

Esta entrevista fue realizada en junio de 1998. En julio de 2001, Margarita Reuerto cesó como vocal del CGPJ, al cumplirse los cinco años de mandato, y se personó como acusación particular en la causa abierta en la presunta estafa cometida en la agencia de valores Gescartera, donde había invertido la indemnización del seguro médico de su marido, quien muriera de alzheimer. A finales del 2002, abandona el Consejo General del Poder Judicial y acepta el cargo de Defensora del Paciente de la Comunidad de Madrid. El 3 de diciembre del 2005, muere, tras una larga enfermedad de cáncer.

Experta en Derechos Humanos, participó en numerosos congresos y seminarios en el marco de las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo y la Conferencia Europea de Cooperación y Seguridad. Perteneció al Comité Español contra el Racismo y el Comité Nacional del 50 aniversario de la declaración de los Derechos Humanos, en representación del Consejo General del Poder Judicial. Además, poseía condecoraciones como la medalla de Oro de la Cruz Roja, por su labor en extranjería y asilo, y la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort.

También era vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer. Una enfermedad que conocía de cerca, ya que su marido falleció tras habérsela diagnosticado con sólo 56 años. Ello le llevó a publicar el libro "Mi vida junto a un enfermo de Alzheimer". En esta obra compartía sus vivencias, los conocimientos que la práctica y otras personas le habían enseñado y los problemas éticos que se le plantearan como cuidadora.

Autora de numerosos estudios y artículos especializados sobre Derecho Administrativo, Internacional, Derechos Humanos, Derecho Comunitario, etcétera, impartió cursos de postgrado en distintas instituciones académicas. Poseía también diversas condecoraciones. Madre de tres hijos, fue nombrada la primera Defensora del Paciente de la Comunidad de Madrid el 7 de noviembre de 2002.

Fue miembro de diversas fundaciones: Aequitas, Fundación Directa, Associación Florència, FEDEPE (Federació Espanyola de Dones Empresàries, Executives i Emprenedores), Fundació Maria Wolf (dedicada a la enfermedad de l’Alzheimer), Associació Espanyola de Dones Advocades i EWLA (European Women Lawyers Association). El 2006 recibió a título póstumo el Premio Ramón Llull.


Próximamente: Juan Santamaría Mir.

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