- Total, que concluyó la parte profesional y afectiva en Mallorca y se vino a Madrid.
- Recuerdo que fue en enero de 1976, recién fallecido Franco. No conocía entonces a nadie en esa capital que perteneciera al mundillo del cine, el teatro, la radio o la televisión. Pero sabía que aquí estaban todos. Y comencé a pulular por sus calles. La experiencia fue muy dura, entre otras cosas porque provenía de un descalabro económico anterior. Me había arruinado en los negocios y en el trabajo que tenía en Mallorca y, a la par, se arruinó mi matrimonio. Fue como si, de repente, mi casa se hundiera. Y me vine, hundido moral y económicamente, a empezar de nuevo, con 33 años.
- Pero alguna amistad sí tendría.
- Sólo algunas del mundillo anterior mío de la tapicería, la decoración y el comercio, pero no me interesaba nada de todo eso. Tenía amistades en banca, directores que habían estado destinados en Mallorca y habían ido a parar a Madrid. Hubiera podido trabajar en cualquiera de estos sectores pero tampoco me interesaba. Quería empezar una nueva fase de mi vida tanto profesional como sentimental. Así que me vine solo, con 3.500 pesetas para pagar la primera semana de pensión y punto. Es algo que recomendaría hoy a quienes están en el poder económico y social. Que, de repente, se auto-excluyesen de la titularidad de sus cuentas corrientes y que cogiesen el equivalente a las 3.000 pesetas de entonces que pueden ser 50.000 de ahora y volviesen a empezar, sin utilizar nada de su patrimonio, de sus amistades ni de sus artilugios. Empezar de cero es sanísimo.
- ¿Qué aprendió usted de esta experiencia?
- Muchísimas cosas. Aprendí a robarle las croquetas al camarero cuando le pedía un vaso de agua. Aprendí a sobrevivir y adelgacé. Aprendí a apreciar la poca cantidad de dinero ganada con un trabajo ocasional de unas horas. Recuerdo que me metí en una empresa cuyo trabajo era el pinchar dedos de niños para sacarles sangre, colegio tras colegio. Aprendí a sorprender a alguna señora, económicamente bien situada. A mis 33 años, era un hombre guapo, iba bien vestido y fui precursor de los acompañantes de señoras ricas, trabajo que, hoy en día, está tan de moda. A muchas de estas señoras les gustaba llevar a un hombre al lado sin que pasaran a más. Estar con ellas, en un cócktel, permitía relacionarme en un círculo de gentes y de amistades y me nutría bien. Ahí empezaron los contactos y conocí a mucha gente del mundillo del teatro, de la radio, del doblaje, del cine y de la televisión.
Mañana: Juan Santamaría (III) Presentador de televisión.
- Recuerdo que fue en enero de 1976, recién fallecido Franco. No conocía entonces a nadie en esa capital que perteneciera al mundillo del cine, el teatro, la radio o la televisión. Pero sabía que aquí estaban todos. Y comencé a pulular por sus calles. La experiencia fue muy dura, entre otras cosas porque provenía de un descalabro económico anterior. Me había arruinado en los negocios y en el trabajo que tenía en Mallorca y, a la par, se arruinó mi matrimonio. Fue como si, de repente, mi casa se hundiera. Y me vine, hundido moral y económicamente, a empezar de nuevo, con 33 años.
- Pero alguna amistad sí tendría.
- Sólo algunas del mundillo anterior mío de la tapicería, la decoración y el comercio, pero no me interesaba nada de todo eso. Tenía amistades en banca, directores que habían estado destinados en Mallorca y habían ido a parar a Madrid. Hubiera podido trabajar en cualquiera de estos sectores pero tampoco me interesaba. Quería empezar una nueva fase de mi vida tanto profesional como sentimental. Así que me vine solo, con 3.500 pesetas para pagar la primera semana de pensión y punto. Es algo que recomendaría hoy a quienes están en el poder económico y social. Que, de repente, se auto-excluyesen de la titularidad de sus cuentas corrientes y que cogiesen el equivalente a las 3.000 pesetas de entonces que pueden ser 50.000 de ahora y volviesen a empezar, sin utilizar nada de su patrimonio, de sus amistades ni de sus artilugios. Empezar de cero es sanísimo.
- ¿Qué aprendió usted de esta experiencia?
- Muchísimas cosas. Aprendí a robarle las croquetas al camarero cuando le pedía un vaso de agua. Aprendí a sobrevivir y adelgacé. Aprendí a apreciar la poca cantidad de dinero ganada con un trabajo ocasional de unas horas. Recuerdo que me metí en una empresa cuyo trabajo era el pinchar dedos de niños para sacarles sangre, colegio tras colegio. Aprendí a sorprender a alguna señora, económicamente bien situada. A mis 33 años, era un hombre guapo, iba bien vestido y fui precursor de los acompañantes de señoras ricas, trabajo que, hoy en día, está tan de moda. A muchas de estas señoras les gustaba llevar a un hombre al lado sin que pasaran a más. Estar con ellas, en un cócktel, permitía relacionarme en un círculo de gentes y de amistades y me nutría bien. Ahí empezaron los contactos y conocí a mucha gente del mundillo del teatro, de la radio, del doblaje, del cine y de la televisión.
Mañana: Juan Santamaría (III) Presentador de televisión.
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