Miguel Tugores es un mallorquín que ha nacido dos veces: la primera, el 1 de diciembre de 1944, en Port de Pollensa, en donde pasa su infancia entre pescadores, como su padre y entre payesas, como su madre; la segunda, 34 años más tarde, en Madrid, al llegar en un “Seat 600” lleno de libros, con un niño detrás y la mujer delante, sujetando en su mano una maceta de un helecho. Ingresa en RTVE como aparejador y crea su Galería de Arte Dionis Bennasar. Tugores trabaja allí como responsable de la Oficina Técnica de Televisión, contribuyendo al levantamiento de la torre apodada “El Pirulí” y promociona su galería como centro de manifestaciones artísticas y literarias. En ella, conocida como “Consulado de Pollensa en Madrid”, artistas mallorquines y peninsulares exponen a menudo sus obras y se convierte en un punto de encuentro para isleños en la capital de España. Madrid. En el fondo de su ser, Tugores, desde Madrid, se siente mallorquín e isleño en tierra seca y recuerda su infancia, salpicada de salitre y de los temporales cuyas olas llegaban hasta la puerta de su casa.
- ¿Cómo vivió su pubertad y adolescencia?
- Junto al mar, en el Port de Pollensa. Y está teñida de ciertos colores pictóricos. Mis padres eran analfabetos y, a los 20 años, me di cuenta de que también yo, como otros amigos, podía estudiar. En un año, curso quinto, sexto y reválida y, a los 21, salgo de la isla para estudiar, en Sevilla, la carrera de aparejador, en donde paso hambre, frío y toda clase de aventuras. Terminé en Barcelona, en donde trabajé, durante tres años, con el arquitecto Emilio Donato, con el que aprendí lo que sé de arquitectura. Me gané la vida haciendo, primero, de delineante; luego, de delineante proyectista, y terminé de aparejador con innumerables proyectos. No puedo negar que me gusta el diseño y la creación.
“Abandoné Mallorca por mi bronquitis”
- Sus años en Mallorca terminan pronto. ¿Por qué la abandonó?
- Tenía serios problemas de alergia y bronquitis asmática debido a los ácaros, unos bichitos microscópicos que me producen unas reacciones que pueden llegar a ser mortales, sobre todo en climas cálidos y húmedos. Hasta que un médico de Son Dureta me recomendó desplazarme a Madrid en donde viviría mejor. Yo era todavía joven y valiente y me vine aquí.
- ¿Y empezó de nuevo su vida?
- No me curé, porque si vuelvo a Mallorca me puede volver la crisis. Pero mejoré muchísimo. Y pude llevar vida normal y hasta hacer un poco de esfuerzo, cosa que en la isla no podía. Pero, la verdad es que pasé los dos primeros años con bastantes dificultades materiales. En Castilla, yo era un extranjero que no tenía nada que ver con el lugar en donde vivía ni por la lengua que hablaba, ni por la cultura que me había amamantado. Pero continué con los recuerdos y palabras que hacían referencia al mundo del mar de marineros y payeses de mi infancia.
- Políticamente ¿también tuvo crisis asmática? Porque, en Mallorca formaba parte de un partido político izquierdista.
- Siempre he tenido una idea de progreso y de justicia social. Creo que el mundo debe ir mejor, con utopías en el horizonte. Es más, soy una de las personas que no se frustró al esperar más de la democracia. Yo quería un socialismo entendido como una sociedad justa y, en este sentido, no sufrí ninguna crisis política, ni me sentí frustrado. Creo que está pendiente un mundo mejor y sigo contribuyendo con mis votos y mis posibilidades. Otra cosa es la militancia. Al llegar la democracia, no me tentó el vivir de la política, sino que traté de buscar una manera de vivir como aparejador.
- Y es en Madrid, en donde encuentra un trabajo estable.
- En efecto, tras unas oposiciones, entré en RTVE, en donde, a los dos años, pasé al interiorismo, diseño y proyectos de decoración. Luego, fui el responsable de la Oficina Técnica que hace proyectos de interiorismo del ente público RTVE.
- Su primer trabajo en Madrid fue el Pirulí, la Torre de Comunicaciones para los mundiales del año 82
- Formaba parte de este equipo. Fui uno de los cuatro aparejadores que levantamos el Pirulí, que no es más que una ensaimada con un palo levantado en medio. Tiene una base de 28 metros de diámetro, una altura de 220 y 2,5 de canto en la parte más delgada. Pusimos, en ella, cinco mil toneladas de hormigón. El resto es una torre metálica, con una primera plataforma, a los 118 metros, desde donde se ven los coches como cajetillas de tabaco. Fue mi primera experiencia profesional.
- Corrían ciertos rumores por Madrid de que esta torre tenía cierta inclinación que amenazaba seriamente su seguridad.
- Nunca tuve constancia de ello ni me consta este peligro. Tiene las vibraciones propias de una torre muy alta.
Dionís, consulado de Pollensa en Madrid.
- Evidentemente, y por los lugares en donde se mueve, tiene usted una vena de marchante de arte. Pero, siga. Le escuchamos.
- En Madrid, compro un local. Dionís Bennassar era la negación de una galería de arte. Y lo convertí en un local moderno en el que se puede visitar la casa de un coleccionista. Es como el consulado de Pollensa en Madrid. Abajo hay una exposición que cambia cada mes. Esto es un espacio y un punto de encuentro en donde se gestiona un hotel para unos mallorquines que están de paso, un médico, o se les aconseja cómo moverse por Madrid. Al principio, solía decir que me comprometía a llevar a cualquier isleño desconocido hasta al aeropuerto, con tal de hablar un poco en mallorquín con él.
- ¿Cómo nació esta galería?
- Tras varios años en Madrid, no estaba satisfecho de cómo me iba haciendo castellano y dejaba de ser mallorquín. Cada vez tenía menos contacto con mi lengua nativa y mi cultura de las islas. Así que, cuando salió la posibilidad de crear esta galería, me sentí de nuevo mallorquín en activo y un madrileño ligado al mundo de la cultura madrileña. Ahora practico el mallorquín y hablo telefónicamente con Mallorca prácticamente todos los días del año. O sea que, en Madrid, sigo teniendo mi cordón umbilical unido a Mallorca a través del arte plástico: escultores y pintores.
- ¿Y recibe visitas de mallorquines?
- Sólo algunos de ellos. Tampoco hay demasiados. En el Hogar Balear son unos cuatrocientos. Pero no son como los catalanes, que llegan a más de 350.000, están censados en Madrid y cuentan con su propia asociación. Aquí hacemos siempre las recepciones o las fiestas de inauguración con productos de las islas: sobrasada, una copita de hierbas, palo... Un setenta por ciento de exposiciones que organizamos son de artistas de las islas o que viven en ella. Y tienen aceptación, aunque los primeros años comencé de cero porque no los conocían. Hoy, ya hay artistas isleños que cuentan con su mercado en Madrid. Toni Dionís, por ejemplo, un pintor pollensino, habrá vendido ochenta o noventa cuadros a madrileños.
- Luego deja usted su trabajo en Televisión Española y se dedica al arte más a fondo.
- Me prejubilé, en efecto, gracias a lo cual he podido montar la ferias de Arte de Galerías Españolas. En la IV edición, celebrada en el Palacio de Congresos de Madrid se presentaron obras de medio millar de artistas jóvenes, veteranos y militantes de las vanguardias históricas, a través de cuarenta galerías. Uno centenar de ellos representaban a las Baleares, el mayor contingente de creadores que llegaban a Madrid al mismo tiempo para disputarse el mercado.
“El arte es la segunda mayor fuente de ingresos de Mallorca”.
- ¿Cree que las galerías de arte mallorquinas superan, proporcionalmente hablando, las de Madrid o las de otras ciudades españolas?
- Mallorca tiene posiblemente un número mayor de artistas y de salas de arte que en cualquier lugar del mundo. Yo hice un estudio según el cual Pollensa cuenta con diez galerías de arte privadas y tres o cuatro salas culturales, además de tener a más de doscientas personas que pintan. Todo eso, en una ciudad que contaba con una población de diez mil habitantes. Si en el año 1988, en Nueva York, con 20 millones de habitantes, había 25.000 artistas plásticos censados, en Pollensa, con una población de 10.000, había 200. Es decir que en este pueblo mallorquín había más artista por persona (un 2 por ciento) que en Nueva York (un 1,5 por ciento). Y, seguramente, no hay ningún pueblo del Mundo con más salas de arte y más artista por habitante que Pollensa o Mallorca por extensión. Igualmente, hace unos años, leí una noticia espectacular que me gustaría contrastar, según la cual la principal fuente de ingresos de la isla después del turismo era el arte.
- ¿Vuelve usted habitualmente a Mallorca?
- Voy un par de veces cada año. De lo contrario, me moriría. Es algo que necesito repetir de vez en cuando. Lo primero y lo último que hago, al desplazarme a la isla, es salir a ver el mar, la Abadía, el Cavall Bernat, el Faro de Formentor. Suelo ponerme en el coche música de María del Mar Bonet, de Raimon o de voces catalanas o mallorquinas.
- Entre morir en Mallorca y vivir en Madrid parece que lo tiene claro.
- Lo que toca, en este caso, es vivir en Madrid. Reconozco que aquí soy un mallorquín perdido. Porque un mallorquín, siempre que está fuera de Mallorca, se siente perdido, por muchos años que viva fuera de la isla. Y lo peor es que ni soy madrileño en el pleno sentido, ni soy mallorquín. Para ser de un lugar has de haber nacido y sido criado en el mismo sitio. Porque lo que más te marca son los primeros veinte años de tu vida. Yo me siento sobre todo pollencí, y luego un habitante del Mundo. Porque la solidez te la da la tierra en donde te has criado. Por eso digo que soy un mallorquín que sobrevivo en Madrid. Porque vivir es sobrevivir. Y, mi cabeza está más en mis identidades que vienen de atrás.
- ¿En dónde le gustaría que le enterraran?
- Quisiera que tirasen mis cenizas por el precipicio de El Cabo Formentor.
- ¿Cómo vivió su pubertad y adolescencia?
- Junto al mar, en el Port de Pollensa. Y está teñida de ciertos colores pictóricos. Mis padres eran analfabetos y, a los 20 años, me di cuenta de que también yo, como otros amigos, podía estudiar. En un año, curso quinto, sexto y reválida y, a los 21, salgo de la isla para estudiar, en Sevilla, la carrera de aparejador, en donde paso hambre, frío y toda clase de aventuras. Terminé en Barcelona, en donde trabajé, durante tres años, con el arquitecto Emilio Donato, con el que aprendí lo que sé de arquitectura. Me gané la vida haciendo, primero, de delineante; luego, de delineante proyectista, y terminé de aparejador con innumerables proyectos. No puedo negar que me gusta el diseño y la creación.
“Abandoné Mallorca por mi bronquitis”
- Sus años en Mallorca terminan pronto. ¿Por qué la abandonó?
- Tenía serios problemas de alergia y bronquitis asmática debido a los ácaros, unos bichitos microscópicos que me producen unas reacciones que pueden llegar a ser mortales, sobre todo en climas cálidos y húmedos. Hasta que un médico de Son Dureta me recomendó desplazarme a Madrid en donde viviría mejor. Yo era todavía joven y valiente y me vine aquí.
- ¿Y empezó de nuevo su vida?
- No me curé, porque si vuelvo a Mallorca me puede volver la crisis. Pero mejoré muchísimo. Y pude llevar vida normal y hasta hacer un poco de esfuerzo, cosa que en la isla no podía. Pero, la verdad es que pasé los dos primeros años con bastantes dificultades materiales. En Castilla, yo era un extranjero que no tenía nada que ver con el lugar en donde vivía ni por la lengua que hablaba, ni por la cultura que me había amamantado. Pero continué con los recuerdos y palabras que hacían referencia al mundo del mar de marineros y payeses de mi infancia.
- Políticamente ¿también tuvo crisis asmática? Porque, en Mallorca formaba parte de un partido político izquierdista.
- Siempre he tenido una idea de progreso y de justicia social. Creo que el mundo debe ir mejor, con utopías en el horizonte. Es más, soy una de las personas que no se frustró al esperar más de la democracia. Yo quería un socialismo entendido como una sociedad justa y, en este sentido, no sufrí ninguna crisis política, ni me sentí frustrado. Creo que está pendiente un mundo mejor y sigo contribuyendo con mis votos y mis posibilidades. Otra cosa es la militancia. Al llegar la democracia, no me tentó el vivir de la política, sino que traté de buscar una manera de vivir como aparejador.
- Y es en Madrid, en donde encuentra un trabajo estable.
- En efecto, tras unas oposiciones, entré en RTVE, en donde, a los dos años, pasé al interiorismo, diseño y proyectos de decoración. Luego, fui el responsable de la Oficina Técnica que hace proyectos de interiorismo del ente público RTVE.
- Su primer trabajo en Madrid fue el Pirulí, la Torre de Comunicaciones para los mundiales del año 82
- Formaba parte de este equipo. Fui uno de los cuatro aparejadores que levantamos el Pirulí, que no es más que una ensaimada con un palo levantado en medio. Tiene una base de 28 metros de diámetro, una altura de 220 y 2,5 de canto en la parte más delgada. Pusimos, en ella, cinco mil toneladas de hormigón. El resto es una torre metálica, con una primera plataforma, a los 118 metros, desde donde se ven los coches como cajetillas de tabaco. Fue mi primera experiencia profesional.
- Corrían ciertos rumores por Madrid de que esta torre tenía cierta inclinación que amenazaba seriamente su seguridad.
- Nunca tuve constancia de ello ni me consta este peligro. Tiene las vibraciones propias de una torre muy alta.
Dionís, consulado de Pollensa en Madrid.
- Evidentemente, y por los lugares en donde se mueve, tiene usted una vena de marchante de arte. Pero, siga. Le escuchamos.
- En Madrid, compro un local. Dionís Bennassar era la negación de una galería de arte. Y lo convertí en un local moderno en el que se puede visitar la casa de un coleccionista. Es como el consulado de Pollensa en Madrid. Abajo hay una exposición que cambia cada mes. Esto es un espacio y un punto de encuentro en donde se gestiona un hotel para unos mallorquines que están de paso, un médico, o se les aconseja cómo moverse por Madrid. Al principio, solía decir que me comprometía a llevar a cualquier isleño desconocido hasta al aeropuerto, con tal de hablar un poco en mallorquín con él.
- ¿Cómo nació esta galería?
- Tras varios años en Madrid, no estaba satisfecho de cómo me iba haciendo castellano y dejaba de ser mallorquín. Cada vez tenía menos contacto con mi lengua nativa y mi cultura de las islas. Así que, cuando salió la posibilidad de crear esta galería, me sentí de nuevo mallorquín en activo y un madrileño ligado al mundo de la cultura madrileña. Ahora practico el mallorquín y hablo telefónicamente con Mallorca prácticamente todos los días del año. O sea que, en Madrid, sigo teniendo mi cordón umbilical unido a Mallorca a través del arte plástico: escultores y pintores.
- ¿Y recibe visitas de mallorquines?
- Sólo algunos de ellos. Tampoco hay demasiados. En el Hogar Balear son unos cuatrocientos. Pero no son como los catalanes, que llegan a más de 350.000, están censados en Madrid y cuentan con su propia asociación. Aquí hacemos siempre las recepciones o las fiestas de inauguración con productos de las islas: sobrasada, una copita de hierbas, palo... Un setenta por ciento de exposiciones que organizamos son de artistas de las islas o que viven en ella. Y tienen aceptación, aunque los primeros años comencé de cero porque no los conocían. Hoy, ya hay artistas isleños que cuentan con su mercado en Madrid. Toni Dionís, por ejemplo, un pintor pollensino, habrá vendido ochenta o noventa cuadros a madrileños.
- Luego deja usted su trabajo en Televisión Española y se dedica al arte más a fondo.
- Me prejubilé, en efecto, gracias a lo cual he podido montar la ferias de Arte de Galerías Españolas. En la IV edición, celebrada en el Palacio de Congresos de Madrid se presentaron obras de medio millar de artistas jóvenes, veteranos y militantes de las vanguardias históricas, a través de cuarenta galerías. Uno centenar de ellos representaban a las Baleares, el mayor contingente de creadores que llegaban a Madrid al mismo tiempo para disputarse el mercado.
“El arte es la segunda mayor fuente de ingresos de Mallorca”.
- ¿Cree que las galerías de arte mallorquinas superan, proporcionalmente hablando, las de Madrid o las de otras ciudades españolas?
- Mallorca tiene posiblemente un número mayor de artistas y de salas de arte que en cualquier lugar del mundo. Yo hice un estudio según el cual Pollensa cuenta con diez galerías de arte privadas y tres o cuatro salas culturales, además de tener a más de doscientas personas que pintan. Todo eso, en una ciudad que contaba con una población de diez mil habitantes. Si en el año 1988, en Nueva York, con 20 millones de habitantes, había 25.000 artistas plásticos censados, en Pollensa, con una población de 10.000, había 200. Es decir que en este pueblo mallorquín había más artista por persona (un 2 por ciento) que en Nueva York (un 1,5 por ciento). Y, seguramente, no hay ningún pueblo del Mundo con más salas de arte y más artista por habitante que Pollensa o Mallorca por extensión. Igualmente, hace unos años, leí una noticia espectacular que me gustaría contrastar, según la cual la principal fuente de ingresos de la isla después del turismo era el arte.
- ¿Vuelve usted habitualmente a Mallorca?
- Voy un par de veces cada año. De lo contrario, me moriría. Es algo que necesito repetir de vez en cuando. Lo primero y lo último que hago, al desplazarme a la isla, es salir a ver el mar, la Abadía, el Cavall Bernat, el Faro de Formentor. Suelo ponerme en el coche música de María del Mar Bonet, de Raimon o de voces catalanas o mallorquinas.
- Entre morir en Mallorca y vivir en Madrid parece que lo tiene claro.
- Lo que toca, en este caso, es vivir en Madrid. Reconozco que aquí soy un mallorquín perdido. Porque un mallorquín, siempre que está fuera de Mallorca, se siente perdido, por muchos años que viva fuera de la isla. Y lo peor es que ni soy madrileño en el pleno sentido, ni soy mallorquín. Para ser de un lugar has de haber nacido y sido criado en el mismo sitio. Porque lo que más te marca son los primeros veinte años de tu vida. Yo me siento sobre todo pollencí, y luego un habitante del Mundo. Porque la solidez te la da la tierra en donde te has criado. Por eso digo que soy un mallorquín que sobrevivo en Madrid. Porque vivir es sobrevivir. Y, mi cabeza está más en mis identidades que vienen de atrás.
- ¿En dónde le gustaría que le enterraran?
- Quisiera que tirasen mis cenizas por el precipicio de El Cabo Formentor.
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