- Y le nombraron también Piloto Mayor.
- Fue por mi afición a la navegación. Me construí un astrolabio, el bisabuelo del sextante. Me propuse hacer una especie de estudio de cómo navegaban los antiguos, los de los tiempos de Cristóbal Colón para ir a América, cuando todo el mundo creía que todo giraba alrededor de la Tierra. No tenían la certeza de que ésta fuera redonda, ni poseían mapas, ni cronómetros, ni una idea clara del movimiento de los astros. Y lo utilicé en mi primera vuelta al mundo. A los pilotos les hacía gracia porque ellos dominaban los modernos sistemas, pero el ancestral astrolabio nunca había estado en cabina. En lugar de ser un salto futurista de quinientos años, es otro hacia atrás. Pero yo creo que tiene más interés que hacer elucubraciones sobre lo que va a pasar. Yo las hacía sobre lo que posiblemente habría pasado.
- Tengo entendido que, en esta asociación de la que forma parte, van ustedes vestidos de uniforme.
- Sólo para los actos de tipo castrense. El mismo que empleaban los soldados de Felipe II. Las mujeres van de cantineras de la Edad Media. Para otros actos llevamos una chaqueta azul, una insignia, un pantalón blanco o gris, según sea invierno o verano, y unos zapatos en consonancia. Por ejemplo, para visitar al Arzobispo de Manila íbamos así. Pascual Barberán, un conocido y prestigioso abogado, es el presidente de esta fundación.
- Volvamos a su familia. De sus siete hijos, ninguno de ellos nació en Ibiza, pero me imagino que sí hablarán el catalán.
- Los cuatro primeros salieron de Barcelona cuando eran muy jóvenes y los tres últimos han nacido en Madrid. Pero, pese a mi largas ausencias en la isla, ni he perdido el ibicenco, ni mi mujer el catalán. Cuando la conocí, hablamos en castellano, lengua que continuamos ejercitando por inercia y por costumbre. Aunque hemos viajado mucho por Ibiza y por Menorca, donde veraneamos, mis hijos siguieron hablando el castellano y no aprendieron ni el ibicenco, ni el catalán, aunque lo entienden. Reconozco que ha sido un error nuestro, mío y de mi mujer, no haber hablado también en nuestra lengua porque no se nos ha ocurrido. Ellos podrían saber ambos idiomas: el ibicenco y el castellano. Ser bilingües sería lo ideal. Con nuestros amigos hablamos en nuestra lengua, pero en familia siempre utilizamos el castellano.
- Y el mar, ¿lo echa usted de menos?
- Mucho. Cuando vine a Madrid, tenía 18 años. Mi ilusión era embarcarme de oficial en un barco mercante. Pero se me torció el plan y se me presentó otro trabajo gracias al cual también pude viajar mucho. Mi ilusión era ver el mar y estar junto a él. Cuando llegaba a una ciudad, lo primero que hacía era irme al puerto a ver los barcos, el mar y el horizonte porque los echaba de menos. Y me siguen gustando. Los que somos de las islas tenemos metido el mar en el alma. Lejos de él, te vas acomodando sin verlo. Pero, aún así, cada vez que voy a una ciudad con puerto, todavía voy a verlo. Es algo que llevas grabado dentro de ti y de lo que no puedes ni quieres desprenderte.
- ¿Pensó alguna vez en dónde le gustaría ser enterrado cuando muera?
- Nunca lo pensé seriamente. Mi padre debe estar enterrado en África, en donde desapareció durante la guerra, cuando yo tenía tres años. Y a mi madre la tengo enterrada en Madrid. Me gustaría estar a su lado. Pero, ciertamente es algo que nunca he pensado.
Dos años y pico más tarde, moría Vicente Torres en Madrid. Su cuerpo descansa definitivamente en el cementerio madrileño de La Paz, de Colmenar.
Próximamente: Manuel Elices Calafat, director del departamento de Ciencia de Materiales en la Politécnica de Madrid.
viernes, 11 de febrero de 2011
Vicente Torres Cicerol. (Y IV) Piloto Mayor.
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