lunes, 28 de febrero de 2011

Guillermo Fernández-Cuartero y Pons, ex Director General de Carreteras.


Guillermo Fernández-Cuartero y Pons.


Es hijo de un capitán cordobés de la Guardia Civil que estuvo destinado en Cáceres y de una menorquina empeñada en recorrer la Península en tren y en surcar parte del Mediterráneo en barco hasta llegar a su isla. Allí nace Guillermo el 9 de noviembre de 1924, justo el mismo día en que llega a Mahón en el vientre de su madre. Sus nueve hermanos sufren idéntico proceso. Todos ellos nacen en Mahón, a donde su madre se dirige cada vez que está embarazada y a punto de dar a luz. Sólo su hermana lo hace en la Provincia de Cádiz.

Guillermo Fernández Cuartero y Pons estudia Ingeniería de Caminos y, a mediados de los sesenta, es nombrado Subdirector General de Carreteras, cargo que desempeña durante siete años. En los sesenta, controla los 80.000 kilómetros de rutas que cruzan la España de esa época y conoce las Jefaturas de Obras Públicas de todas las provincias. Luego, es nombrado jefe Provincial de Carreteras de Madrid, cargo que mantiene durante 14 años. Le entrevistamos en el 2001, cuando se halla retirado no del todo y confirmamos cómo conserva sus hobbies preferidos: la filología, que estudió por libre, y la música.

- Muchas raíces isleñas le veo yo a usted, pese a haber vivido apenas en Menorca.

- Tenga en cuenta que mi abuelo, médico, era igualmente de Mahón

- Su madre fue menorquina, pero su padre ¿se identificó con la isla?

- Menorca fue más su patria que Córdoba, en donde había nacido, o Écija, en donde fuera malcriado.

- A pesar de haber nacido en la isla menorquina, sólo un año, el 1933, lo pasa usted excepcionalmente en Mahón. ¿Recuerda usted esta experiencia?

- Por supuesto. Fue inolvidable. Recuerdo que mi padre quería que ingresáramos en un grupo escolar muy moderno pero, cuando vimos lo que decían los maestros, se nos pusieron los pelos de punta. Comentaban que las monjas eran todas unas putas y que los sacerdotes, unos ladrones que envenenaban a los niños. Y nos buscaron un sitio en el colegio de las Doctrinas Cristianas en donde hice excepcionalmente un curso. Mi padre deseaba que estudiáramos en colegios seglares y no quería que los conocimientos científicos, técnicos, gramaticales, se vincularan nunca a la piedad. Tampoco quería que ninguno de nosotros fuera militar. Era, según nos decía, el mayor disgusto que le podíamos dar.

- ¿Tan desengañado estaba de su carrera?

- En Jerez de la Frontera, en donde pasé mi segunda infancia, mi padre, capitán entonces de la Guardia Civil, tuvo un percance político misterioso por supuestas influencias masónicas. Fue en 1932 y estaba muy bien considerado y tratado. Era la autoridad máxima de la ciudad, pero lo detuvieron al ser denunciado anónimamente. Coincidió con la sublevación del General Sanjurjo contra la República. Mi padre se puso en contra de los sublevados. Al poco, se emitía una orden de detención contra él por su “actuación en contra de la República el día de la sublevación de Sanjurjo”, cuando había sido ensalzado en el Ayuntamiento por su actuación republicana. De ahí esa aversión a que sus hijos siguieran su camino militar.

- Lo extraño es que no se hayan podido descubrir a los instigadores de esta acusación.

- En “Memorias de un moderno Abel”, escritas por él mientras estuvo dos meses condenado en El Castillo, en Fuenterrabía, dice que sus propios hermanos le hicieron la traición. Escribió este libro, inédito, de doscientas páginas, para que, cuando sus hijos tuvieran uso de razón, descubrieran que hay que tener las miras más altas que las ordinarias. Pero no nos enteramos de esta obra hasta mucho después de su muerte.

Mañana, continuará: Sus estudios.

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