martes, 8 de marzo de 2011

Eusebio Lafuente Hernández. (III) Diez años en Marruecos.


Cartel promocional de la ciudad de Tánger, en 1924.


Tánger.

- En 1950, usted pasa a la empresa privada, siendo contratado en Marruecos.

- Allí estuve casi diez años, hasta 1959. Estaba en Inimex, una empresa española que se dedicaba a la construcción, a materiales de construcción y a la mecánica. Fabricábamos cerámica e importábamos, entre otras cosas, madera. Otra rama de esta sociedad era la mecánica y teníamos representaciones de automóviles, camiones medianos, pesados, y maquinaria para obras de construcción y para la industria. Éramos los agentes de la marca Austin Motor Corporation, y teníamos una serie de representaciones. Había un taller en donde prácticamente todos los mecánicos eran españoles.

- ¿Hubo mucha diferencia en el Marruecos de antes y el de después de la independencia?

- Por supuesto. No quiero decir que ahora no vaya mejor, pero sí que la transición se hizo mal. Si se hubiese hecho con menos brusquedad, el pueblo habría pagado menos. Con la independencia, en 1956, se marchó una gran cantidad de europeos. En la época en que yo estaba en Tánger, había 200.000 habitantes de los cuales 100.000 eran europeos. De ellos, la mitad eran españoles. Hubo una crisis muy grande pagada por los que no tenían opción ni dinero para resistir. Yo viví esa crisis y considero que eso se hizo muy mal, porque se hubiera podido suavizar mucho más. A ningún industrial le habría importado que la bandera fuera la marroquí. Nadie discutía la soberanía de Marruecos, llegada en 1967, ni que las fuerzas de Policía fueran marroquíes. Pero no se fijaron los años convenientes de transición para que la economía, que es una estructura como de cristal, resistiera el golpe. Si se hubiera hecho la transición con menos brusquedad y demagogia, otro gallo hubiera cantado.

- Aquello fue, me imagino, una experiencia inolvidable para usted.

- La verdad es que he pasado por una escuela muy dura. Porque los años de Marruecos no fueron nada fáciles. No hay que olvidar que, durante la independencia, en un pueblo de Marruecos se ha jugado al fútbol con cabezas de europeos. Una vez me fui a Rabat y me llevé a mi mujer, en un cochecito Austin. Íbamos a un restaurante de cocina indochina propiedad de los que habían venido del Viet nam con los militares franceses. Era el momento en que se estaba gestando la independencia. Y, al cruzar uno de los arcos de la muralla, nos paró la Policía francesa y nos preguntó a dónde nos dirigíamos. Les contesté la verdad, que íbamos a ese restaurante a comer. Entonces nos indicó que podíamos dar la vuelta pues hacía veinte minutos que el restaurante había sido volado por una bomba. De modo que, si mi mujer hubiera sido más puntual, que no lo ha sido en la vida, habríamos volado con él.

- Pero, en los últimos años de su estancia en Marruecos, no se limitó sólo al campo empresarial.

- En efecto, fui presidente de la Cámara Española de Comercio en Tánger, la más antigua que se creó en el extranjero. Y representante de España en la Asamblea legislativa de la zona internacional de Tánger que se regía por una régimen especial hasta que llegó la independencia de Marruecos. Para mí, la base espectacular de Tánger en los años cincuenta fue un desarrollo tremendo que se apoyaba en la libertad económica que había, lo que hacía que los tributos fueran muy bajos.

- ¿Por qué abandonó Marruecos y se vino de nuevo a España?

- Porque un año antes de terminar con mi trabajo en Tánger, la casa March me pidió que colaboraba en Copisa (Constructora Pirenaica). Me hicieron vicepresidente de ésta y pasaba parte de mi tiempo en España, unos diez días al mes. Pero, un año más tarde, me ofrecieron la subdirección de FECSA (Fuerzas Electricas de Cataluña). Entonces liquidé todo lo de Marruecos y me vine para España.

- ¿FECSA pertenecía ya a los March?

- Esa compañía internacional no pagaba a los obligacionistas españoles que la instaron, con el influjo de don Juan March, y la llevaron a la quiebra. El Grupo March la adquirió en pública subasta y la ofreció a quienes no pagaban, por el mismo precio con que la había obtenido. Pero éstos se negaron a aceptarla. Hubo el pleito de la Barcelona Traction y, definitivamente, fue ganado por el Grupo. Cuando yo llegué, convertido en subdirector general, la situación ya estaba estabilizada y controlada. Estuve siete años y medio y, de paso, era el vicepresidente de la Casa de Menorca en Barcelona.

Mañana: (IV) Director de la Trasmediterránea.

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