lunes, 21 de febrero de 2011

Miguel Fe Serra. General y Doctor Ingeniero de Construcción.


El general Fe Serra.

Nace accidentalmente, el 30 de julio de 1926, en Mahón, cuando su padre, de Inca, un comandante de Intendencia, estaba destinado en Menorca. A los cinco años pasa a vivir a Mallorca de donde en realidad se siente. Cursa sus estudios de bachillerato en las escuelas de los Hermanos de La Salle. Uno de sus hermanos, veterinario, muere, y el otro, general de división retirado, reside en Son Sardina. El ha vivido casi siempre fuera de Mallorca. Cuando le entrevistamos, en el 2000, vive apartado de Madrid, en un chalé de Santo Domingo, una urbanización residencial. En el despacho donde nos recibe, una serie de metopas cuelgan del muro. Representan los lugares por donde ha pasado. En sus años de Ingeniero Geógrafo estuvo de Subdirector General de Investigación en el Instituto Geográfico Nacional. Sobre otro muro, su título de bachillerato, el de Ingeniero Geógrafo y el de Doctor Ingeniero de Construcción. Cuenta con una pequeña biblioteca de libros mallorquines. Entre ellos, la colección de “Illes d'Or”, utilizada en contra de los que él llama “los nuevos ricos de la lengua”

- ¿A quiénes se refiere con esta expresión?

- A los que, en su vida, no han tenido ninguna ilusión ni pretensión de hablar más o menos bien el mallorquín y ahora están inventando o introduciendo palabras catalanas que no hemos empleado nunca.

- ¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Mallorca?

- Los recuerdos de infancia son siempre maravillosos. Recuerdo con nostalgia los compañeros de bachiller, los amigos con los que todavía me reúno un par de veces al año y a los mismos profesores. No hace mucho estuve comiendo con dos hermanos de La Salle que habían sido profesores míos.

- ¿Qué estudios hizo usted?

- En Mallorca me preparé para ingresar en la Academia General Militar. Ingresé en la de Zaragoza y desde entonces no he vivido habitualmente en la isla. He mantenido todos los contactos que se pueden tener, pero pasé los cuatro años en la Academia. Y, tras un lapso de seis meses en la isla, me vine a Madrid a estudiar en la Escuela Superior Politécnica del Ejército. Soy Ingeniero de Construcción e Ingeniero Geógrafo y ya no me he movido de aquí.

- ¿En dónde estuvo destinado?

- En el Servicio de Construcciones Militares, una empresa para estatal que se dedica a hacer obras para el Ejército; en comandancia de obras, que es el organismo proyectista y director de las obras militares, y en la Escuela Politécnica del Ejército, como profesor de Vías de Comunicación, durante ocho años. Obviamente, en Mallorca no estuve, por ser mi Cuerpo muy reducido. Allí había dos ingenieros de mi especialidad. De manera que, pasados varios años, ya no me interesaba moverme de aquí.

- ¿Es muy diferente esta asignatura impartida en el Ejército, de la que se da en la vida civil?

- Nuestra teoría era la misma que la de la Escuela de Caminos y no había diferencias. Tal vez la puede haber en la orientación que se le da a la aplicación práctica. Los ingenieros militares no tenemos que hacer grandes autopistas, sino habilitar lo que está más o menos destruido o ampliar algunas carreteras de segunda categoría necesarias para la viabilidad de nuestros vehículos.

- ¿A qué edad consiguió usted el grado de general?

- A los 59 años, una edad normal en nuestro Cuerpo. Un coronel de infantería a esa edad pasa a la reserva y no puede ascender. Pero nosotros, por pertenecer al Cuerpo y no al Arma, tenemos tres años más de vida activa.

- ¿Y por qué prefirió el Cuerpo a las Armas?

- Mi vocación desde bachillerato era ser ingeniero. En aquella época esto representaba trasladarse a Madrid, vivir en pensión durante cuatro o cinco años para ingresar y era más gravoso de lo que permitía la economía de mi familia. Fue una manera de conseguir mi vocación sin ser gravoso para la economía familiar.

- ¿O sea, que se hizo militar más por necesidades económicas que por vocación?

- Sí, aunque tampoco me era tan ajena la profesión militar. Mi padre era comandante.

Mañana, continuación: (II) “El mallorquín no es belicoso”

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